Fotografiar gente jugando al ajedrez en la calle es un clásico del fotoperiodismo urbano. Se juega en todas partes del mundo y los jugadores de ajedrez suelen ser buenos modelos. No se mueven mucho, suelen estar tan abstraídos que a veces ni reparan en el fotógrafo y su extrema concentración deja translucir muchas veces intensas emociones.
Pero los ajedrecistas a veces son seres irritables, como es el caso del jugador de la imagen. La presencia del fotógrafo debió perturbar tanto sus reflexiones que se levantó iracundo a pedirle explicaciones. Espero que la sangre no llegara al río y que Michael Ken saliera indemne de la situación.
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