lunes, 16 de septiembre de 2024
COSMONAUTA vs ALIENÍGENA
domingo, 15 de septiembre de 2024
COSMONÁUTICA
sábado, 14 de septiembre de 2024
AJEDREZ, POR OLGA SEMENOVA
viernes, 13 de septiembre de 2024
MAGDALENA WEGLINSKA
jueves, 12 de septiembre de 2024
UN BUEN MARIDAJE
miércoles, 11 de septiembre de 2024
EL COMISARIO LAURENZI
Daniel Hernández, el protagonista de Variaciones en rojo —el primer libro publicado por Rodolfo Walsh— corrector de pruebas de una editorial e investigador privado aficionado vuelve a aparecer en la literatura del escritor argentino en una serie de cuentos escritos entre 1956 y 1964 en varias revistas literarias. Aquí es el amigo escritor de un comisario jubilado, el comisario Laurenzi.
Estos amigos se reúnen «en el café de costumbre, en la mesa de siempre», donde el comisario consume un café, que indefectiblemente se le queda frío en medio de sus disertaciones, y una grapa doble que bebe ceremoniosamente mientras fuma tabaco negro. Luego descubrimos que el café se llama Rivadavia, que se ven casi todas las noches, y que el comisario prefiere jugar al casín (una modalidad de billar) y el narrador al ajedrez.
Ilustración de Xulio Formoso que acompañaba a un artículo de Jesús Cabaleiro Larrán publicado en periodistas en español.com en 2017. |
El segundo, publicado por primera vez en la revista Vea y Lea 4 de septiembre de 1961, se titula Trasposición de jugadas. Dejaremos el primero de ellos, Zugwang, por su mayor complejidad para otro día.
Las primeras líneas del cuento son estas:
—Abandone —sugirió el comisario Laurenzi.
—Todavía no.
—Está perdido
—Teóricamente —repuse—. Pero lo importante es saber si usted puede ganarme. Fíjese, yo no estoy jugando contra la teoría, estoy jugando contra usted. Ese es el encanto de las partidas de café.
Me miró con rencor y movió el caballo. Después no habló durante un largo rato. No era un final de problema, era simplemente un final difícil. El caballo debía realizar un complejo movimiento de lanzadera, avanzando y retrocediendo a lo largo de una línea imaginaria que cortaba la retirada de mi rey. Debo decir que, salvo una trasposición de movimientos que pudo enmendar a tiempo pero que le produjo una inexplicable irritación, el comisario condujo el final con exactitud.
Abandoné tres jugadas antes del mate inevitable, cuando ya el comisario había cambiado de cara y afectaba mover las piezas con sobradora distracción.
Cuando el narrador le pregunta a Laurenzi el porqué de su irritación ante la trasposición de jugadas, el comisario le cuenta una historia. Todos los cuentos de esta serie comienzan igual: un hecho fortuito, una palabra, una asociación de ideas, despiertan la memoria de Laurenzi.
Recordemos que en ajedrez una «trasposición de jugadas» significa que una posición puede ser alcanzada por varios caminos distintos. Muchas veces resulta indiferente el camino elegido, pero otras puede ser un grave error al permitir una jugada que por la otra vía sería imposible.
El caso al que se enfrentó Laurenzi debía ser resuelto como el célebre acertijo del lobo, la cabra y la col (acertijo de venerable antigüedad que se remonta al siglo VIII y que aparece por primera vez en la obra de Alcuino de York). Aunque es bien conocido, resumimos aquí su enunciado: un campesino compra en el mercado un lobo, una cabra y una col. En su camino de regreso a casa tiene que cruzar un río. Tiene una canoa, pero en esta solo hay sitio para él mismo y una y solo una de las cosas que ha comprado. Pero, claro, si deja solos al lobo y a la cabra aquel se comerá a esta; y si deja a la cabra y a la col, será la cabra la que se coma a la col. Así que tiene que ir pasando las cosas de una en una y cuidando siempre de no dejar al carnívoro con el herbívoro ni a este con el vegetal.
Laurenzi se encuentra con una situación similar a la del cuento en la vida real. Después de un episodio violento en una apartada estancia, tiene que transportar a los protagonistas del asunto a la comisaría. Para ello tienen que cruzar un río, pero la canoa de la que dispone solo permite que vaya una persona además de él. Un carnívoro, un herbívoro y un vegetal. ¿Pero cuál es cuál? ¡Cualquier trasposición de jugadas podría ser fatal!
martes, 10 de septiembre de 2024
MARCEL DUCHAMP EN BUENOS AIRES
lunes, 9 de septiembre de 2024
REY, POR INESSA POMELOVA
domingo, 8 de septiembre de 2024
DAN PIRARO
Tira de la serie Bizarro por Dan Piraro. Publicada el 10 de enero de 2023.
—¿A quién le toca?
—¡A mí no!
—Yo no estoy jugando
—¡Yo tampoco!
—Pensaba que estabais jugando vosotros.
—Y yo que erais vosotros.
sábado, 7 de septiembre de 2024
VAESEN. POR JOHAN EGERKRANS
viernes, 6 de septiembre de 2024
¡JAQUE AL REY! POR EDUARDO ZAMACOIS
jueves, 5 de septiembre de 2024
JAQUE A FRANCO
miércoles, 4 de septiembre de 2024
NICANOR PIÑOLE
EL ESTUDIANTE (JOSÉ MANUEL ESTUDIANDO), 1925
ÓLEO SOBRE LIENZO. 86 x 97 CM.
MUSEO NICANOR PIÑOLE DE GIJÓN
martes, 3 de septiembre de 2024
AUTORRETRATO, POR SONIA PARDO
lunes, 2 de septiembre de 2024
ANTONIO PASCUAL Y ABAD
Escena romántica de inspiración renacentista en la que se representa en un jardín palaciego al borde de un lago dos caballeros jugando al ajedrez sobre una larga mesa. Un tercer personaje observa la partida. A la izquierda dos damas hablan con un muchacho y a la derecha un perro parece contemplar el lago. Al fondo se divisa un castillo.
PERSONAJES JUGANDO AL AJEDREZ, 1852
LITOGRAFÍA. 19,8 x 37,5 CM.
MUSEO NACIONAL DEL ROMANTICISMO
domingo, 1 de septiembre de 2024
RAFAEL REIG. EL RÍO DE CENIZAS
El río de cenizas es una novela de Rafael Reig publicada en 2022 de la que entresacamos una cita hace algún tiempo. Un hombre al que un ictus y sus muchos años han llevado a una residencia de ancianos tan privada como lujosa escribe una suerte de confesión dirigida a su hijo en la que pretende ajustar cuentas con su pasado y buscar un sentido a su vida y quizá una postrer redención.
En la residencia mantiene una intensa pugna personal y ajedrecística con otro de los asilados, Nicanor Valverde. Nicanor, Nica, viene descrito de la siguiente forma:
Sobre la mesa tenía un tablero de ajedrez y un libro con el que debía estar estudiando alguna partida. Era de corta estatura, pero disfrutaba de una melena blanca de senador romano o de poeta lírico. (...) El ajedrecista parecía un buhonero, con su pañuelo rojo anudado al cuello, su camisa de lunares, su chaqueta de lana azul y unas zapatillas de felpa con un escudo heráldico.
Aunque se supone que juegan muchas más, en la novela se hace referencia expresa a trece partidas, de las que nuestro protagonista gana 5 y pierde 8. Los jugadores ensayan gran número de aperturas: tres italianas —incluido un Gambito Evans—, cuatro sicilianas —con un gambito Morra en una de ellas—, un Sistema Londres, una Benoni y una Apertura inglesa.
Elegante pero informal, diríamos: solo le faltaba un bombín. Dejó sobre la mesa el tablero, la caja de los trebejos y el reloj de la almoneda o anticuario, y se acercó a saludarme, magnífico, grave y autorizado. Me felicitó por mi pronta recuperación y manifestó su alegría al verme bueno y sano, y me invitó a jugar. Trasladó mi copa de vino a su mesa y, tras extender con delicados ademanes los faldones de la chaqueta, tomó asiento y sorteamos los colores. De los puños cerrados que me presentó elegí el izquierdo: un peón negro. Puso en marcha el reloj, veinte minutos para cada uno. Avanzó dos escaques su peón de rey, e4, a lo que respondí con una siciliana, con mi peón de alfil rey* en c5. Él avanzó dos casillas su peón de dama, d4. Me comí su peón sin titubear. Los gambitos siempre se aceptan, me enseñaba en mi juventud el maestro Cifuentes, y luego ya veremos lo que pasa. El chamarilero hizo un movimiento sorprendente, me ofreció otro peón, el del alfil del flanco de dama, movió c3. Sin pensarlo, me lo comí también, y apreté el botón del reloj. Entonces me di cuenta, era el gambito Morra (o Smith-Morra), y ahora tenía que aguantar el chaparrón. El blanco o buhonero entrega dos peones a cambio de desarrollo y de abrir líneas para un ataque peligroso. Ceder material y ganar posición: la esencia de cualquier sacrificio. El segundo peón no se debe aceptar: te quedas desprotegido, como si el blanco o vendedor ambulante hubiera tirado de un hilo hasta descoser toda mi ropa y dejarme en pelotas o in púribus. Se lanzó sobre mí como un terremoto y en quince jugadas más tuve que rendirme. Nos sobró tiempo a los dos. Escuece, ya lo creo que escuece, porque no se juega contra las piezas del adversario, sino contra su ego. El momento que más disfruto en una partida, decía Bobby Fischer, es cuando por fin consigo destruir su ego. O su alma, o su amor propio, diría yo, que soy tan reacio a Freud como a las espinacas.
*Evidentemente es el peón del alfil de la dama. Es un error de imprenta porque Reig sabe perfectamente lo que es una defensa Siciliana.
El ajedrez sirve en esta novela como aporte costumbrista, ya Alfonso X indicaba en su tratado que el ajedrez era una actividad adecuada para viejos (aunque sus mejores participantes sean cada vez más jóvenes), pero también para demostrar que el ánimo combativo, la lucha, la resiliencia, permanecen con nosotros hasta nuestras postrimerías. Además de, por supuesto, satisfacer el declarado amor por este juego del autor.
EL RÍO DE CENIZAS
TUSQUETS. BARCELONA, 2022