Don Moisés, el maestro, era un hombre alto, desmedrado y nervioso. Algo así como un esqueleto recubierto de piel. Habitualmente torcía media boca como si intentase morderse el lóbulo de la oreja. La molicie o el contento le hacían acentuar la mueca de tal manera que la boca se le rasgaba hasta la patilla, que se afeitaba muy abajo. Era una cosa rara aquel hombre, y a Daniel, el Mochuelo, le asustó y le interesó desde el primer día de conocerle. Le llamaba Peón, como oía que le llamaban los demás chicos, sin saber por qué. El día que le explicaron que le bautizó el juez así en atención a que don Moisés "avanzaba de frente y comía de lado", Daniel, el Mochuelo, se dijo que "bueno", pero continuó sin entenderlo y llamándole Peón un poco a tontas y a locas.
EL CAMINO
EDICIONES DESTINO. BARCELONA, 1950
FICHA TÉCNICA
MIGUEL DELIBESEL CAMINO
EDICIONES DESTINO. BARCELONA, 1950
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