Vigorizados por el banquete, se dirigieron a unas praderas fuera de la ciudad y se repartieron en grupos para competir en diversos juegos. Los caballeros miden sus fuerzas en viriles juegos ecuestres que imitan los combates reales, mientras las damas los contemplan desde lo alto de las murallas, estimulándolos a combatir y apasionándose ellas mismas por el juego y sus protagonistas. Otros pasan el resto de la jornada tirando con arco, arrojando la jabalina o lanzando piedras de mucho peso. Los hay que prefieren el ajedrez, los dados o una infinidad de otros juegos. El hecho es que todos compiten en el marco de la más exquisita cortesía, y Arturo premia luego con su acostumbrada generosidad a los vencedores.
FICHA TÉCNICA
GEOFFREY DE MONMOUTHHISTORIA DE LOS REYES DE BRITANIA
EDITORA NACIONAL. MADRID, 1984