El fotomontaje que mostramos arriba es obra de Grete Stern (1904-1999), fotógrafa argentina de origen alemán. Su formación incluyó cursos en la Bauhaus y a comienzos de la década de los 30 trabajó como diseñadora gráfica para publicidad, campo donde aplicó con éxito los planteamientos que había desarrollado la fotografía de vanguardia.
En 1934, ante el creciente antisemitismo que imperaba en Alemania, emigró a Londres y posteriormente a Buenos Aires, donde se afincaría definitivamente. En Argentina alternó su trabajo de diseñadora gráfica para portadas de libros y revistas con el de documentación fotográfica para diversos organismos públicos. Paralelamente desarrolló un trabajo más personal, centrado en el retrato de intelectuales y artistas y en paisajes urbanos de Buenos Aires.
En 1948, una revista femenina, Idilio, decidió iniciar una sección sobre psicoanálisis: «el psicoanálisis le ayudará». La sección debía organizarse como un consultorio en el que las lectoras describirían sus sueños para que un psicólogo los interpretase. El artículo debía ir acompañado por una ilustración. La dirección de la revista le propuso a Stern ocuparse de las ilustraciones. Ésta tuvo la genial ocurrencia de que el mundo excéntrico e irreal de lo onírico no podía representarse mejor por medio de ningún procedimiento que mediante el fotomontaje.
Probablemente, nadie recordaría hoy dicha revista, y menos aún la sección dedicada al psicoanálisis, sino fuera por los más de cien fotomontajes que creó Grete Stern para ella. En ellos mostró una sutil crítica a la condición femenina de la época que escondía al tiempo una contundente denuncia de la situación de la mujer.
No conozco el sueño en el que está inspirado el presente fotomontaje, ni el comentario que lo acompañaba pero quizá no estuviera muy alejado del comentario que Luis Priamo hizo para el catálogo Grete Stern. Sueños, publicado con motivo de la exposición dedicada a la fotógrafa argentina en el Institut Valencià d’Art Modern en 1995:
En Los sueños de ajedrez la mujer-ficha es, sin duda, la Reina del tablero. Su largo vestido y sus guantes nos informan de que se trata de una «señora». Sin embargo, es una señora cuya vida tiene movimientos fijos, con funciones prefijadas en un espacio determinado y, sobre todo, como un elemento más en la partida que desarrolla el jugador. La mano masculina del ajedrecista no se ve, pero se la sabe presente fuera de cuadro, y puede preverse el momento en que sus dedos tomen a la Reina por la cabecita y la muevan a uno u otro lado para defender o ganar una posición. «Una Reina, sí, ¡pero pobre Reina…!», podría ser el título del trabajo, si se utilizara el criterio irónico explícito que es propio del fotomontaje político clásico.
POSDATA 10 AÑOS DESPUÉS
Gracias al amable obsequio de unos amigos he podido descubrir, cuando faltan dos días para que se cumplan diez años de la publicación de esta nota, el artículo en que se publicó este sueño. El obsequio fue el libro Movimientos en blanco y negro. Historia, literatura y arte en el ajedrez argentino. VV. AA. Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Buenos Aires, 2018 y los amigos, Sandra y Franco. Cualquier agradecimiento será poco.
Reproduzco la ilustración de dicho sueño, publicado el 19 de diciembre de 1950, con el comentario que lo acompañaba.
LOS SUEÑOS DE AJEDREZ
«¿Quién soy yo? Una simple pieza en un juego ajeno». Este es el claro mensaje que parece quererse transmitir al soñador por medio de esta imagen onírica. Y es una interpretación exacta, aunque incompleta. El «juego ajeno», el juego de ajedrez, no es algo que esté fuera de la psiquis de la soñadora; representa en realidad todo el conjunto de su vida anímica, sus sentimientos y sus deseos conscientes e inconscientes. Y, en ese juego, como una pieza entre tantas, está su YO, el yo de la soñadora, lo que ella ES (o cree ser) consciente. Todo el juego se halla movido por alguna fuerza exterior, y entonces ella —el yo de la soñadora, es decir la soñadora misma en su vida consciente— no es realmente dueña y responsable de sus actos. Lo que cree ella hacer por determinación propia el sueño le revela lo que está realizando por impulsos ajenos; todo lo que cree que le pertenece, sus sentimientos, deseos, ideas, todo es el producto de alguna fuerza misteriosa que la maneja. Un sueño de esta naturaleza es el signo de un profundo desequilibrio anímico, en el que la persona afectada deja de controlar sus fuerzas psíquicas para volverse un mero instrumento en su poder, y absolutamente nada mas que eso.
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