domingo, 17 de noviembre de 2019

PALABRAS BAJO EL MAR

El escritor y economista español Fernando Trías de Bes publicó en 2006 la novela Palabras bajo el mar en la que narra la decadencia de una familia madrileña que se sume en la ruina, la enfermedad y la muerte. A través de los ojos de un niño vemos al abuelo de la familia tocar incesantemente los 24 preludios de Chopin, deteniéndose siempre en la misma nota, sin terminar jamás la obra. Y a su padre, sumido en la locura, encerrarse a escribir lo que denomina «el poema perfecto» sin lograr nunca no ya un poema perfecto sino tan siquiera uno publicable. Acosada por las deudas, la familia emigra a un lugar indeterminado, llamado simplemente «el páramo».

Convencido de que la clave para entender la desgracia de su familia está en el abuelo, Leo intenta acercarse a él. Y para ello emplea la única cosa, además de la música, que interesa al anciano: el ajedrez.

Leo pide a su abuelo que le enseñe a jugar, pero este se niega aduciendo que no tienen un tablero ni las piezas necesarias para hacerlo. Así que Leo emprenderá la tarea de de fabricar él mismo uno para poder enfrentarse al abuelo. 

El tablero no le presentará mayores problemas, unas teselas blanquinegras del alicatado  cerámico de una antigua fuente se lo proporcionarán casi hecho, pero los trebejos supondrán una mayor dificultad y un gran esfuerzo. Quiere sorprender a su abuelo con unas piezas originales, ya que piensa que ganándose su respeto le será más fácil ahondar en el secreto familiar.


Por fin se decide. Consigue dieciséis botones blancos y otros dieciséis negros y encima de estos botones pegará insectos. ¡Insectos vivos!

Unas avispas serán los alfiles; la legendaria capacidad de salto de los saltamontes les convierte en buenos caballos; unas crisálidas de mariposa harán la función de reyes. Los verdaderos problemas se los ocasionarán las damas. Quiere algo especial para esta pieza, de la que su abuelo le ha dicho que es la más poderosa del juego. La dama blanca, además, tiene una notable importancia simbólica en la novela, asociándose a la abuela muerta, a la madre ausente, a la hermana enferma... Un día tropezará con una mantis religiosa: la pieza perfecta, pero solo será capaz de encontrar una. El tiempo apremia y decide presentarse frente a su abuelo con una sola dama en el tablero.


Las partidas contra el abuelo desatarán una auténtica tormenta a través de la cual se desvelará el secreto familiar y se generará una catarsis después de la cual se sentarán las bases de la recuperación de la familia. 

Pese a ser el ajedrez el nudo de la novela, algunos comentario sobre el juego no son muy afortunados (sin entrar a valorar la dificultad de jugar al ajedrez con insectos vivos tan peligrosos como las avispas como piezas). Por ejemplo al describir el nivel del abuelo se dice: 
No era buen jugador, sino más bien mediocre y torpe. Acometía absurdos movimientos, en especial con el caballo y los peones, a los que despreciaba y sacrificaba con aires de heredero manirroto. 
Movimientos absurdos hay muchos a la disposición de los jugadores, pero que esos movimientos sean cometidos especialmente con el caballo no tiene sentido ajedrecístico.

Ni tampoco en la explicación de los movimientos de las piezas que, como lamentablemente pasa a menudo, es muy poco acorde con lo que es el juego en realidad. Así podemos leer cosas como «la reina no tiene piedad» (¿acaso la tiene cualquier otra pieza que tenga a su disposición un buen movimiento?), «la reina mata por conservar a su rey», «La reina es la que mata a la mayoría de las piezas del contrario» y otras similares para el resto de las piezas.

Para terminar con el libro transcribo dos frase que el abuelo dice a Leo sobre el ajedrez y que son más un intento de explicar la sicología del anciano que una definición consecuente de lo que simboliza el juego.
—Blancas y negras, Leo. Como las teclas del piano. Sin matices, como la vida. Porque las cosas son o no son. No tienen término medio, los grises no existen, hijo, no existen.
Y
Rey blanco contra rey negro. Luz contra oscuridad. Dolor contra esperanza.
Como en la novela, aunque no con animales vivos, al menos se han fabricado en la historia dos juegos de ajedrez cuyos trebejos son fundamentalmente insectos.


Las tres primeras fotografías de esta entrada muestran un juego de ajedrez elaborado en Italia sobre 1790 con piezas de marfil y ébano. Los reyes y las damas son mariposas, los alfiles, saltamontes; libélulas, los caballos; y orugas, las torres. Los peones son distintos tipos de mariposas. En la base de cada pieza viene su nombre científico. No se conoce el nombre del artesano que lo fabricó.


Las tres restantes muestran un juego de ajedrez diseñado por el británico Alastair Mackie. Unos cilindros de resina contienen diversos especímenes de insectos. Las blancas están representadas por insectos voladores y las negras por insectos terrestres (me parece que entre estos a Mackie se le ha colado un arácnido). El tablero, que es monocromo, está iluminado desde abajo para facilitar la visibilidad de los animales.


La obra de Mackie se titula Amorphous organic (algo así como orgánico amorfo) y está hecha de madera de turbera, mesa de luz, vidrio, baterías, latón, copal, resina e insectos. Fue realizada en 2009


No hay comentarios: