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THE CHESS PLAYERS (LOS AJEDRECISTAS), ca. 1950
GRABADO SOBRE PAPEL. 29,84 x 39,37 cm.
COLECCIÓN PARTICULAR
Bajo este título, tomado de la revista que Javier Carpintero editó a mediados de la década de los 90, pretendo comentar las relaciones que el ajedrez ha mantenido y mantiene con la literatura y las artes plásticas.
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Milán, calibre 9 recoge la primera parte de los relatos de Giorgio Scerbanenco publicadas por Garzati en su edición original en 1969.
En Preludio para una matanza, el tercero de los cuentos de este volumen, que es un esbozo de lo que luego será la tercera novela del ciclo de Duca Lamberti Los milaneses matan en sábado, hay una referencia al ajedrez.
Las únicas cosas que Annetta Arazzi comprendía eran la televisión, no porque entendiese lo que sucedía en la pantalla, sino porque le fascinaban las imágenes en movimiento, y además las piezas de ajedrez, grandes, rojas y negras, de madera pulida, porque en Romaña, sobre todo en Lugo, aún se conserva el placer inteligente de ese juego, y Annetta había visto una vez a su padre y su hermano jugar una partida —todavía era pequeña: debía de tener seis o siete años— y tendió los brazos para tomar las piezas, y ellos dejaron de jugar y se las dieron, y desde entonces ella las tenía consigo todas las horas y minutos del día y de la noche, en una cajita, y a fuerza de tenerlas en la mano y acariciarlas, había desaparecido casi todo el barniz rojo y negro de las piezas, especialmente de los caballos, que eran las que más le gustaban y que a lo largo de los años se habían vuelto casi blancos.
Tan despreciable como entrenar el cuerpo, nos parecía malgastar el tiempo en el juego; tan solo el ajedrez, que exigía un esfuerzo mental, hallaba un poco de merced a nuestros ojos; y, cosa más absurda todavía, a pesar de que nos sentíamos poetas en ciernes o, en todo caso, en potencia, nos preocupaba muy poco la naturaleza.
| Stefan Zweig (izquierda) y Emil Fuchs jugando al ajedrez en un establecimiento hostelero de Ostende. Fotógrafo y fecha desconocidos |
| Stefan Zweig jugando contra Emil Fuchs en el café Mozart de Salzburgo. Dibujo de Maroine Dib que suele estar en exhibición en el Centro Stefan Zweig de la ciudad. |
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| Edición alemana de 1977 |
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| Edición inglesa de 2005 |
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| Edición española de 2013 |
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| Edición indonesia de 2018 |
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| Edición francesa de 2019 |
Antonio García Villarán (1976) es un pintor y crítico de arte español. Ha sido el creador del término «hamparte», defendido en el Manifiesto Hamparte de 1918, acuñado para descalificar un tipo de arte (fundamentalmente el conceptual) que estima falto de mérito artístico.
Ya hemos hablado un par de veces de Venere privata (Venus privada), el primer libro de la tetralogía de Duca Lamberti, escrita entre 1966 y 1969, que dio mucha fama a Giorgio Scerbanenco (1911-1969).
Duca Lamberti, un médico inhabilitado para ejercer su profesión por haber practicado una eutanasia, investiga para la policía junto a Livia Ussaro, novia y ayudante a un tiempo.
De Livia Ussaro sabemos desde Venus privada que es aficionada al ajedrez. En el tercer libro de la tetralogía, I ragazzi del massacro (Muerte en la escuela), descubrimos que Duca Lamberti también lo es:
Livia miró su reloj. Casi las dos. Luego miró el pequeño tablero de ajedrez entre ella y Duca. Tenían que pasar el tiempo en espera de que Carolino regresara de comprar los cigarrillos. Y jugaban al ajedrez.
—Te toca a ti —dijo Duca. Él no miró el reloj.
Ella movió. Pensaba en Carolino. Ya hacía casi una hora que había salido. Le gustaba mucho jugar al ajedrez con Duca, pero el rostro de Carolino estaba en su mente, flaco, huesudo, la gran nariz aguileña, los ojos claros y saltones, con una expresión insegura, de miedo y también de desafío.
—Es una extraña defensa, ¿la has inventado tú? —dijo Duca, con socarrona ironía, en cuanto ella movió.
—Es inútil que te cachondees —dijo ella—, es la moderna defensa Benoni...
En el resto de la novela solo vuelve sobre el tema del ajedrez cuando se dice que ambos eran «razonables jugadores de ajedrez» y en un par de ocasiones más en las que se caracteriza a Livia como «jugadora de ajedrez».
Parece que en la expedición portuguesa a Malaca (hoy Malasia) de 1509, comandada por Diogo Lopes de Sequeira, se jugaba al ajedrez. Lo cuenta el cronista Fernão Lopes de Castanheda (c. 1500 - 1559) en su História do descobrimento e conquista da Índia pelos portugueses (Coímbra, 1552).
Citamos a través de Isabel Soler Magallanes & Co (Acantilado. Barcelona, 2022)
Y parece que Magallanes, según cuenta el cronista Fernão Lopes de Castanheda, tuvo ahí un papel destacado porque, por orden de su capitán Garcia de Sousa, fue a dar aviso del inminente ataque de los malayos al capitán mayor Diogo Lopes de Sequeira, a quien, por cierto, «halló jugando al ajedrez» muy descuidado de lo que estaba pasando.
Un ángel caído, Azazel, me contó la historia.
UN JUGADOR DE AJEDREZ CONSTRUYE UNA NOVELA EN CADA PARTIDA
El escritor español Julio Llamazares en declaraciones al programa En jaque, emitido el 25 de mayo de 1991 por RTVE.
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Melancolía de la resistencia, una inquietante y sombría novela de 1989 del reciente premio nobel de Literatura László Krasznahorkai (1954), aborda temas como fragilidad del orden frente al caos, la pasividad social, que junto con la ignorancia y la superstición sirven de espoleta para una violencia soterrada que anida en las personas ante el vacío existencial de una vida anodina y gris, la ambición descarnada que lleva a un uso torticero del desorden para justificar la represión y satisfacer el ansia de poder, y la responsabilidad personal del individuo frente a la sociedad, expresados con una prosa densa, rica en matices y compleja, contiene una mención, quizá no incidental, al ajedrez
El ajedrez aparece cuando, en medio de las circunstancias inquietantes que están manifestándose por la ciudad, el profesor de física y química del Instituto de Secundaria local y miembro del observatorio astronómico interrumpió sus «horas dedicadas en solitario al juego del ajedrez» para informar que los motivos por los que la la torre del agua en un parque de la ciudad estaba oscilando alarmantemente, poniendo en peligro a los vecinos, era incompresibles para él.
Después, en los soliloquios de Eszter, se le llama "Nahovenyecz, el poseído jugador de ajedrez de la torre del agua".
Aunque, dado que Eszter se ha retirado del mundo y solo ansía olvidar a todos sus convecinos, la connotación negativa debe entenderse como general hacia la humanidad entera, la mención al ajedrez, con su consumo de horas en solitario placer, parece resaltar esa pasividad social de la que hablábamos antes, la indiferencia ante los acontecimientos sociales y el encierro del individuo en sí mismo.