domingo, 27 de septiembre de 2020

STALAG 17

Stalag 17 (Un traidor en el infierno; Paramount Pictures, 1953) es una película bélica de Billy Wilder que transcurre íntegramente en el campo de prisioneros de guerra alemán que da título a la película.

Concretamente, la acción se sitúa en uno de los barracones del campo, en el que están internados suboficiales del aire norteamericanos. Allí vemos sus penurias, su malvivir en cautividad y sus intentos de evasión o de simplemente mejorar sus condiciones de vida. La facilidad con la que algunos de esos intentos de evasión son frustrados por los nazis hace pensar a los presos que hay un delator entre ellos.

El principal sospechoso de ser el soplón es el egoísta y cínico sargento Sefton, interpretado muy a su pesar por William Holden, a quien el personaje le parecía demasiado «antipático», pero que fue obligado por su productora a aceptarlo. Pese a ello, Holden ganó en esta película el único premio Oscar de su carrera. Quienes hayan visto la versión doblada en España, escucharían la voz del gran Félix Acaso doblando a Holden. 

El aprovechado Sefton pronto se ve muy presionado por sus compañeros de barracón que le acusan abiertamente de haberse corrompido y llegan a agredirle, dejándole malherido. Si quiere sobrevivir en el barracón, Sefton tendrá que descubrir él mismo al culpable.

Stalag 17, pese a no ser una película de ajedrez, es uno de los largometrajes en los que más presencia tiene un tablero de ajedrez. Prácticamente no hay secuencia de interior, casi todas en la película, en la que no se vea el tablero, salvo en los primeros planos y, aún así, no en todos.

La omnipresencia del tablero de ajedrez se explica muy pronto en la película. A partir de aquí empiezan lo que ahora se llaman spoilers y antes destripar la película. Supongo que no importará demasiado a los lectores que la destripe yo ahora, porque creo que, a estas alturas de la historia, todas las personas de bien habrán visto ya la película.


El medio de comunicación entre los guardianes nazis y el traidor infiltrado entre los prisioneros es la dama negra. Sí, una dama negra hueca y duplicada, en la que cabe un pequeño papel en el que transmitir instrucciones. Basta con sustituir la dama por otra idéntica para enviar un mensaje.


El descubrimiento de este hecho hace que la simple visión del tablero provoque  a partir de ese momento una sensación ominosa en el espectador. Cuando aparece, y es casi siempre, se siente el peligro, se respira el mal. El espectador no sabe todavía quién es el traidor, pero su presencia se impone poderosamente.


Sefton puede ser un vividor, pero no es un necio. Empujado por la necesidad, descubrirá el engaño y salvará la vida.

Aunque no es de las películas más valoradas de Billy Wilder, este drama bélico con los toques de humor propios del director austríaco todavía puede verse con gusto.







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