En el número 4 de El correo de las damas, publicado en Madrid el 24 de julio de 1833, podemos leer el siguiente texto. Hemos respetado la ortografía y puntuación de la época.
NUEVO MODO DE JUGAR AL AJEDREZ
Sabido es que las provincias de Shenee y Shanse encierran los hombres mas opulentos de la China. En los últimos años de la vida del Emperador Keaking vivía en el distrito de Taeyoentoe una opulenta viuda llamada Chun, en compañía de un hijo: éste tenia entre otros vicios el de jugar al ajedrez; pero el ajedrez de madera , de marfil etc. es un pobrísimo ajedrez. Nuestro refinado chino concibió una idea digna de un gran calculista. Dispuso un gran salón, y arregló su piso taraceado como un enorme tablero de damas de anchísimas casillas; poniendo mesas á uno y otro estremo para él y sus adversarios. Para representar las diversas piezas del juego compró una colección de lindísimas esclavas, que vistió á la ligera , y las adiestró para ejecutar á la menor señal los movimientos, y cambios estratégicos de este juego militar. El gran jugador se ahorraba de ese modo el trabajo de mover él mismo las piezas, y aun hubo malas lenguas que dijeron, que interrumpía de vez en cuando el largo juego para contemplar á su placer la configuración esmerada de las piezas enemigas que iba comiendo. Confesemos que este ingenioso chino sabia amenizar, aligerar y variar los juegos mas pesados. Llegó sin embargo este refinamiento de gusto á oidos del Emperador , quien celoso é indignado al ver que un vasallo hubiese podido aventajarle en lujo é imaginativa, condenó al buen chino á la módica multa de tres millones de taels, desterrándole de paso á orillas del rio del Dragen negro para toda su vida, y asegurándole con la mayor afabilidad que se dignaba dejarle la cabeza sobre los hombros. ¡Qué bondad! En un país de otra especie se le hubiera conferido á Chun un privilegio exclusivo. En la China está visto que se tiene en poco la invención!
El correo de las damas fue una publicación dirigida a un público femenino que se editó en Madrid entre 1833 y 1835. Iba dirigido a mujeres de la aristocracia y la alta burguesía —la lista de suscriptoras la encabezaban la reina Isabel II, «la de los tristes destinos», y su madre, la regente María Cristina— y trataba fundamentalmente de moda, aunque también dejaba espacio para la crónica de sociedad, la literatura y la crítica de teatro, danza, etc.
Inspirada en publicaciones francesas similares, durante su primer año el encargado de la redacción fue Mariano José de Larra (1809-1837), quien le dio un tono anticasticista, mundano y afrancesado. En 1835 fue sustituido por el escritor costumbrista Antonio María Segovia (1808-1874), el Estudiante, que volvió sin complejos a lo castizo, lanzando una apasionada defensa de la mantilla como prenda patriótica.
Su lema era un latinajo extraído de las elegías de Propercio: Formosis levitas semper ámica fuit (lo que quiere decir: Las bellas gustan de ligereza y variedad). Toda una declaración de principios.
De periodicidad variable, aunque fundamentalmente semanal, se vendía al precio de 5 reales por número (0,0075 €), aunque había posibilidades de abaratar el coste mediante diversos tipos de suscripción.
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