Es bien sabido que la segunda de las novelas de Alicia escritas por Lewis Carroll (1832-1898), Through the Looking-Glass and What Alice Found There (A través del espejo y lo que Alicia encontró allí), gira en torno a una posición de ajedrez y que las piezas de este juego son personajes recurrentes en la trama.
Desde el principio de la novela, justo después de que atraviese el espejo, Alicia se encuentra con que:
¡Las piezas deambulaban de aquí para allá, por parejas!
—Ahí están el Rey Rojo y la Reina Roja —dijo Alicia en un susurro por temor a asustarlas—; y allá, el Rey Blanco y la Reina Blanca, sentados en el borde de la paleta; y ahí van las dos torres paseando del brazo...
A lo largo de la novela, diversas piezas, como las dos reinas, los dos reyes, dos de los caballos —caballeros en el libro— e incluso los peones —la propia Alicia es un peón blanco— comparten momentos de protagonismo. Las torres tienen menos presencia, pero aún así son citadas en el texto. Lo que no aparece por ninguna parte son los alfiles. Ni una sola referencia en toda la novela.
Se ha especulado con que, siendo Charles Dodgson (el verdadero nombre de Carroll) un diácono de la Iglesia Anglicana, y siendo los alfiles una clara alusión al clero —en inglés su nombre es bishops (obispos)—, no quisiera que la religión se mezclara con un asunto tan frívolo como, para la mentalidad de la época, podía serlo un libro de humor para niños.
Sea como fuere, lo cierto es que no hay alfiles en el texto de Carroll. Sí los hay en el libro, pese a todo, porque el ilustrador John Tenniel (1820-1914) los incluyó, como podemos ver en la siguiente imagen, donde un alfil blanco lee cómodamente un diario sentado en unas piedras. Detrás, los dos alfiles negros conversan.
Pero Tenniel no es Carroll.

Aprovechando esta curiosa omisión de Lewis Carroll, el escritor norteamericano Isaac Asimov (1920-1992) publicó en 1974 un cuento titulado precisamente The Curious Omission, dentro del volumen Tales of the Black Widowers (hay edición en castellano: Cuentos de los viudos negros. Alianza Editorial, 1990).
Los Viudos Negros es un club de hombres que se reúnen mensualmente para debatir sobre distintos problemas, que a veces pueden llegar a ser delictivos, presentados por el invitado que cada uno de ellos lleva en su turno de anfitrión. Sin embargo, los problemas los resuelve indefectiblemente Harry, el camarero que los atiende.
El caso en que se plantea la «curiosa omisión» es el siguiente: dos amigos, Jeremy Atwood y Lyon Sanders, se reúnen semanalmente para jugar a todo tipo de juegos: backgammon, monopoly, ajedrez, damas, damas chinas, tres en raya y una larga lista más.
Sanders es un estudioso de los juegos y los práctica por interés científico; Atwood, más por placer y por amistad. Cuando Sanders enferma, anuncia a Atwood que le va a dejar un sustancioso legado en su herencia, pero le advierte: «no te lo voy a poner fácil, seguiremos jugando hasta el final». Al poco tiempo, muere.
Al abrir el testamento, el legado de Atwood, en verdad sustancioso, queda pendiente de la resolución por parte de este de un acertijo que reza: «la curiosa omisión de Alicia». Si no logra descifrarlo en un tiempo determinado, se dispondrá del dinero de otra manera.
A partir de ese momento, Atwood se enfrasca en una frenética búsqueda: registra pormenorizadamente su propia casa, donde jugaban; busca acrósticos en el mensaje; bucea en la biografía de su amigo en busca de alguna Alicia. Todo en vano.
Desesperado por el implacable paso del tiempo, por fin reparó en la Alicia de Lewis Carroll, que había sido una de las lecturas preferidas de su amigo. Recordó que un sobrino suyo era profesor de literatura y le pidió ayuda. Este tampoco atinó con la solución, pero le puso en contacto con los Viudos Negros.
Los viudos destriparon Alicia en el País de las Maravillas. No quedó sin escrutar ni el menor de los juegos de palabras, ni la más disparatada de las paradojas lingüísticas, ni el más ilógico de los silogismos lógicos, ni los poemas, ni las prosas, pasando por la criptozoología, los gatos y los juegos de cartas basados en la baraja francesa.
Fracaso.
Como último recurso, tuvieron que recurrir al camarero.
Fue Henry el que recordó que hubo una continuación de Alicia, A través del espejo, cuyo tema era el ajedrez. Recordando el libro, Henry rememora:
—Entonces tenemos el rey, la reina, la torre, el caballo y el peón. Pero hay una sexta pieza del ajedrez: el alfil. ¿Desempeña algún papel en el libro o se lo menciona alguna vez?
Avalon dijo:
—No.
Atwood dijo:
—En una de las ilustraciones del primer capítulo aparecen dos alfiles. [Con la ilustración delante sabemos que son tres, pero Asimov probablemente lo fio a la memoria].
—Eso es obra de Tenniel —dijo Henry—, no de Carroll. Ahora bien, la total ausencia del alfil ¿no es una curiosa omisión?
Y la pregunta definitiva:
—¿Tiene usted un juego de ajedrez, sr. Atwood?
Y no necesitamos decir más, pues el sagaz lector ya habrá adivinado dónde se encondía la clave que permitirá a Atwood acceder al legado de Sanders.
FICHA TÉCNICA
LEWIS CARROLL
ALICIA ANOTADA
AKAL. MADRID, 2017
EDICIÓN DE MARTIN GARDNER
TRADUCCIÓN DE FRANCISCO TORRES OLIVER
ISAAC ASIMOV
CUENTOS DE LOS VIUDOS NEGROS
ALIANZA EDITORIAL. MADRID, 1990
TRADUCCIÓN PILAR AGRAMUNT