domingo, 23 de abril de 2023

LA HERENCIA


Lily Collins (Lauren Monroe) y Patrick Warburton (Archer Monroe) en una escena de Inheritance
El padre enseña a jugar a la hija al ajedrez como medio para inculcarle una serie de enseñanzas

Inheritance es una película de 2020 dirigida por Vaughn Stein

Un rico riquísimo muere dejando una doble herencia: una multimillonaria; la otra, maldita. La dineraria la reparte desigualmente: veinte millones para su hijo, uno solo para su hija. La herencia maldita se la deja toda a ella.

Empecemos por el final.

Un tipo emborracha a la mujer de un amigo y la viola. El marido lo descubre y decide castigarlo por su cuenta (sin leyes ni juicios). Lo atrae a una propiedad donde tiene una residencia de verano. En el trayecto atropella y mata a un transeúnte al que decide enterrar sin dar parte (sin juicios ni leyes). 

Encadena al violador en un búnker subterráneo donde, entre malos tratos frecuentes, lo mantiene encerrado de por vida con una sola hora de luz al día, alimentado con proteínas en polvo, con el único entretenimiento de un tablero de ajedrez y la única compañía de las ratas. De alguna manera, el preso consigue envenenar con un raticida a su carcelero y este muere. Aquí empieza la película.

El tablero de ajedrez sigue presidiendo el despacho de Archer Monroe tras su muerte

Descubrimos que la hija es fiscal del distrito y el hijo un congresista en pleno proceso de reelección. Cuando la hija recibe su herencia se perfila el tema de fondo de la película. El conflicto de intereses entre la lealtad a la familia o el respeto a la verdad.

Por supuesto, el primer impulso de la  mujer no es llamar a la policía y aclarar el asunto, no. Antes quiere saber. Saber si lo que cuenta el preso es verdad. Este, por supuesto, oculta la violación y dice que su prisión es porque fue testigo del atropello mortal.

Poco a poco va proporcionando pruebas de que lo que dice es verdad, al tiempo que destruye la reputación del magnate (señala dónde está el cuerpo enterrado, revela que mantuvo una amante hasta su muerte).

El mundo de la fiscal del distrito, que eligió su profesión para lavar su conciencia de las prácticas oscuras que dieron origen a la fortuna familiar, se tambalea. No ayuda descubrir que su hermano el congresista tampoco es muy sensible a la ética y se aprovecha de circunstancias deshonestas para prosperar en su carrera política.

Simon Pegg (Morgan Warner) y Lily Collins (Lauren Monroe) sellan un pacto

El preso presiona. Su única opción, la única opción conforme a la verdad y la ética es liberarle. Así lo hace ella. Además, lo indemniza con el millón de dólares de su herencia y le proporciona una nueva vida en un paraíso fiscal y natural a la vez.

Y aquí la película, como suele pasar en este tipo de producciones, da un muy poco sorprendente giro de guion. Resulta que el cautivo es malo (ustedes lo saben porque se lo he dicho yo al principio). Como dice Albert Camus en El hombre rebelde a propósito de Sade, pasar treinta años de injusto cautiverio no ayuda precisamente a dulcificar el carácter. Así que ahora es un sicópata sediento de venganza. Y esta venganza quiere cobrarla en los deudos de su captor. 

En rápida sucesión se sugiere que la fiscal es el fruto de la violación y que el carcelero es su verdadero padre. De ahí la herencia maldita que recibe. Ahorraremos al lector el resto de la película. Solo diremos que al final ganan los malos, digo los buenos.

Simon Pegg (Morgan Warner) en su cautiverio

El ajedrez aparece en un primer momento en esta película como un entretenimiento familiar, un tiempo compartido entre padre e hija en el que este no solo le enseña un juego, también aprovecha para inculcarle una serie de valores sobre la vida. Un momento iniciático que hemos visto muchas veces en la literatura y el cine. En un momento dado, el padre le dice algo así como: «en la vida como en el ajedrez lo importante no es dónde estás ahora, sino dónde estarás dentro de diez movimientos».

Las demás apariciones del ajedrez en la cinta tienen que ver con el personaje cautivo. Ya dijimos que un ajedrez es el único elemento de ocio en el bunker donde este esta encerrado. Su carcelero juega con él en las visitas diarias que hace para alimentarlo. Una hora al día, se nos dice en la película. 

El resto del tiempo si quiere jugar, tiene que hacerlo a oscuras. La presencia constante del tablero en estas escenas sugiere el análisis profundo realizado por el preso en el calabozo en aras de pergeñar un plan adecuado que le permita obtener la libertad. Un asunto de estrategia. Un asunto de planificación. Un asunto de ajedrez.

Al terminar el cautiverio, después de convencer a la fiscal de que lo libere, se lleva una pieza. Quizá, pensamos, como recuerdo. Pero cuando lo deja sobre el cadáver de otra de sus víctimas comprendemos que es una firma.

La firma de un asesino.


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