domingo, 11 de febrero de 2018

GHOST DOG: EL CAMINO DEL SAMURÁI


¿Hablas francés? No. Porque si lo hicieras sería más fácil para mí aprender inglés. Hice un curso pero, ¡joder!, es muy difícil. Quizá no tengo oído para los idiomas. Fíjate, también intenté aprender español pero me fue imposible. ¡Mierda! ¿No sabrás jugar al ajedrez?
Monólogo mantenido por Raymond (Isaach de Bankolé), un heladero haitiano que solo habla francés, frente a Pearline (Camille Winbusch), una joven clienta, en la película Ghost Dog: The Way of the Samurai (Jim Jarmusch; Pandora Filmproduktion y otros, 1999).

Difícil de clasificar, como todo el cine de Jarmusch, la película cuenta la historia de un improbable asesino a sueldo negro (Forest Whitaker) que se guía por el código del Bushidō —el camino del guerrero, el código de conducta de los samuráis— que aprende en el libro Hagakure, escrito por el samurái del siglo XVIII Yamamoto Tsunetomo.

Como todo el cine de Jarmusch, también, está película habla de la comunicación (o de las dificultades de la comunicación), de la soledad, del extrañamiento ante una sociedad confusa. Todo ello en el peculiar estilo del director, que la crítica suele llamar minimalista, en el que siguiendo los consejos de un antiguo sabio «se habla poco pero se dice mucho».


Por cierto, la música de la película es del rapero The RZA, también contumaz ajedrecista.


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