El escritor alemán Wilhelm Heinse (1745-1803) logró escandalizar dos veces a la biempensante sociedad alemana de su época. La primera, en 1773, con una traducción sin censuras del Satiricon de Petronio. La crudeza erótica del original latino hizo las delicias del público culto, pero en privado. En público, el escándalo tomó tal carácter que nuestro autor tuvo que cambiar de nombre.
La segunda fue la publicación de la que es su obra más conocida, Ardinghello y las islas afortunadas, en 1787. Esta obra describe una utopía social en la que una comunidad establecida en las islas de Paros y Naxos se dota de una constitución que permite el voto de las mujeres, proclama el amor libre e instituye la comunidad de bienes. De nuevo el escándalo en público y la lectura en privado. Aunque, como esta vez había tenido la precaución de publicarla de forma anónima, las repercusiones no se lo llevaron por delante.
Entre medias, se dedicó a traducir a los clásicos italianos (entre ellos los tratados de ajedrez de Ercole del Rio y Giambattista Lolli); a viajar por Europa, especialmente por Italia; a publicar varias novelas; a editar revistas; y a trabajar como bibliotecario para un noble alemán. También frecuentó los círculos del Sturm und Drang (Tormenta e ímpetu), un movimiento cultural de carácter prerromántico. Precisamente con el autor que dio su nombre al grupo, Friedrich Maximilian Klinger (1752-1831) le unió una gran amistad. La influencia de Klinger fue decisiva en el libro que vamos a comentar.
En 1803, Heinse publicó su última obra, un extraño libro de ajedrez titulado Anastasia y el juego del ajedrez: cartas desde Italia por el autor de Ardinghello.
La primera edición, publicada en Fráncfort del Meno por Varrentrapp & Wenner, llevaba en su portada un grabado de Johann Konrad Felsing que muestra a una esfinge delante de un tablero contemplando una dama de ajedrez.
Vamos a tener que recurrir al tópico de llamar inclasificable a este libro. No es propiamente una novela ni tampoco es exactamente un tratado de ajedrez, por más que su interés sea proporcionar una enseñanza del juego a los lectores. A lo sumo un tratado arcaizante, donde lo técnico se acompaña de reflexiones sobre los orígenes, sean estos legendarios o no, del ajedrez y reflexiones sobre las virtudes que atesora el juego, sobre la moral y sobre su consideración en la sociedad.
Es un texto epistolar. El argumento del libro se desarrolla a través de siete cartas que un viajero alemán, que está recorriendo Italia, envía a un corresponsal de su propio país. Las cartas se fechan entre abril de 1781 y febrero de 1782, unos diez años antes de la publicación del libro.
En las cartas habla de la personas que conoce en sus viajes que le introducen en sociedad y le acercan a los círculos de ajedrecistas locales. Cada carta reproduce partidas o posiciones de ajedrez comentadas. En sus conversaciones se filosofa sobre la existencia de la suerte en el ajedrez —nuestro protagonista defiende que existe—; sobre qué es lo que distingue al buen del mal jugador —sería la práctica y el genio, definido como el talento natural, sin el que ni el más profundo estudio puede fructificar (Heinse toma esta idea del escritor español del siglo XVI Juan Huarte de San Juan, al que cita directamente en la obra)—; de la facilidad para el juego que parecen tener los judíos; de la diferencia de fuerza entre hombres y mujeres —defiende la capacidad de ellas para jugar bien—; y de la riqueza simbólica del ajedrez.
También se habla del origen del ajedrez, señalando la India y la imitación de la guerra como país y referencias más probables, pero no se desdeña comentar las leyendas fundacionales incluidas por el persa Firdusi a principios del siglo XI en su Libro de los reyes.
La consideración del ajedrez como imitación de la guerra es constante en el libro, aunque en un momento dado se comenta que en el tablero las piezas no sufren ataques de pánico ni huyen del enemigo ni, lo que es más importante, se cuestionan qué hacen en medio de una guerra, como sí pasa con los soldados y los generales en el campo de batalla.
Las apuestas, la necesidad ser prudente cuando no se conoce la fuerza real del rival, el estudio de las partidas de los grandes jugadores, el cuestionamiento de lo escrito en los libros, aunque venga de la pluma de Philidor, son otras de las reflexiones en las que se detiene el texto.
Hablando de Philidor, gran parte de la segunda mitad del libro se dedica a refutar las conclusiones del francés, en su celebérrimo Análisis del juego de ajedrez, al que se acusa de demasiado categórico y poco minucioso. Estas afirmaciones, dice el viajero, proceden de una obra anónima de larguísimo título. Hay consenso general en que dicha obra es Sopra il Giuoco degli Scacchi Osservazione Pratiche d'Anonimo Autore Modenese (Observaciones prácticas sobre el juego del ajedrez, por un autor anónimo de Módena), publicado de forma anónima en 1750. Posteriormente se supo que el libro había sido escrito por el abogado modenés Domenico Ercole del Rio (1718-1802). Trece años después, su trabajo fue notablemente aumentado por Giambattista Lolli en otra obra de larguísimo título: Osservazioni teorico pratiche sopra il giuoco degli scacchi ossia il giuoco degli scacchi esposto nel suo migliore lume, de Giambattista Lolli, modenese. (Observaciones teórico-prácticas sobre el juego del ajedrez, o el juego del ajedrez expuesto a la mejor luz, por Giambattista Lolli, modenés), publicada en Bolonia en 1763.
Heinse traduce al pie de la letra fragmentos enteros de Lolli aunque, dado que Lolli lo reconoce explícitamente en su libro, la inspiración primera de la refutación a Philidor hay que atribuirla a Ercole del Rio. Hay que recordar que Heinse había traducido los tratados de ambos escritores italianos.
La Anastasia del título es una joven griega que juega muy bien al ajedrez y a la que los caballeros declaran «musa del ajedrez». Anastasia llegará a convertirse en profesional y jugará por dinero y fama.
Aunque Heinse no bautizó ninguno de los muchos problemas que salen en el libro con el nombre de Anastasia, tradicionalmente se ha llamado mate Anastasia a la posición siguiente:
Esta posición se halla en el libro, justo en el último capítulo, en el final de partida número dieciséis, dentro del apartado de mates en cuatro jugadas.
La posición aparece sin ninguna variación en el libro mencionado de Ercole del Rio:
Ercole del Rio
Sopra il giuoco degli scacchi, 1750
#4 (5+7)
Veamos la solución del problema en un tablero interactivo:
La parte práctica del libro se compone de posiciones, partidas y problemas comentados, aunque también tienen importancia las consideraciones generales sobre el juego. El valor relativo de las piezas, la controversia alfil frente a caballo, la importancia de tener la salida. Las partidas transcurren mayoritariamente por los caminos de la apertura italiana, aunque también aparecen otros sistemas de empezar el juego —gambitos de rey y de dama, apertura de alfil—.
Como conclusión, parece que los aspectos novelados, junto con las especulaciones filosóficas y los comentarios históricos del libro pertenecen propiamente a Heinse, mientras que la parte práctica es una recopilación de ideas, cuando no una mera traducción, de los textos de del Rio y Lolli.
Una peculiaridad importante es que el libro está escrito bajo las reglas del ajedrez italiano, que Heinse defiende ardorosamente frente al europeo, que diferían del juego practicado en el resto de los países en varios aspectos fundamentales:
La promoción del peón. En Italia cuando un peón llegaba a la octava fila solo podía promocionar en alguna pieza que ya hubiera sido capturada. Si no había ninguna, permanecía «en suspenso» hasta que una captura permitiera su transformación automática en la pieza capturada.
Passar battaglia que básicamente significa la prohibición de capturar al paso.
Y lo más importante: el enroque italiano, el enroque libre. El rey y la torre se pueden colocar libremente en cualquiera de las casillas intermedias: el rey puede ir a h1, g1 o f1 y la torre puede ir a f1 o e1 en el corto; lo mismo pasaba por el lado largo.
[Quizá, además del Free Style, tan de moda en estos días, se podía volver a las viejas normas italianas, que también dinamitan buena parte de la teoría de las aperturas pero permiten un juego idéntico al tradicional. Sería cosa de pensarlo.]
Como hemos dicho, el libro debe mucho a la correspondencia que su autor mantuvo con su amigo Klingser. Ambos jugaron al ajedrez por correspondencia y prácticamente todos los temas tratados en Anastasia fueron discutidos por ellos en sus cartas
Es una lástima que un libro de tanta importancia para los estudiosos del ajedrez histórico, que ha tenido mala suerte con las traducciones, se haya presentado en una edición tan desmañada: sin guardas ni páginas de respeto, con el texto sin marginar, sin índice general, sin índice onomástico o de materias... Todo ello dificulta notablemente las consultas posteriores a la primera lectura. El libro bien merecía una edición crítica que clarificara algunos pasajes oscuros del texto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario