martes, 9 de octubre de 2018

LA PARTIDA DE LA VIDA

Winsor McCay fue un dibujante de cómic e ilustrador de prensa norteamericano conocido fundamentalmente por sus tiras cómicas —Little Sammy Sneeze (New York Herald, 1904-1906); Dream of the Rarebit Fiend (Evening Telegram, 1904-1925) y sobre todo Little Nemo in Slumberland (New York Herald, 1905-1911; New York American, 1911-1914 y de nuevo New York Herald, 1924-1926)— y por sus dibujos animados, campo en el que fue uno de los pioneros —Little Nemo (Vitagraph, 1911), How a Mosquito Operates (Cómo opera un mosquito; Vitagraph, 1912), Gertie the Dinosaur (Gertie, el dinosaurio; Vitagraph, 1914)—. También fue un aclamado interprete de chalk-talks, unos monólogos en los que el interprete dibujaba en directo caricaturas del público o imágenes alusivas a lo que estaba diciendo. Estos chalk-talks eran muy habituales en los espectáculos de vodevil de la época y son el precedente de la publicidad que Andy Azula ideó para UPS, que a su vez está en el origen de todas las presentaciones dibujadas que inundan internet de un tiempo a esta parte. Por ejemplo. Nada nuevo bajo el sol, simplemente cabalgamos a hombros de gigantes.

McCay empezó a trabajar para William Randolph Hearst a partir de 1911, con alguna que otra interrupción. Hearst y su editor, Arthur Brisbane, querían que Winsor abandonara las tiras cómicas, los experimentos cinematográficos, y no digamos nada de las actuaciones en vodeviles, para dibujar los editoriales gráficos de los periódicos del magnate e ilustrar los muy conservadores artículos editoriales de Brisbane. Este, para convencerle, le decía que tenía que comportarse como el «artista serio» que era y dejarse de tiras cómicas y otras zarandajas. Hearst fue más expeditivo. Empezó por retirar de sus diarios la publicidad de los teatros donde actuaba McCay y terminó, luego de hacer saber a los empresarios teatrales que «prefería» que no se le contratase, haciéndole firmar un contrato que le impedía trabajar fuera del imperio Hearst. Al parecer, el contrato era lo suficientemente sustancioso como para cubrir lo emolumentos de los trabajos que McCay dejaba de hacer. Así que se sin más se entregó a la labor de contentar a Hearst.

A partir de 1921, para el New York Herald y los demás periódicos del grupo Hearst, Winsor McCay produjo una serie de imágenes alegóricas de clara intención moralizante en las que animaba a respetar las buenas costumbres y pretendía estimular el sentido del deber, con loas al trabajo duro y a la morigeración de las costumbres. Lógicamente también denostaba lo contrario, la pereza, el consumo de alcohol o drogas, etc.

No se sabe bien si las ideas de McCay concordaban con la línea editorial de Hearst y Brisbane o si sus magníficos dibujos se limitaban a ilustrar las opiniones de otros. Pero como dice Jim Vadeboncoeur Jr. en la entrada dedicada al artista de su página JVJ Illustrator, estas ilustraciones no son sino la «triste muestra de un gran talento puesto al servicio de una idea muy pequeña».

En 1930, McCay publicó la siguiente viñeta (aunque no importa demasiado, hacemos notar que el tablero está mal colocado).



El texto superior dice lo siguiente:

LA PARTIDA DE AJEDREZ VITAL QUE TODOS JUGAMOS

Y el de abajo:

HASTA EL ÚLTIMO DÍA, EL JUEGO SIGUE. CADA MOVIMIENTO CUENTA. IDEA DE HUXLEY

En la ilustración vemos a un pequeño individuo delante de un gigantesco ángel que porta una banda en la que se lee «Justicia eterna». Ambos están sentados ante un tablero que representa la vida humana.

La fuente para esta ilustración es revelada por el propio autor en su texto: Huxley. Este Huxley es Thomas Henry Huxley —abuelo de Aldous, el de «Un mundo feliz»— conocido en su época como «el bulldog de Darwin» por su vigorosa defensa de la teoría de la evolución, famoso biólogo, notable polemista, pensador agnóstico y reformador educativo. 

La idea mencionada está extraída del texto de una conferencia dictada por Huxley en 1868 titulada «A Liberal Education». En él Huxley plantea que si lo que vamos a ser en la vida dependiera de ganar o perder una partida de ajedrez, un objetivo fundamental sería aprender el nombre y movimiento de las piezas, aprender lo que significa un gambito y saber cómo se puede dar mate o cómo se puede evitar recibirlo. Que cualquier padre sería un irresponsable si no enseñara a sus hijos las reglas del juego. Para comentar a continuación que la vida es un juego del que también hay que aprender las reglas; un juego en el que...

...el tablero es el mundo; las piezas, los fenómenos del Universo. Las reglas del juego son lo que llamamos las leyes de la naturaleza. El jugador rival permanece oculto para nosotros. Sabemos que su juego es siempre justo y paciente, pero también sabemos, a nuestro pesar, que nunca pasa por alto un error o hace la más mínima concesión a nuestra ignorancia.
Huxley añade que esta metáfora puede recordar a algún lector un cuadro de Friedrich August Moritz Retzsch (1779-1857) en el que Satán juega contra un hombre con el alma (el alma del hombre se entiende) en juego.


Sin embargo, Huxley añade:
Sustituyan al diablo burlón de esta imagen por un ángel tranquilo y fuerte, que está jugando por amor y que preferiría perder antes que ganar y yo podría aceptarlo como una imagen de la vida humana.

Y eso es exactamente lo que ha hecho McCay, sustituir al demonio por un ángel. Sin embargo y dado que Huxley enfatiza en su texto la necesidad de la educación —conocer las reglas del juego es un requisito indispensable para afrontar una partida con perspectivas de éxito— para poder tener una razonable esperanza de abrirse paso en la vida, echamos en falta en el dibujo la presencia de esa herramienta necesaria que debe prestar su ayuda al individuo en su partida con la vida. 

Huxley tuvo una importancia decisiva en la transformación de la enseñanza universitaria británica y por ende de la del mundo. A él se debe la especialización progresiva de la enseñanza de los saberes. Cuando él estudió, un amante de las ciencias naturales apenas podía estudiar sino medicina o ser autodidacta. A su muerte, había cátedras de biología y los estudios de anatomía, fisiología o paleontología habían empezado a desarrollarse como disciplinas del pleno derecho.


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