«El móvil», título genérico de la primera obra publicada por Javier Cercas (1962) en 1987 por la editorial Sirmio, consta de cinco relatos breves de los cuales solo fue indultado el que da nombre al volumen en la reedición de Tusquets de 2004, que es la que hemos manejado para esta nota.
Como en otras obras de Cercas (Soldados de Salamina paradigmáticamente) el argumento de la obra es en gran medida metaliterario: Álvaro es un escritor metódico —y sicótico— convencido de que la inspiración literaria es una deidad cruel que solo recompensa a quien la sirve con devoción y fidelidad de enamorado primerizo (o crepuscular que tanto monta). Una diosa que no admite funcionarios o admiradores a tiempo parcial, solo devotos esclavos. Y Álvaro está dispuesto a ser uncido a ese yugo.
Convencido de que sobre sus hombros descansa el peso de la tradición, se afana en llevar a cabo una obra fundamental que mantenga viva la llama de la literatura universal y sirva de guía y estandarte a las generaciones futuras. El vehículo elegido será la novela y la técnica el realismo. La materia prima en la que modelar la obra será el propio entorno de Álvaro. Sin familia ni amigos dignos de mención, serán sus vecinos quienes le proporcionarán los modelos a retratar.
Estos vecinos son: un anciano huraño y misántropo, el sr Montero; un matrimonio joven con hijos y problemas económicos, Irene y Enrique Casares; una portera pasada la mediana edad, malquerida y chismosa. Álvaro comenzará a tejer su red alrededor de ellos. Se interesará por los problemas económicos de la pareja, aunque no los ayuda, pese a poder hacerlo. Se convertirá en amante de la portera, aunque solo para sonsacarle información y, al descubrir que el solitario anciano es un apasionado del ajedrez, intentará adquirir cierta competencia en el juego que le permita compartir con él partidas.
Primero estudia manuales de iniciación, luego literatura especializada. Confronta estos conocimientos con sus amigos aficionados al juego y remata su preparación adquiriendo una máquina de ajedrez con la que seguir progresando.
Así dotado de conocimientos sobre el juego, consigue ganarse la confianza del anciano y poco a poco comienza a pasar tiempo con él jugando al ajedrez y manteniendo largas conversaciones.
Con estas intrigas, ha llevado la situación al lugar que quiere, solo le resta esperar a que la acción transcurra y copiar los diálogos que los distintos personajes mantengan entre sí para tener su novela.
Y aquí es donde se empieza a resquebrajar el edificio. Álvaro es poco para demiurgo. Si acaso un simple jugador que mueve sus piezas ignorante de que otra mano le mueve a él, que es trebejo de otro tablero. Las cosas cobran un aspecto inesperado y Álvaro será víctima de sus propios manejos.
EL MÓVIL
TUSQUETS. BARCELONA, 2004
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