lunes, 15 de febrero de 2016

1.000 ENTRADAS, 1.000

Pues sí, Lector, hoy publicamos la entrada 1.000 del blog y lo vamos a celebrar con algo de beber y un feroz alegato contra el ajedrez, para no ser demasiado complacientes con nosotros mismos.

Ya hemos hablado aquí de «The Imagery of Chess», la exposición que organizaron al alimón Marcel Duchamp, Max Ernst y Julien Levy en la galería de este último en 1945. Obligatoriamente, todas las obras presentadas a esta exposición debían girar en torno al ajedrez. Cada artista pudo presentar lo que estimó oportuno: cuadros, esculturas, trebejos. Los poetas André Breton y Nicolas Calas decidieron presentar un juego de ajedrez que terminaría haciendo fortuna aunque las muchas versiones modernas olviden con frecuencia su origen: el Wine Glass Chess Set.

A Breton no le gustaba mucho el ajedrez, probablemente porque culpaba al juego de que Duchamp le dedicara tantísimo tiempo en vez de dedicarse a las cosas que Breton creía que debía dedicarse. Ya en «Los pasos perdidos» (Alianza editorial. Madrid, 1972) se quejaba amargamente de ello: «Ya lo sé, Duchamp no hace más que dedicarse al ajedrez y ya sería suficiente para él mostrarse un día inigualable en este juego». Su participación en la muestra parece pues una especie de ajuste de cuentas con el organizador principal, Duchamp, ya que no se entiende que aceptara participar en ella con una obra que de alguna forma era una enmienda a la totalidad del tema de la exposición.

La obra original se perdió y solo se conoce por una descripción aparecida en Newsweek en diciembre de 1944:
Del lado de los bromistas está el brebaje preparado por los escritores surrealistas Nicolas Calas y André Breton (cuyo manifiesto de 1924 marcó el nacimiento oficial del movimiento surrealista). Estos dos piensan que el ajedrez es un juego tonto e inútil, además de narcisista. Su tablero está hecho de espejos, para que los «narcisistas» de los jugadores puedan verse a sí mismos y las piezas son copas de vino de diferentes formas y tamaños. Las «negras» llenas de vino tinto; las «blancas», de vino blanco. Cuando un jugador captura una pieza «debe beber de forma simbólica la sangre de la victima». Breton y Calas también colgaron un manifiesto llamado Profanación cuyo corolario era: «es el juego lo que debe cambiarse, no las piezas».
A partir de esta descripción se han hecho varios intentos de reconstrucción. Por ejemplo, la que el noruego Anders Nordby incluyó en su instalación de 2012, significativamente titulada «Gambito de dama rehusado», realizada en la sala Standard de Oslo.


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La aportación de Breton y Calas a «The Imagery of Chess» había pasado bastante desapercibida hasta la publicacion de «The Imagery of Chess Revisited» (Larry List e Ingrid Schaffner; George Braziller Ed., 2005) donde también se proponía una reconstrucción de la obra.


Ignoro si la artista fluxus Takako Saito conocía la obra de Breton y Calas cuando realizó su Liquor Chess aunque probablemente no. El juego de Saito formaba parte de una serie, «Disrupted Chess», que requería de los jugadores que reconocieran los trebejos, todos iguales, mediante los sentidos. En el caso del licor, mediante el gusto, pero realizó otros para la vista, el tacto, el olfato y el oído. En esta entrada hablamos de su obra.


La industria terminó por recoger la idea y comercializar unos vasos de chupito en los que se han serigrafiado los perfiles de las distintas piezas. Perdida toda su carga simbólica, la obra de arte se ha convertido en vulgar mercancía. Pero me sirve para brindar con ustedes. ¡¡A su salud!!




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