martes, 21 de octubre de 2025

TODO ESTO EXISTE

Fotografía de Antonio Benítez Barrios

En Todo esto existe, una novela del arquitecto bilbaíno Íñigo Redondo de 2020, el ajedrez tiene una presencia notable en su trama.

La novela parte de la alienación y la soledad que campan en las sociedades contemporáneas, de la indiferencia supina ante las vidas de nuestros vecinos, de la ignorancia de las necesidades o los miedos de los otros.

La acción se desarrolla en una ciudad indeterminada, triste, empobrecida, fría y gris, que poco a poco vamos ubicando en el mapa: la URSS, Ucrania, bañada por el Dniéper, hasta que un dato en concreto nos lleva a pensar, como así será, que puede ser Prípiat, la ciudad arrasada por el accidente nuclear de Chernobyl.

El discurso se centra en dos personas heridas, dolorosamente heridas: un hombre y una adolescente. Ambos emprenden una desesperada huida. El hombre hacia la anestesia que proporciona el alcohol, al ser abandonado por su esposa; la adolescente hacia no sabe dónde, después de sufrir abusos en su familia. El azar los reúne en una convivencia imposible, peligrosa, condenada al fracaso de antemano.

El ajedrez, en este contexto, juega dos papeles importantes. En primer lugar, enmarca geográfica y cronológicamente la historia. El ajedrez durante la época en que transcurre la obra, entre finales de los sesenta del siglo XX y 1986, fecha en que el desastre de Chernobyl marca el clímax de la novela, era el estandarte deportivo de la URSS. La afición al ajedrez estaba a pie de calle. Muchos soviéticos sabían jugarlo y, por lo tanto, es normal que el protagonista, Alexei, una vez olvidada su intención infantil de ser cosmonauta, se interesara por él.

El transcurrir del tiempo se va a marcar en Todo esto existe fundamentalmente por diversos hitos ajedrecísticos: el triunfo de Anatoly Kárpov en el Campeonato Mundial de Ajedrez Juvenil de 1969; la victoria de Bobby Fischer sobre Borís Spassky en 1972, algo que conmocionó a un imperio que había hecho del ajedrez una suerte de religión laica; la renuncia al título de Fischer en 1975 (aunque en la novela se dice erróneamente que fue en 1973); el primer e interminable encuentro entre Kárpov y Garry Kaspárov de 1985; la suspensión de este match por parte del presidente de la Federación Internacional de Ajedrez, el filipino Florencio Campomanes, después de cuarenta y ocho partidas y seis meses de juego; el segundo encuentro entre Kárpov y Kaspárov, también en 1985, sobre cuyo resultado los protagonistas cruzarán una apuesta que resultará decisiva —y funesta— para la culminación de la novela.

Fotografía de Liz Burkinshaw

En segundo lugar, el ajedrez marcará el progreso emocional de la adolescente, Irina, en sus relaciones con Alexei. Desde que él descubre que ella ha estado trasteando con los trebejos y decide enseñarle a jugar, uno y otra jugarán, dejarán partidas interrumpidas, se desafiarán y verán en el tablero un termómetro con el que calibrar el estado de ánimo del otro. Irina va progresando desde los primeros balbuceos, después de aprender las reglas, mediante el estudio que le permite las muchas horas libres de las que dispone. La competencia en el juego hace que Irina bascule desde la adolescente desvalida del principio de la obra hasta la joven que empieza a dominar la situación. El cambio de rol se manifiesta tempranamente en la escena de celos que monta Irina cuando Alexei es invitado a jugar por una vecina. Es su casa, su hombre, su ajedrez. Y viene ratificado por su primera victoria sobre Alexei. Irina, a partir de este momento, será el elemento dominante de la pareja. Y cuando el reactor nº 4 de Chernobyl estalle y provoque la evacuación de la ciudad, Irina reclamará el pago de la deuda contraída por Alexei por la victoria Kaspárov frente a Kárpov, lo que desencadenará la tragedia.

La importancia del ajedrez en la trama queda resaltada por el hecho de que en la huida de la atormentada ciudad de Prípiat, el tablero de ajedrez con sus piezas sea una de las pocas cosas que los protagonistas se llevan en su equipaje. Después, algunas de las piezas serán de los pocos objetos que se recuperaran y de las pocas cosas que escaparan al acto de purificación final.

Sin embargo, en la parte técnica, la novela pierde un poco el pie en lo que al ajedrez se refiere, quizá por un conocimiento superficial del mismo por parte del autor. No por esparcir algunos términos técnicos, como profilaxis o fiancheto, o mencionar esquemas de apertura, como la apertura Sokolsky (que para mí será siempre la apertura Orangután) se da coherencia ajedrecística a un texto literario. Por ejemplo, se insiste mucho, cuando la muchacha está aprendiendo a jugar, en que en un momento dado Irina pone un alfil negro sobre una casilla blanca, como si esto fuera un error. Una vecina, que ve casualmente el tablero con una posición determinada, sin más datos, dictamina que Alexei juega mejor con negras. Se sugiere que la mejora del juego de Irina se debe a que esta «juega contra sí misma», aunque hubiera sido más consistente decir que estudiaba ajedrez. Y cuando se describe la partida decisiva del segundo match de 1985 entre Kárpov y Kaspárov las imprecisiones son notables. Por poner solo un ejemplo, se dice que las blancas abren con la Siciliana y las negras responden con la Scheveningen. Evidentemente, lo correcto hubiera sido decir que las blancas abrieron de rey y las negras plantearon la defensa Siciliana, variante Scheveningen.

Y aprovechando la circunstancia favorable, la partida mencionada:

Aunque esto solo molestará a un puñado de ajedrecistas irritables, ya que no afecta a la comprensión cabal del sentido de la novela, no podemos, en este blog, dejar de señalarlo.

Las fotografías que acompañan a esta nota pertenecen a un juego de ajedrez, retratado por dos fotógrafos distintos, abandonado en la ciudad de Prípiat en 1986, después del accidente de la central nuclear de Chernobyl. Parecen hechas a propósito para ilustrar nuestro artículo.

Para saber más sobre los fotógrafos, pinche aquí.

Fotografía de Liz Burkinshaw

FICHA TÉCNICA
ÍÑIGO REDONDO
TODO EXISTE
RANDOM HOUSE ESPAÑA. BARCELONA, 2020

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