Con esta, serán dos mil las entradas de este blog. No está mal. Como siempre que cae un número redondo, me permito la vanidad de poner algo personal. En este caso un regalo muy especial de mi compañera de toda la vida.
Como salida de un códice miniado, esta sirena consuela al pobre navegante perdido con una partida de ajedrez.
Me recordó un texto de uno de mis autores preferidos.
(...) sucede que las sirenas disponen de una arma más terrible aún que su canto.Es su silencio. Acaso era imaginable —aunque por cierto, eso tampoco había ocurrido— que alguien se salvara de su canto; pero sin duda alguna nadie podía salvarse de si silencio.
Y por supuesto, aún menos puede salvarse alguien de una sirena ajedrecista.
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