En una palabra, fue una jugada sencilla y elegante, de esas que sólo se ven en una buena partida de ajedrez.
Para posteriormente insistir:
Pero eso fue sólo la apertura. Luego vino el medio juego.
La a-apertura (Erast Petrovich es tartamudo) la tengo clara, también el medio juego. ¿Pero qué sabemos del final?.
Lo que se suponía una fácil campaña para las tropas zaristas, se complica de forma inesperada. Tanto que no cabe otra explicación que la existencia de un espía en la cúpula del ejército o entre los corresponsales destacados para cubrir las operaciones militares.
Precisamente entre los corresponsales de guerra extranjeros se juega mucho al ajedrez.
En la esquina opuesta algunos jugaban una partida de ajedrez. A un lado de la mesa, McLoughlin se paseaba fumando un puro con su expresión bonachona e indulgente; al otro lado, absortos en la partida, estaban sentados Soboliev, D’Hevrais y otros dos más.
(...)
Sólo le irritó que D’Hevrais continuara la estúpida partida de ajedrez. Pero esta se acercaba a su fin: los adversarios de McLoughlin se habían rendido y también el francés estaba condenado. No obstante, no estaba apesadumbrado y miraba con frecuencia a Varia, sonriendo con indolencia mientras silbaba una chansonette de moda.
Soboliev se acercó a él, contempló el tablero y comenzó a acompañarle distraídamente en el estribillo:
—Follichon, follichonnette... Dese por vencido, D’Hevrais, esto parece Waterloo.
—Un caballero de la guardia muere, pero nunca se rinde*.
(*Según la célebre frase del vizconde de Cambronne, general de la Guardia Imperial, en Waterloo al ser conminado a la rendición por los ingleses: «La guardia muere, pero no se rinde». Aunque Cambronne enfatizó la frase con un sonoro ¡mierda!)
Este (McLoughlin) comentó con Varia, desde todos los puntos de vista, las condiciones climáticas de los Balcanes, de Londres y de Oriente Próximo; analizó la estructura de la ballesta de la carreta en la que viajaban y describió detalladamente algunos estudios de ajedrez.
Varia (...) pidió a McLoughlin que le explicara otra vez cómo se realizaba la antigua defensa india. El irlandés (...) le respondió secamente que no conocía esa variante ajedrecística.
Y cuando, en el clímax final, el espía turco explica los motivos de sus acciones no deja de emplear metáforas extraídas del ajedrez:
—Se está jugando una grandiosa partida de ajedrez, en la que yo muevo las blancas.—Y Rusia, al parecer, las negras.
(...)—Hablando en términos ajedrecísticos, usted sabe lo que es un gambito, ¿no? En italiano, gambetto significa “zancadilla”. Dare il gambetto es «poner la zancadilla». Se llama «gambito» la apertura de una partida de ajedrez en la que se sacrifica una pieza para obtener una ventaja estratégica. Yo mismo he diseñado el esquema de esta partida de ajedrez y en su apertura le ofrecí a Rusia una pieza suculenta: la jugosa, apetitosa y débil Turquía. El imperio otomano se derrumba, pero el zar Alejandro no ganará la partida.
(...)
Mi vida tiene su importancia en esta partida. Mi vida es también una pieza de ajedrez y la valoro más que al imperio otomano; digamos que el imperio es un alfil y yo la reina. Pero para ganar también se puede sacrificar la reina... ¡En cualquier caso no se perderá la partida, las tablas están aseguradas!
Al final, según se desarrollan los acontecimientos debe reconocer que no todo ha salido como él esperaba:
Se ha sacrificado la reina sin particular beneficio.
Aunque, sin embargo, para Fandorin su rival sí que ha obtenido lo que quería, pese a que las autoridades están de acuerdo en que su participación fue decisiva para ganar la guerra y le condecoraron por ello, él se lamenta:
Anwar ju-jugó a la perfección su gambito y yo perdí la partida
Así es Fandorin.
BORIS AKUNIN
TRADUCCIÓN DE RAFAEL CAÑETE FUILLERAT
SALAMANDRA. BARCELONA, 2002
1ª EDICIÓN
ZAKHAROV PUBLISHERS. MOSCÚ, 1998.
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