El ejemplo máximo del hombre práctico, porque reúne a la extrema concentración de la acción con su extrema importancia, es el estratega. Toda la vida es una guerra, y la batalla es, pues, la síntesis de la vida. Ahora bien, el estratega es un hombre que juega con las vidas como el jugador de ajedrez con las piezas del juego. ¿Qué sería del estratega si pensase que cada lance de su juego lleva la noche a mil hogares y la congoja a tres mil corazones? ¿Qué seria del mundo si fuésemos humanos? Si el hombre sintiese de verdad, no habría civilización. El arte sirve de fuga a la sensibilidad a la que ha tenido que olvidar la acción. El arte es la Gata Cenicienta, que se quedó en casa porque tuvo que ser.
Manda quien no siente. Vence quien sólo piensa en lo que necesita para vencer. El resto, que es la vaga humanidad general, amorfa, sensible, imaginativa y frágil, es no más que el telón de fondo contra el que destacan estas figuras de la escena hasta que termine la pieza de marionetas, el fondo plano de cuadrados sobre el que se levantan las piezas del ajedrez hasta que las guarde el Gran Jugador que, engañándose con una doble personalidad, juega, y se entretiene siempre consigo mismo.
Fernando Pessoa jugando al ajedrez contra el hombre más perverso del mundo, Aleister Crowley, en un café lisboeta. |
FICHA TÉCNICA
FERNANDO PESSOA
EL LIBRO DEL DESASOSIEGO
TRADUCCIÓN DE ÁNGEL CRESPO
SEIX BARRAL. BARCELONA, 1984
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