jueves, 21 de mayo de 2020

ANGELICA KAUFFMAN


Angelica Kauffman fue una popular pintora del periodo neoclásico. Suiza de ascendencia austriaca, su vida transcurrió entre Londres y Roma, donde su trabajo pictórico le granjeó grandes éxitos y una excelente reputación artística. Fue amiga de algunos de los más notables intelectuales y artistas de su época: Wincklemann, Goethe, Reynolds, por ejemplo. De enorme precocidad, y muy dotada para múltiples disciplinas —destacaba en música, cantaba muy bien y tenía una enorme facilidad para los idiomas— sus mayores logros los consiguió en el campo de la pintura como retratista y autora de escenas mitológicas y paisajes, pese a que su principal interés era la pintura de historia.

Fue una de las firmantes de la carta en la que se pedía al rey Jorge III que instituyese una Academia Real de Pintura y Escultura y, una vez conseguido, fue una de las dos primeras fundadoras y miembros de pleno derecho  —la otra fue Mary Moser— de la misma.

En 1778, la Academia comisionó a Angelica Kauffman para pintar una serie de cuadros que representaran los cuatro elementos del arte. Esas pinturas se encuadraban en un conjunto más amplio que debía decorar la sala del consejo en la sede de la Academia en el palacio de Somerset House.

De acuerdo con las ideas estéticas imperantes, formuladas fundamentalmente por sir Joshua Reynolds, estos elementos serían dos aspectos prácticos y sensibles, el dibujo y el color, y otros dos técnicos e intelectuales: la invención y la composición. Angelica Kauffman desarrolló esta idea mediante cuatro figuras alegóricas, en las que se advierte la influencia de las sibilas de Miguel Ángel de la bóveda de la Capilla Sixtina del Vaticano.

La composición, que es la que ilustra la imagen que acompaña a esta nota, viene representada por una mujer ensimismada, en los que algunos han creído ver un autorretrato de la propia Kauffman, que lleva un compás en la mano y se apoya en un cuerpo arquitectónico sobre el que descansa un tablero de ajedrez. A su lado, en el suelo, yacen un pincel y unas hojas de papel.

La figura se sitúa en el límite entre lo humano, las construcciones arquitectónicas, y lo natural, el paisaje, queriendo simbolizar que el arte debe participar de los dos mundos. La composición viste de blanco, porque su intención es pura. El compás que lleva en su mano es el símbolo emblemático tradicional de la creación; por su forma se relaciona con la letra A, el origen de todas las cosas. Significa también la equidad, la capacidad de medir con justeza las cosas, sin desviarse de la verdad. El arte debe transmitir, pues, la verdad. El pincel y las hojas nos hablan de la necesaria unión de la creación con la mano, de la necesidad del boceto previo y el dibujo preparatorio. Por último, el tablero de ajedrez nos remite a la dimensión intelectual del arte, a la necesidad de planificación, de la estrategia, de la idea.

Angelica murió en Roma, en 1807, en olor de multitudes. Sus honras fúnebres fueron dirigidas por el escultor Antonio Cánova y el cortejo reunió a todos los miembros  de la Academia de San Luca, que acompañaron el féretro hasta la basílica de Sant'Andrea delle Fratte, donde fue sepultada, mientras la multitud portaba en andas dos de las mejores obras de la pintora, como se había hecho años antes en el entierro de Rafael.

FICHA TÉCNICA
ANGELICA KAUFFMAN
COMPOSITION (1778-1780)
ÓLEO SOBRE LIENZO. 126 x 148,5 cm.
ROYAL ACADEMY OF ARTS

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