The Man from U.N.C.L.E. (El agente de C.I.P.O.L. en España) fue una de las series de televisión que más me gustaban en mi más tierna infancia. Quizá parte del placer que me proporcionaba fueran las dificultades que tenía que superar para verla y que constituían en sí mismas una pequeña aventura. Mis padres eran inclementes con la hora en la que debía acostarme y la serie empezaba justo cuando yo tenía que irme a la cama. Así que tenía que irme a mi habitación, meterme en la cama, hacerme el dormido y saltar de ella como un resorte en cuanto juzgaba que había pasado el tiempo suficiente para que mi madre hubiera regresado al salón. Solo quedaba descorrer mínimamente la puerta del salón y ver desde el pasillo el episodio en cuestión. ¡Ah, y estar preparado para huir ante cualquier movimiento inesperado!
El agente de C.I.P.O.L. pertenece a un género que podríamos llamar series de «la distensión», ese periodo de la Guerra Fría en que las tensiones entre los U.S.A. y la U.R.S.S. se calmaron un poco y que duró más o menos desde principios de los años sesenta hasta finales de los setenta del siglo XX. El enemigo en este género deja de ser el bloque del este y se sustituye por organizaciones criminales que quieren sojuzgar a la humanidad y hacerse con el control mundial. Aunque esas organizaciones suelen presentar todos los rasgos que la sociedad norteamericana atribuía a los soviéticos y al público no le quedaba duda de quienes eran los malos, al menos las apariencias quedaban salvadas. En el caso del agente de C.I.P.O.L. dicha organización era T.H.R.U.S.H. y la forma de combatirla unir fuerzas. Así, un agente norteamericano, Napoleón Solo (Robert Vaughn), y uno soviético, Ilya Kuryakin (David McCallum), se enfrentarán a los malvados planes de los criminales.
El episodio siete de la primera temporada lleva el insólito título de The Giuoco Piano Affair (El caso Giuoco piano) y, sí, tiene que ver con el ajedrez aunque quizá no con la apertura del mismo nombre. O al menos eso creo.
La historia es la siguiente. Los de C.I.P.O.L. están persiguiendo a los malosos de turno, que están capitaneados por la bella Gervaise Ravel (Anne Francis) y su marido. Entre Gervaise y Napoleón Solo pronto se establece una dialéctica que utiliza términos ajedrecísticos como metáfora de su enfrentamiento. El plan concebido por los agentes de C.I.P.O.L. implica ofrecer como cebo a la novia de Ilya Kuryakin —Marion Raven (Jill Ireland)— para distraer la atención de Gervaise y atraerla al mismo tiempo a una trampa. Así se entenderá mejor el siguiente diálogo, pensado posiblemente para hacer comprensible el título al espectador no versado en ajedrez.
Napoleón Solo
—¿Juega usted al ajedrez, srta. Ravel?
Gervaise Ravel
— Claro, pero ahora mismo no me apetece.
Napoleón Solo
—Entiendo. En el gambito Giuoco piano, alfil cuatro alfil dama, la dama mueve a caballo 3 y queda descolocada.
Gervaise Ravel
—Pero su dama está amenazada. No se arriesgará. Yo creo que es un farol.
Napoleón Solo
—No, no es un farol. El caballo blanco está protegiendo a mi dama
Gervaise Ravel
—Usted no tiene un caballo blanco.
Pero sí lo tenía, Ilya Kuriakin se encamina a liberar a Marion de sus secuestradores y Napoleón Solo logra detener a los conspiradores. El parlamento final de este incide en el mismo tópico:
Napoleón Solo
—La partida ha terminado, Gervaise. Damas, caballos y peones han hecho sus jugadas. El rey está perdido. Jaque mate.
Siguiendo con la idea planteada más arriba, la subtrama ajedrecística es un reflejo de la trama principal. Napoléon Solo como rey de las blancas —¿qué otro color pueden llevar los buenos?— realiza una maniobra de distracción para desviar a la dama negra —¿qué otro color pueden llevar los malos?— y dar jaque mate al rey negro, el marido de Gervaise. Los peones blancos son los policías al servicio de la ley y los peones negros, los esbirros al servicio de T.H.R.U.S.H. Los alfiles se quedaron sin papel en este capítulo.
La verdad es que todo parece un poco traído por los pelos. El Giuoco piano es la variante principal de la Apertura italiana (1. e4 e5 2.♘f3 ♞c6 3. ♗c4 ♝c5) y que yo sepa ni existe el gambito Giuoco Piano ni en ninguna variante se desvía a la dama negra a b6, al menos en la apertura. Lo que habría tenido lógica como título sería «Sacrificio de Dama» ya que el hecho de permitir el secuestro de Marion lleva directamente a la muerte del rey negro, pero no debió ocurrírseles la idea. Por cierto, contraviniendo la leyes del ajedrez, las negras siguen jugando sin rey. Pero claro, su reina era mucha reina.
Además de la trama, hay dos secuencias en el capítulo en las que sale el ajedrez, sin duda con la intención de subrayar la esencia ajedrecística del argumento. Ambas transcurren en una fiesta que que se celebra en el apartamento de Marion —a la que después se identificaría como la dama blanca— y están distribuidas de forma simétrica; una poco después del principio de la acción y la otra hacia el final.
En la primera, que transcurre antes del inicio de la misión, vemos como un hombre permanece meditando delante de un tablero de ajedrez en el que, después de varios titubeos, realiza una jugada. No tiene rival y después de mover sigue pensando. En ese momento llegan Napoleón Solo e Ilya Kuryakin a la fiesta. Kuryakin se acerca al tablero y hace ademán de jugar una pieza pero el hombre se lo impide de un manotazo y sigue mirando el tablero.
Cumplida la misión, todos regresan al apartamento de Marion, y esta es la segunda escena, donde todo sigue igual a pesar de que habían pasado varios días (eso sí que eran fiestas). Kuryakin vuelve a acercarse al tablero y esta vez realiza una jugada sin la oposición del hombre. Este se muestra sorprendido y después enfadado. Para terminar, barre de un manotazo las piezas del tablero. ¡Qué mal perder!
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