Este carboncillo del célebre dibujante norteamericano Norman Rockwell parece querer ilustrar un viejo chiste ajedrecístico.
Un hombre va a visitar a un amigo y lo encuentra jugando una partida de ajedrez contra un perro.
—¡Un perro que juega al ajedrez! ¡Increíble! —le dijo sorprendido.
—Bueno, no es para tanto —contestó su amigo—. De momento, le voy ganando 3 a 1.
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