domingo, 16 de abril de 2023

DIEMER vs TROMMSDORF


Diemer vs. Trommsdorf es la primera novela del colombiano Mauricio Montenegro. Resultó ganadora del Premio Nacional de Novela Inédita 2020 del Ministerio de Cultura de Colombia. Editada por Seix Barral Colombia, también está disponible en edición electrónica.

Está inspirada en las andanzas de  Emil Josef Diemer, un ajedrecista alemán, cuya vida da desde luego para un libro y que resumimos brevemente antes de adentrarnos en la novela.

En 1931, un desempleado Diemer (nacido en 1908) decide afiliarse al NSDAP, el partido nazi, lo que motiva que fuera expulsado de su hogar por su padre. Obsesivo por naturaleza, se centra en trabajar para el partido y en jugar al ajedrez. Fue rechazado en su intento de ingresar en las S.A., pero se le encargó ser el reportero ajedrecístico del Reich, lo que le permitió viajar por toda Europa para cubrir los distintos torneos que se disputaban. Uno de ellos fue el legendario torneo AVRO de 1938, que reunió a los ocho mejores jugadores del mundo. 

Diemer hizo suyos los postulados de la Federación Alemana de Ajedrez y enfatizó el concepto de ajedrez como lucha y su importancia sicológica durante la guerra para contribuir al esfuerzo bélico. En 1943, publicó el ensayo Schach. Kampf und Kunst (Ajedrez: lucha y arte) en el que diferenciaba entre el ajedrez judío, timorato y cobarde, y el ario, combativo, valiente y arriesgado, según había formulado Franz Gutmayer (1857-1937), el principal impulsor de las ideas antisemitas en ajedrez.

En esto llegó a pasarse de frenada al acusar a Klaus Junge, el más prometedor de los jugadores jóvenes alemanes y miembro del partido nazi (moriría muy joven unos días antes del final de la guerra), de ser poco combativo y anticuado, lo que le costó una reprimenda de la jerarquía nazi que significó su caída en desgracia.

Después de la guerra, las cosas se pusieron mal para Diemer. Sobrevivió escribiendo artículos para multitud de revistas (lo que le ocasionó algunos problemas con el gremio periodístico porque se ofrecía para trabajar por tarifas inferiores a las habituales), publicando algunos libros y dando simultáneas. Pese a esta actividad frenética, vivía al borde de la subsistencia. Era un asceta: apenas comía, no bebía, no fumaba; según confesó a su biógrafo Georg Studier (Emil Joseph Diemer, ein Leben für das Schach im Spiegel seiner Zeit —Una vida para el ajedrez en el espejo de su tiempo—. Dresden 1996) no conoció mujer, al menos en el sentido bíblico de la cuestión. 

En 1953, en un confuso incidente en el que acusó a los directivos federativos de pederastia y corrupción de menores, fue expulsado de la Federación de Ajedrez de la República Federal de Alemania. Desde ese momento, tuvo que contentarse con jugar en Holanda y Suiza.

Sin embargo, fue en esta época en la que logró su mayor éxito competitivo: el primer puesto en el torneo B de Hoogovens de 1956 (aunque sin jugadores de renombre entre los participantes, salvo Joaquim Durão, pero el portugués todavía no era maestro internacional)

Sin embargo, un mal resultado en un torneo cambió su vida. En una revista femenina leyó un artículo sobre los biorritmos y ahí quiso ver la clave de sus problemas. Poco después, descubrió la obra de Nostradamus y comenzó a estudiarla con pasión. Pronto creyó haber descubierto el código que usaba Nostradamus para sus predicciones (la objeción de que parecía raro que el código estuviera oculto en una traducción moderna al alemán de las Profecías en vez del original francés de 1555 no hizo mella en su ánimo) y se centró en su estudio dejando de lado todo lo demás.

Aquejado de grafomanía, se ha calculado que escribió cerca de 10.000 cartas sobre sus investigaciones sobre Nostradamus, por las que esperaba recibir el premio Nobel. Y también por miles se contaban los análisis sobre sus queridas líneas de gambito que enviaba a cuanto ajedrecista entrara en su radio de acción. El propio excampeón mundial, Max Euwe (1901-1981), que acogió con simpatía las primeras cartas que Diemer le envió, pidió compresión a este ante los miles de análisis que le enviaba, explicándole que no podía dedicar su vida entera a analizar su gambito. 

En los años sesenta del siglo XX, comenzó a mostrar un comportamiento errático (una vez entró a gritos en un funeral afirmando que allí se estaba enterrando a un hombre vivo, denunció ante las autoridades que el río Rin se había secado y que la ciudad de  Heilderberg había recibido el impacto de bombas atómicas. Se dice que los funcionarios municipales se echaban a temblar cuando sonaba el teléfono, temiendo que fuera Diemer otra vez, anunciando el Apocalipsis.

En 1965, Diemer fue ingresado en un hospital siquiátrico, donde se le prohibió jugar al ajedrez. Allí estuvo internado hasta 1971, fecha en la que por mediación de algunos admiradores se le permitió volver a jugar al ajedrez y fue readmitido en la federación alemana de ajedrez. Sin embargo, ante la imposibilidad de mantenerse a si mismo, siguió residiendo en el hospital como mediopensionista.

Hasta su muerte en 1990 (aquí le falló el código de Nostradamus, porque él mismo había predicho que viviría hasta 2010, lo que le hubiera llevado hasta los 102 años de vida) fue sostenido económicamente por un grupo de aficionados que admiraban su juego de ataque  y sus fulgurantes combinaciones del mate.

Es difícil establecer la fuerza real de Diemer. Chessmetrics no tiene estadísticas sobre él. En opinión del gran maestro de los Países Bajos Hans Ree (1944) no pasaba de ser un maestro mediocre. El punto fuerte de Diemer era la táctica. Jugando aperturas muy irregulares, extraños gambitos y líneas secundarias logró brillantes remates contra jugadores de segundo nivel. Eso le hizo un jugador muy popular entre los aficionados en los torneos en los que participaba, pero poco más.

Hoy en día es recordado fundamentalmente por su revisión del antiguo gambito de Blackmar. Gracias a su práctica frecuente de esta apertura, hoy en día es conocido como el gambito Blackmar-Diemer. 

El grito de guerra de Emil Josef Diemer era: «¡Juega el gambito Blackmar-Diemer y el mate vendrá solo!». Lo complementaba con: «el gambito Blackmar-Diemer puede cambiar a un hombre».

La novela se articula en torno a una partida real, disputada el 4 de abril de 1973 en Bagneux (Francia) que es considerada por algunos dentro de las diez partidas más espectaculares de la década de los 70 del siglo XX (algo muy subjetivo, para mí no lo es) que le enfrentó al francés Fro Trommsdorf y narra los recuerdos de un Diemer ya anciano mientras juega la partida. Repasará su vida mientras analiza variantes y valora posiciones.

La tesis que defiende Montenegro es que todo lo que hizo Diemer en su vida fue atarse a la seguridad de las reglas, que dan sentido a la vida y que nos alejan del caos ingobernable que es la existencia. «El tablero le da la seguridad que le quita la vida», afirma en un momento de la novela. Cuando percibió que el ajedrez le podía fallar, se aferró a la numerología. No sería sino otro elemento de orden, de razón, de lógica al que aferrarse.

Lógicamente, estas premisas solo pueden llevar a la derrota. La vida, nos dice el autor, no es un juego y el azar representa una fuerza demasiado poderosa para ponerle riendas.

Como curiosidad, el seudónimo empleado por Mauricio Montenegro para presentarse al concurso fue el nombre de un jugador de ajedrez de la antigua Yugoslavia: Bruno Parma. 

Terminemos echando un vistazo a la partida que es la columna vertebral de la novela: 
 




FICHA TÉCNICA
MAURICIO MONTENEGRO
DIEMER vs TROMMSDORF
SEIX BARRAL. BOGOTÁ, 2021

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