Brassaï era un fotógrafo que amaba la noche; amaba también, en consecuencia, a los seres que la pueblan —marginados, prostitutas, vagabundos, bohemios, artistas— y frecuentó su compañía. De su gusto por la noche y por las personas que la viven nació quizá el mejor de sus trabajos Paris de Nuit (Arts et Métiers Graphiques. Paris, 1932)
En una época en que la fotografía nocturna presentaba enormes dificultades técnicas, Brassaï aprendió a relacionarse con las luces eléctricas que alumbraban las noches, ocultándolas casi siempre en sus fotografías, pero sirviéndose de ellas para revelar la ciudad y sus habitantes. No es de extrañar pues que su ojo, «el ojo de París» lo llamó Henry Miller, se sintiera atraído por otra criatura fascinada por la luz artificial, las mariposas nocturnas, a las que dedicó una serie de fotografías. En una de ellas, llamada Mariposa a la luz, realizada en 1934, vemos, a través de la ventana donde ha quedado la mariposa varada en su búsqueda de la luz, a un hombre que juega al ajedrez
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