Por empezar por lo más reciente, voy a comentar la novela “La máquina de ajedrez” de Robert Löhr, publicada a comienzos de año por la editorial Grijalbo con traducción de Lluís Miralles de Imperial.
El argumento se desarrolla en torno a la figura de El Turco, el autómata ajedrecista creado en el siglo XVIII por el elector húngaro en Viena Wolfgang von Kempelen para entretener a la corte de María Teresa, y que ha hecho gran fortuna en las artes, con al menos tres novelas, una película y varios libros que intentaron desentrañar su misterio.
El argumento se desarrolla en torno a la figura de El Turco, el autómata ajedrecista creado en el siglo XVIII por el elector húngaro en Viena Wolfgang von Kempelen para entretener a la corte de María Teresa, y que ha hecho gran fortuna en las artes, con al menos tres novelas, una película y varios libros que intentaron desentrañar su misterio.
El Turco, por supuesto, era un fraude, o más bien un truco de ilusionismo, ya que un hombre, escondido dentro del mecanismo, era quien jugaba las partidas.
Aunque la sospecha de impostura es contemporánea a la aparición del invento, la más célebre acusación de fraude es la que escribió Edgar Allan Poe en su Maelzel's Chess-Player, publicado en el Southern Literary Journal en Abril de 1836.
La novela pretende reconstruir la historia del primer hombre que manipuló el autómata con una fortuna literaria que no tengo ánimos para comentar aquí, pero que no me empuja precisamente a recomendarla.
Sí voy a comentar algunos aspectos que me han llamado la atención.
El primero es común a la mayoría de las historias escritas sobre el Turco. En la realidad, los rivales del autómata eran aristócratas y burgueses que, podemos suponer, solo sabrían mover las piezas, lo que explica la facilidad de sus victorias. En la ficción, los autores insisten en enfrentarlo a jugadores experimentados lo que hace mucho menos verosímil la historia.
El segundo, lo poco realista que es la descripción de las partidas. El escritor parece pensar que cuantas más piezas se cambien, más atractiva será la partida. Un ejemplo nos dará una idea apropiada del tenor de estas descripciones:
Al final, sólo el general de Andrassy defendía al rey, pero el campo de batalla había quedado libre para la intervención de sus cañones, que derribaban todo lo que se ponía en su camino. Evitando la línea de tiro, un jinete blanco se acercó a los últimos cañones y finalmente los conquistó, aunque el mismo cayó poco después a manos de un general.
De todas formas, soy consciente de lo difícil que es describir una partida de forma realista ya que la belleza del ajedrez no está tanto en lo que se ve, en lo que se juega realmente en el tablero, como en lo que no se ve pero está ahí, componiendo un entramado de amenazas, de jugadas posibles, de infinitas variantes, que conforman una realidad virtual que es de la que los aficionados al juego obtienen su satisfacción.
De ajedrez, poco más. Alguna mención a Philidor, y un repaso a la supuesta biblioteca ajedrecística del barón von Kempelen que quizá podamos comentar en otra ocasión, una alusión al tour del caballo y la aparición como personaje de Johan Baptist Allgaier (1763-1823), el jugador austriaco más fuerte de su época y autor de uno de los primeros tratados de ajedrez en lengua alemana: Neue theorestisch-praktische anweisung zum schachpiel. Viena, 1795. Allgaier, precisamente, fue uno de los primeros manipuladores del Turco.
El resto, una novela histórica más, con su pizca de intriga, su pizca de violencia, su pizca de sexo y poco más.
El intento más serio por contar la historia del Turco es el libro de Gerald M. Levitt: The Turk, Chess Automaton, publicado en 2000 por McFarland, en el que Löhr se basó para realizar la novela. Lamentablemente, no está traducido al castellano.
FICHA TÉCNICA
ROBERT LÖHR
RANDOM HOUSE MONDADORI. BARCELONA, 2007.
TRADUCIDA POR LLUÍS MIRALLES DE IMPERIAL
1ª EDICIÓN
DER SCHACHAUTOMAT
PIPER VERLAG GMBH.MUNICH, 2005
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