sábado, 27 de enero de 2018

HUON DE BURDEOS


Emmanuel Joseph Raphaël Orazi, Manuel Orazi para entendernos, fue un artista francés de inspiración modernista y simbolista —y con un marcado gusto por lo esotérico (Calendrier Magique)—, que transitó por todos los caminos que ofrecen las artes gráficas: la publicidad, la escenografía y el cartelismo para teatro (Theodora, con Sarah Bernhardt) y para el cine (L'Atlantide de Pabst) y la ilustración de libros (Aphrodite de Pierre Louÿs, Salomé de Oscar Wilde o Las flores del mal de Baudelaire).

La editorial parisina Didot publicó en 1898 una edición de lujo del cantar de gesta Huon de Burdros titulada: «Las maravillosas aventuras de Huon de Burdeos, par de Francia, y la hermosa Esclaramonda; así como del pequeño rey de las hadas, Oberón». ilustrada con xilografías de Eugene Grasset y 12 láminas sobre acuarelas de Manuel Orazi (que es lo que nos importa).

La lámina que encabeza esta nota ilustra un conocido pasaje de este cantar de gesta, el enfrentamiento, con la vida en juego, entre Huon y la hija del pirata Yvorin, maestra en ajedrez. Ya sabemos —y si no podemos refresacarlo aquí— que Huon no sabe nada de ajedrez pero que salva la vida porque su hermosa rival se enamora de él en el transcurso del juego y pierde a propósito la partida.

La interpretación de esta escena por parte de Orazi presenta resabios de la pintura de historia y orientalista decimonónica mostrando un escenario casi romántico e idealizado.


HUON DE BURDEOS EN ARTEDREZ

lunes, 22 de enero de 2018

VASILY VLADIMIROVICH SHULZHENKO



Vasily Shulzhenko es un pintor ruso que realiza una pintura figurativa en la que la crítica ocupa un lugar preeminente, aunque él defina su estilo como «una pintura figurativa en el género de la imaginación libre». Personajes grotescos, marginales, enclavados en un paisaje apocalíptico de ruinas urbanas y desechos industriales pueblan sus composiciones, que posiblemente tienen más referencias a la realidad rusa contemporánea de lo que somos capaces de percibir nosotros, dada la etiqueta de «rusófobo» que se le ha endilgado en la propia Rusia (sin embargo, Shulzhenko ha nacido, vive y trabaja en Moscú). La reinterpretación paródica y desmitificadora de la Historia (el Arte, la Mitología...) es otro de los senderos que transita y a veces es indistinguible de los otros. No se cuenta Shulzhenko, en ningún caso, entre los partidarios de pintar la vida de color de rosa.

Que la vida de un Gran Maestro de Ajedrez (salvo para unos cuanto integrantes de la élite) no es fácil es un hecho más intuido que sabido, pero pocas veces ha tenido una representación plástica tan brutal como en este «Gran Maestro» de Shulzhenko, aterido de frío y solo cubierto por una ligera manta mientras estudia ajedrez sobre la nieve en una abandonada estación de ferrocarril. Aunque bien mirado, quizá solo sea una metáfora más de la vida.


domingo, 14 de enero de 2018

(500) DAYS OF SUMMER

(500) Days if Summer (Marc Webb; Fox Searchlight Pictures, 2009) es una comedia romántica que obtuvo un relativo pero inesperado éxito en los festivales de cine independiente norteamericano de la época. Quizá parte de ese éxito de debiera al uso de una narración no lineal sino a saltitos, como si fuera Rayuela de Cortázar, y a una sabia dosificación de la cantidad de dextrosa ofrecida al público.

En un momento dado de la cinta, el chico, abandonado por la chica, se refugia en un cine a ver antiguas películas europeas. Allí sueña esta parodia de la película de Ingmar Bergman El séptimo sello. Joseph Gordon-Leviitt, el protagonista de la cinta no se enfrenta con la Muerte (como el caballero Antonius Block hace en la película sueca) sino con un Cupido deslenguado que le recuerda su fracaso en el amor.

El diálogo que vemos subtitulado es más o menos el siguiente:
Tom (Antonius Block)
—Te toca. 

Cupido
—Mejor suerte la próxima vez. ¡Jódete!



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sábado, 13 de enero de 2018

FANTASMAGORIES


Fantasmagories es una serie fotográfica desarrollada por el fotógrafo catalán Israel Ariño entre los años 2005 y 2007. En esta serie el fotógrafo explora el límite entre lo real y lo fantástico, entre lo material y lo espiritual, generando imágenes extrañas e inquietantes. Una de estas fantasmagorías nos muestra una imagen espectral de un jugador de ajedrez —Serafín versus Serafín es su subtítulo— empeñado en una eterna partida contra sí mismo.

El título de «fantasmagorías» rinde homenaje al mago y físico belga Étienne-Gaspard Robert que bautizó con ese nombre su espectáculo de ilusionismo en el que, basándonse en la linterna mágica, generaba ilusiones ópticas de tema generalmente macabro —esqueletos y demonios poblaban sus representaciones— con el que aterrorizaba al ingenuo público del siglo XIX.

Mi amigo Nacho Pérez Ortiz, dense un paseo por su flickr, fue quien me enseñó la obra de Ariño.

jueves, 11 de enero de 2018

BRECHT vs BENJAMIN


El dramaturgo y poeta Bertolt Brecht y el filósofo y crítico literario y artístico Walter Benjamin (ambos alemanes) desarrollaron una fecunda amistad desde 1924, fecha en la que fueron presentados por Asja Lacis, a la sazón amante de Benjamin, hasta la muerte del filósofo en 1940. Hannah Arendt dijo en 1968 que esa amistad había unido al poeta vivo más grande de Alemania con el mejor crítico del país.

Ambos se preocuparon por el papel del arte en la sociedad, ambos se opusieron firmemente al nazismo y ambos criticaron duramente al sistema capitalista, ambos tuvieron que huir y exiliarse de su país.

En 1933, después de deambular por Praga, Viena y Zürich, Brecht se instaló en la ciudad danesa de Svendborg con su familia, donde residiría durante cinco años. En mayo, al no podérselo hacer en persona, los nacionalsocialistas se resarcieron quemando sus libros.

Benjamin buscó cobijo por Francia, Italia y España, desde donde pretendía pasar a los Estados Unidos. Pero la muerte le alcanzó en Portbou. Las autoridades franquistas cancelaron los visados de tránsito por el país y, ante la perspectiva de caer en manos de la Gestapo, Benjamin se suicidó.
Antes, en 1934, 1936 y 1938, había visitado a su amigo en su residencia de Svendborg. Por el libro de Erdmut Wizisla Benjamin y Brecht. Historia de una amistad (Paidós. Buenos Aires, 2007. Traducción de Griselda Mársico) sabemos que la rutina diaria de ambos escritores incluía jugar un par de partidas de ajedrez después de la comida. De una de las partidas disputadas en el verano de 1934 quedan tres fotografías, tomadas en un breve intervalo de tiempo, en el que los contendientes efectúan tres jugadas y media, mientras el anónimo fotógrafo (o fotógrafa) daba la vuelta a la mesa retratando a los jugadores.
En el artículo Benjamin and Brecht: Attrition in friendship, publicado en el número 161 de la revista Radical Philosophy (mayo/junio de 2010) firmado por Andrew McGettigan se propone un posible desarrollo de la partida a partir de lo que se puede observar en las fotografías. En la reconstrucción de las jugadas que comentamos a continuación se sigue, en parte, dicho artículo.

La posición de las piezas sobre el tablero en la primera fotografía parece ser la que mostramos en el siguiente diagrama:


McGettigan, en el artículo citado, propone es siguiente desarrollo, advirtiendo de que podría llegarse a la misma posición por otros caminos parecidos: 1. e4 e6 2. d4 d5 3. e5 c5 4. f4 c4 5. g3 Ab4 6. Cbd2 Ad2 7. Ad2 f6 8. ef6 Df6
La segunda fotografía apenas supone un avance con respecto a la primera. Brecht ha defendido su peón de dama atacado con 9. Ae3 y Benjamin tiene en su mano el caballo de g8.




Así pues se ha ha jugado 9. Ae3 y Benajmin está en proceso de jugar 9 ... Ce7. Desde aquí hasta la posición de las piezas en la tercera fotografía se llega mediante la siguiente sucesión de jugadas: 10. h4 Cf5 11. Af2 Cc6 12. c3




Basándose en esta reconstrucción, McGettigan concede a ambos jugadores la condición de ser algo más que meros principiantes o simples «movedores de madera» e incluso se pregunta si conocerían las ideas de Nimzovitch —por aquello de que la idea subyacente en la variante del avance de la Defensa Francesa, que es la empleada en la partida, suele atribuírsele a él— tan influyentes en el ajedrez de principios del siglo XX.


Después de analizar someramente la partida, creemos que a McGettigan le cegó la pasión. Brecht y Benajamin fueron gigantes en lo suyo, pero probablemente no tuvieran ni tiempo ni ganas de profundizar en el ajedrez, que sería para ellos un simple pasatiempo con el que relajarse de las tensiones de su trabajo intelectual.

Cuando recibió la noticia de la muerte de su amigo, Brecht escribió un estremecedor poema en su memoria. En sus versos recuerda sus partidas de ajedrez en el verano de Svendborg:
A Walter Benjamin que se quitó la vida huyendo de Hitler

Cansar al otro era tu táctica preferida
en la mesa de ajedrez a la sombra del peral
el enemigo que te echó de tus libros
no se deja cansar por alguien como nosotros.

Además, el poema nos da una indicación sobre la forma de jugar de Benjamin: reflexionar largo rato las jugadas  hasta extenuar al rival. Brecht insiste en ello en una carta que se conserva y en la que invita a Benjamin a visitarle:
El tablero de ajedrez está huérfano. Cada media hora lo recorre un temblor de recuerdo: ahí siempre movía usted.
Una hipérbole, sin duda, pero la lentitud en el juego de Benjamin es corroborada por otro testimonio. Margarete Steffin, actriz, traductora y escritora, colaboradora cercana de Brecht y también residente en Svendborg, donde oficiaba de secretaria del escritor alemán y jugaba al ajedrez con él (como se puede ver en la siguiente fotografía de 1936), escribió a Benjamin:
Todavía me acuerdo, con respecto a su manera de jugar al ajedrez, de la «táctica del agotamiento», ¿sigue practicándola?

Así pues, como se decía en la época en la que no se había generaliado el uso del reloj de ajedrez, Benjamin parecía defender que para jugar al ajedrez tanto valía un buen cerebro como unas buenas posaderas.

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Quiero agradecer a Uwe Schoor que me recomendara el libro de Edmurt Wiszla. Pueden visitar su blog A6 y conocer algo de sus otras actividades aquí.

lunes, 8 de enero de 2018

UNA PARTIDA DE AJEDREZ


Este carboncillo del célebre dibujante norteamericano Norman Rockwell parece querer ilustrar un viejo chiste ajedrecístico.
Un hombre va a visitar a un amigo y lo encuentra jugando una partida de ajedrez contra un perro.
—¡Un perro que juega al ajedrez! ¡Increíble! —le dijo sorprendido.
—Bueno, no es para tanto —contestó su amigo—. De momento, le voy ganando 3 a 1.

jueves, 4 de enero de 2018

FICCIONES EN LOS 64 CUADROS

Ficciones en los 64 cuadros es una antología de cuentos compilada por el escritor argentino Sergio Gaut Vel Hartman cuyo nexo de unión es el ajedrez; mejor, «la pasión profunda y duradera» que une a la literatura con el ajedrez, como insinúa el antólogo en el prólogo. 

En sus páginas encontramos un sutil coqueteo con el crimen perfecto, en el clásico y hermoso cuento La cuestión de la dama en el Max Lange, de Abelardo Castillo (ya visto en Artedrez aquí). 
En ajedrez nunca se está seguro de nada
Una exploración sobre los límites del pensamiento y la inteligencia artificial, en el todavía más clásico El maestro de Moxon, de Ambrose Bierce.
Luego pensé que se trataba de una máquina. ¡Un autómata jugador de ajedrez!
Una partida milenaria, disputada entre unos humildes pastores y un alienígena (o un dios), en El caballo de Dios, de Eduardo Sánchez.
—¿Qué le dijo el viejo
—Dice que lo usa para jugar al ajedrez con Dios.
Otra partida, esta centenaria, que disputan dos dinastías en un tablero que abarca toda la tierra, en El decimoquinto movimiento, de César Mallorquí.  
Que el ajedrez sea el campo de batalla.
Las postreras horas del Inca Atahualpa, en El tablero de la muerte, de Víctor Montoyaviendo como sus captores juegan al ajedrez...
...apostando esmeraldas y mariposas áureas que de un soplo se levantan del suelo.
Unas gafas de sorprendentes prestaciones, en El vejete, de David Vivancos Allepuz (de quien también hemos hablado aquí).
Un jaque siempre queda bien.

Ficciones en los 64 cuadros

Un baile que también es una partida en —y este sí que es un clásico— Gargantúa y Pantagruel, de François Rabelais. 
Después de la cena, en presencia de la reina, se celebró un baile a modo de torneo o partida, no solo digno de ser visto, sino de que de él se guarde memoria eterna.
Un repaso —y es una excepción en este libro de ficciones— al mucho ajedrez que habita en la obra de Borges, en Borges y el ajedrez, de Javier Vargas Pereira. 
Si las jugadas que se hacen en el tablero correspondieran a la realidad, las variantes imaginadas, pero no hechas, equivaldrían a ficciones literarias.
La extraña simbiosis de un ajedrecista ciego con su perro lazarillo, en Las palomas de Elista, de Vicente Herrasti.
Al igual que el diablo de las leyendas ucranianas, el ajedrez se cubre el rostro con incontables máscaras superpuestas.
Tres fotografías que cierran el círculo de la indignidad, en Mate en tres, de Ricardo Castrili.
¿Que clase de revolucionario sos que ni siquiera podés dejarte ganar con un poco de dignidad?
Y una turbia historia de amor con el paisaje de fondo de un club de ajedrez en Tablero desierto, de Héctor Álvarez Castillo. 
Los otros, los que siempre buscan algo más que matar el tiempo, los que como Arnold, como yo mismo, anhelan restaurar el orden, esos no pueden dejar de sentir la herida, el dolor, la pérdida.
Interesante volumen, no solo necesariamente para los amantes del artedrez.

La ilustración de cubierta es obra del artista argentino Carlos Nine


FICHA TÉCNICA
FICCIONES EN LOS 64 CUADROS
SERGIO GAUT VEL HARTMAN (COMPILADOR)
EDICIONES DEL INSTITUTO MOVILIZADOR DE FONDOS COOPERATIVOS. BUENOS AIRES, 2004