jueves, 7 de marzo de 2019

LOS JUGADORES DE AJEDREZ. CUENTO DE GALES


Anne Constance Smedley Armfield (1876-1941) fue una prolífica artista y dramaturga  británica. Al margen de su obra, fue la fundadora de los Lyceum Clubs, una alternativa femenina a los tradicionales clubs para caballeros británicos. Sus clubs se dirigían a mujeres artistas o escritoras aunque posteriormente se amplió al resto de mujeres con profesiones liberales. 

En 1920, Constance Armfield reescribió diecisiete cuentos tradicionales de distintos países del mundo, adaptándolos para un público juvenil, y los editó en un volumen, Wonder Tales of the World, que está ilustrado por su marido Maxwell Armfield, un artista muy cercano al movimiento Arts and Crafts.

El cuento seleccionado del País de Gales fue The Chess Players que narra la historia de un emperador de Roma...

El emperador de Roma no había hecho nunca nada por sí mismo, para eso tenía treinta y dos reyes que le atendían. Le vestían, ataban sus zapatos, bruñían sus armas y enjaezaban sus caballos cuando los necesitaba para salir de caza o ir a la guerra. Un día que precisamente estaba de caza, por el calor del mediodía, decidió parar a la vera de un río para echar una siesta, mientras los treinta y dos reyes velaban por él.

El emperador soñó que emprendía un largo viaje hasta la orilla del mar, soñó también que embarcaba en un gran navío y navegaba hasta llegar a una isla. Allí encontró un magnífico castillo en cuyo interior dos jóvenes, ricamente ataviados, jugaban al ajedrez en un tablero de oro y plata. En la misma estancia, sobre un trono, un anciano que parecía ser su padre se entretenía tallando unas piezas del mismo tipo de con las que estaban jugando los jóvenes. A su lado, una bella joven bordaba.

Como el emperador jamás había dado un palo al agua, ver a gente de noble condición trabajando le causó una extraña sensación. Acentuada, si cabe, por el hecho de que de la familia se desprendía un enorme sensación de felicidad. Cuando al cabo de un rato se decidió a hablarles, despertó.

Acongojado por el recuerdo de la feliz familia y seguro de que debían existir realmente, el emperador envía mensajeros en su busca. Pero todos los mensajes que recibe dicen lo mismo, los ricos no parecen inclinados en ninguna parte a hacer las cosas por sí mismos. Sin embargo, un día uno de los mensajeros llega a la Gran Bretaña —al País de Gales, concretamente— y encuentra a la familia. Informado el emperador, invita a todos a que se desplacen a Roma, al tiempo que pide la mano de la hija. Pero le responden que como en casa no se está en ningún sitio y que fuera el emperador a verlos, si es que tantas ganas tiene. Le recibirán bien, como hacen con todos los forasteros.

Así lo hace el emperador. Y le gusta tanto lo que ve que se queda a vivir con ellos. La familia se ofrece a enseñarle a hacer las cosas por sí mismo, a bordar, a tallar los trebejos y, sobre todo, a jugar al ajedrez porque —y esta es la moraleja que nos interesa aquí— «es un juego que enseña a pensar más profunda y más sabiamente».

Pero tanto se entretiene el emperador en el País de Gales que sus enemigos le arrebatan el trono de Roma. Vuelve para recuperarlo ayudado por su nueva familia. Y lo hace con inteligencia y astucia, no con la fuerza. La moraleja final es que es mejor construir que destruir y que esto lo sabe mejor nadie quien sabe lo que cuesta construir algo.


FICHA TÉCNICA
WONDER TALES OF THE WORLD
ANNE CONSTANCE SMEDLEY ARMFIELD
HARCOURT, BRACE AND HOWE. NUEVA YORK, 1920
ILUSTRACIONES DE MAXWELL ARMFIELD

No hay comentarios: