lunes, 18 de enero de 2016

EL REY BLANCO


La lectura de «El rey blanco» deja desde el primer momento una clara impresión: todas las dictaduras se parecen. Poco importa el signo, la latitud o la época. En todas medra la misma caterva de déspotas despiadados, los mismos personajes esquivos, hoscos y sombríos; los mismos tristes arribistas incapaces de la menor empatía; en todas se da la misma deshumanización en las relaciones personales, la misma violencia, la misma burocracia, el mismo sin sentido.

«El rey blanco» es la segunda novela de György Dragomán, un escritor de la marginada minoría húngara de Rumanía, y transcurre en un innominado país que no resulta aventurado identificar con la Rumanía de los últimos años de Ceacescu. Su protagonista es Yata, un niño de once años hijo de un represaliado político. Él y su madre intentan sobrevivir en una sociedad que les ha estigmatizado y marginado desde la caída en desgracia del padre, hijo de un antiguo jerarca del régimen.

Estructurada en varios relatos que se pueden leer prácticamente de forma independiente, a lo largo de la novela vemos desfilar en toda su crudeza a los personajes descritos en el primer párrafo de esta nota. Y somos testigos de su tremenda violencia. La violencia de los jefes sobre los subordinados, de los hombres sobre las mujeres, de los profesores sobre sus alumnos, de los adultos sobre los niños, de los niños entre sí. Y por encima de todos, la violencia del sistema sobre el conjunto de la sociedad. Somos testigos de la lucha de madre e hijo por salir adelante privados del sustento que proporcionaba el padre ausente. Esta lucha les lleva a pedir la ayuda de un alto funcionario, un antiguo embajador, cuyas influencias le permitirían interceder por el padre. Pero acceder para ello, lamentablemente, exige un peaje.

El gigantesco apartamento del embajador es un extraño museo repleto de animales disecados, fósiles antiquísimos e idolillos africanos. Mientras el embajador intenta seducir a la madre, el niño es confinado a una habitación apartada para que no moleste. Aterrado, descubre un extraño autómata que le invita a jugar al ajedrez.

...entonces me di cuenta de que las piezas de ajedrez eran increíblemente extrañas, las negras estaban talladas en ébano, y las blancas en marfil, y todas ellas representaban algún monstruo, las blancas, esqueletos, las negras, demonios de cabeza humana y cuerpo animal, todas tenían en las manos lanzas y espadas así como hachas y cuchillos de filo serrado, los alfiles llevaban collares y cinturones formados de calaveras y huesos, orejas y manos humanas, todo tallado con absoluto detalle, la cara del rey blanco era exactamente igual que la del embajador...

Pronto, tanto la partida de Yata contra el autómata como la entrevista de su madre con el rijoso embajador toman un mal rumbo. El hijo va perdiendo pieza tras pieza frente a la máquina, la madre va siendo acosada y el pretendido cortejo se transforma en un intento de violación. Cuando Yata descubre que no puede evitar el mate en la siguiente jugada que ejecute el autómata, decide robar el rey de su adversario y huir por la casa en busca de su madre y abandonar la residencia del embajador. Ambos han fracasado en sus deseos, el niño no ha podido derrotar al autómata y su madre no ha conseguido ayuda para su marido, peor aún, su negativa a ceder ante las pretensiones del embajador han causado el enojo de este y su más que probable venganza se cobrará en el padre de Yata. Sin embargo, pese a no salir indemnes tampoco han sido derrotados. Se han resistido ante el poder usando quizá la más poderosa de las armas de que disponen los humildes: la dignidad. Yata, además, considera que el botín capturado, el rey de marfil, les dará suerte en el futuro. La vida, en cualquier caso, sigue.

La importancia de la escena ajedrecística, que ocurre un poco después de la mitad de la novela, y que ya viene anunciada en el título de la propia obra no ha pasado inadvertida para los diseñadores encargados de elaborar las cubiertas de las diferentes ediciones que se han hecho del libro y muchas de ellas incluyen un motivo ajedrecístico en la portada.


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FICHA TÉCNICA
GYÖRGY DRAGOMÁN
EL REY BLANCO
R.B.A. BARCELONA, 2010
TRADUCCIÓN DE JOSÉ MIGUEL GONZÁLEZ TREVEJO


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