martes, 24 de marzo de 2009

DE VARIA INVENCIÓN XV (EL POBRECITO HABLADOR)


Hoy, 24 de marzo, se conmemora el bicentenario del nacimiento de Mariano José de Larra, uno de los máximos exponentes del romanticismo español y paradigma del periodista comprometido con la sociedad y con su tiempo. Tristemente, hoy en día parece tener más seguidores su hija, que pasa por ser la inventora de la estafa piramidal, que el escritor.

Las biografías sobre Larra nos hablan de su temprano interés por el ajedrez. Como ejemplo, la de Cayetano Cortés, "Vida de Don Mariano José de Larra conocido vulgarmente bajo el pseudónimo de Fígaro", dice:

En lo único que solía entretener sus ratos de ocio, las veces que no los consagraba a la lectura, era en jugar al ajedrez con su íntimo amigo el conde de Robles, que simpatizaba con él en gustos e inclinaciones
.

En sus artículos menciona varias veces el juego.


En "Varios caracteres", publicado en Revista Española el 13 de octubre de 1833, artículo en el que da un melancólico repaso a distintos hábitos españoles, encontramos el siguiente párrafo:¿Y qué hace en el café aquel viejo? Treinta años ha que viene; todas las tardes juega su partida de ajedrez; todas las tardes se la ven jugar aquellos cuatro originales que tiene en derredor; ni él hace más en la vida, ni ellos ven otra cosa. Eso es lo que se llama aislarse en medio del mundo.Aunque quizá la aportación más interesante la encontramos en una carta fechada en París el 24 de septiembre de 1835 y dirigida a sus padres en la que dice:

Es preciso acostumbrarse a considerar la vida como una partida de ajedrez: ni los hombres tienen más valor que los muñecos de palo, ni una desgracia es más que una mala jugada.


La ilustración, que muestra el pasaje citado más arriba de puño y letra de Larra, procede de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.



2 comentarios:

Evil Preacher dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Evil Preacher dijo...

Gracias por recordar la efeméride y por descubrirme esta cita: el tópico de la vida como partida de ajedrez Larra lo tiñe de un fatalismo que lo renova y lo llena de poesía.