lunes, 2 de mayo de 2011

NAPOLEÓN BONAPARTE I

Este trabajo se redactó hace muchos años y no estaba pensado para reproducirlo en un blog. Después de muchas dudas, he decidido publicarlo tal cual fue escrito y dividirlo, por su extensión, en seis o siete partes.


Uno de los grandes tópicos de la literatura ajedrecística supone que existe una íntima relación entre lo militar y el ajedrez.[i] Quizá sea porque el primer antecedente del juego, el Chaturanga, era una representación de los cuatro cuerpos que formaban un ejército hindú, o quizá porque estrategia y táctica son disciplinas comunes a ambas actividades, pero lo cierto es que los historiadores, que discuten con apasionamiento qué país , qué cultura inventó el juego, siempre encuentran en los orígenes la representación simbólica de las sociedades que los crearon, y estas sociedades eran fundamentalmente guerreras, por lo que las piezas de los diversos ajedreces arcaicos representan ejércitos con sus reyes, generales, asesores, caballería y carros de combate. Aunque hay quien mantiene una opinión contraria, como Eduardo Scala para quien el ajedrez es “el juego de los filósofos” y “representa una cosmogonía, eso sí, con sus combates espirituales entre el orden y el caos, la luz y las tinieblas, pero no tiene nada que ver con lo militar”,[ii] la opiniones favorables a la tesis guerrera son mayoritarias. Y venerables. Ya los tratadistas árabes ensalzaron las virtudes militares del ajedrez. Según Mercadé Riambau, en un manuscrito anónimo árabe del siglo IX, editado por F. Pareja, que se halla en el Museo Británico, se dice que el que inventó el ajedrez “asemejó además este juego al arte de la guerra, porque éste es el más importante y primero de los negocios en el mundo”.[iii] Y en la transición entre los siglos IX y X, Ibn al-Mu’Tazz escribió el siguiente poema en defensa del ajedrez:

Oh tú, que cínica burla expresas
y nuestro ajedrez favorito censuras,
su técnica es ciencia misma,
nos entretiene en las congojas,
aplaca la atención del ávido enamorado,
aconseja en su arte al guerrero
cuando los peligros acechan y el riesgo apremia
y nos ofrece, cuando más lo necesitamos,
compañía en nuestra soledad.

En el siglo XII, Ibn Ezra [iv] compuso el poema didáctico “Ashorer shir be-milhamá ‘arujá” en el que se enseñaban los movimientos de las piezas, constituyendo el reglamento más antiguo de ajedrez medieval que se conserva. Su primer verso no deja dudas sobre lo que pensaba Ibn Ezra: “Voy a cantar un poema sobre una batalla en regla”.[v]

Fue basándose en estas mismas virtudes militares como el ajedrez escapó de la condena general hacia los juegos típica del pensamiento religioso cristiano medieval y renacentista. Así lo hace constar  Diego de Castillo de Villasante en su “Tratado muy útil y provechoso en reprovación de los juegos”, publicado en Valladolid en 1518, donde incita, utilizando una comparación con el ajedrez, a los príncipes cristianos a unirse contra el Islam:

tomad del exedrez los cauallos ligeros de Cicilia y Castilla, los arfiles de Venecia, y las señorías de Milan y Genoua, y los roques de Yngleterra y Ungria y otros principados, los peones y ynfantería de España, y con la dama que es la iglesia de Roma ganareys la Berbería (...) ¡Qué buen juego, qué buena ganancia, qué gran vencimiento! [vi]

Ruy López, [vii] considerado el primer tratadista moderno de Ajedrez, abunda en esta opinión. Según recoge, el Ajedrez fue inventado por el griego Palamedes en la época de la guerra de Troya “para que los soldados en el tiempo de las treguas, no se ocupasen en ejercicios viciosos, sino que siempre estuviesen intentos en las cosas de la milicia y trajesen los ingenios vivos, y ejercitados en las sutilezas de poder vencer sus enemigos”. [viii]  Todo el tratado de Ruy López está trufado de referencias al carácter militar o guerrero del juego llegando incluso a ilustrar sus consideraciones técnicas con argumentos de autoridad extraídos de los tratadistas militares clásicos, como Vegecio o Casiodoro.

No sólo los tratadistas de ajedrez opinaban así. En su “Examen de ingenios para las ciencias”, tratado en el que se pretendía establecer las características que debían tener quienes aspirasen a los distintos oficios y que tuvo una gran difusión en Europa en los siglos XVI y XVII, Huarte de San Juan dice que: “el que inventó el ajedrez hizo un modelo del arte militar, representando en él todos los pasos y contemplaciones de la guerra, sin faltar ninguno”.[ix]

Esta corriente llegó a su colmo durante la Revolución Francesa cuando, el 20 Brumario del año 2 (10 de Noviembre de 1793), Louis Bernard Guyton de Morveaux,  miembro de la Convención y del Comité de Salud Pública, elevó una iniciativa parlamentaria para adecuar los nombres de las piezas a la nueva sensibilidad republicana ya que “la palabra ajedrez tiene una etimología real, lo que es suficiente para condenarlo al olvido”.[x] Se discutió si debía prohibirse el juego, pero se desestimó al considerar que era un juego estimulante para el espíritu, pero en adelante pasaría a llamarse el juego de los campos de batalla o el de la pequeña guerra, “ya que todo el mundo sabe que el ajedrez es una imagen de la guerra”. El Rey debía ser sustituido por la Bandera, y la palabra jaque, por la expresión a la Bandera; la Dama, por el Oficial General; las Torres serían en adelante los Cañones, y el enroque sería llevar la Batería a la Bandera; los Alfiles representarían la caballería ligera: los Dragones; los Caballos serían soldados de caballería y, por último, los Peones serían la Infantería. Naturalmente la promoción de los peones que alcanzaran la octava fila representaría fielmente el ascenso de los soldados valientes.

Para Stendhal, contemporáneo y biógrafo de Napoleón, tampoco hay duda, en sus memorias sobre Napoleón, en el capítulo que trata del arte militar, dice que: “para un general en jefe la guerra es un juego de ajedrez”. El entusiasmo, el valor, quedan para los soldados, para los oficiales, el general en jefe no puede  permitirse “atender a medias a su juego de ajedrez, necesita una extremada atención a la partida”.[xi]


Hasta en el siglo XX, cuando ya hacía mucho tiempo que los tratados de ajedrez eran únicamente técnicos, podemos leer en el primer punto del celebérrimo “Mi sistema” de Nimzowitch: “desarrollo es el avance estratégico de las piezas hasta el límite. El procedimiento es parecido al comienzo de una guerra”.[xii]

Incluso para los psicólogos modernos, el ajedrez es “un sucedáneo del arte de la guerra”,[xiii] según opina Ernest Jones,

Y, por fin,  los poetas también abundan en ello:

“En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra”.[xiv]

según leemos en uno de los famosísimos sonetos que Borges dedicó al ajedrez.

Pese a todo, y aunque entre los jugadores de más nivel célebres no abundan los militares, con la  brillante excepción de  Deschapelles, de quien se hablará más adelante, y la anécdota, probablemente apócrifa, que cuenta que Clausewitz perdió en una ocasión varias partidas seguidas contra un niño de once años[xv], son múltiples las leyendas que se tejieron alrededor de los reyes y guerreros del pasado tendentes a enaltecer sus figuras con hazañas ajedrecísticas. Aunque resulta imposible determinar el nivel de juego que tuvieron, se supone que fueron grandes aficionados Abd-al-Rahman II, Tamerlán, al-Mutamid, Harum al-Rashid, Carlomagno, Carlos XII de Suecia, Federico II el Grande de Prusia, Catalina II de Rusia, Iván IV el Terrible de Rusia, Amadeo I de España, Bismarck, Enrique IV de Francia, Luis Felipe de Orleáns, Gustavo III de Suecia, Jorge III de Inglaterra, Luis XIII de Francia, Napoleón Bonaparte, Don Juan de Austria, Luis XIV de Francia, Lenin, Napoleón III.  



[i] Otra corriente, también de larguísima tradición, considera el juego una representación simbólica de la estructura jerarquizada de un reino, con los distintos cargos, dignidades y oficios que lo componen. Las leyendas fundacionales arcaicas, que suelen vincular la invención del juego a la educación de un príncipe, se adscriben a esta corriente. El ejemplo clásico es Liber de moribus hominum et de officis nobilium, sive super ludum scachorum redactado por  Jacobo de Cessolis a principios del siglo XIV.

[ii] Scala, Eduardo. El ajedrez, ¿juego de guerra?. Jaque, 396. Madrid, mayo de 1995.

[iii] Mercadé Riambau, Josep. La guerra del Golfo y el ajedrez. Revista Internacional de Ajedrez. Madrid. Septiembre, 1991.

[iv] Abraham ben Meir ibn Ezra. (1092-1167). Médico, poeta, gramático, filósofo, cabalista y astrónomo, conocido por los judíos como “El admirable”. Su obra tuvo una gran influencia en el pensamiento de la Edad Media.

[v] El poema completo puede encontrarse en: Vargas Montaner, Luis. Las reglas del ajedrez de Abraham Ibn Ezra. Raíces. Revista judía de cultura. Madrid, 2001.

[vi] Citado por Calvo, Ricardo. Otra historia del ajedrez. Jaque Siglo XXI. Sin fecha.

[vii] Primer tratadista de Ajedrez moderno, autor del Libro de la invención liberal y arte del juego del Axedrez, muy vtil y prouechofa. Affi para los que de nueuo quifieren deprender à jugarlo, como para los que lo faben jugar. Fue el jugador más fuerte de su época. Entre las muchísimas aperturas que estudió ha recibido su nombre la siguiente 1.e4 e5 2. Cf3 Cc6 3. Ab5, pero sólo en España, en el resto del mundo se la conoce como apertura española.

[viii] Ruy López de Segura Libro de la invención liberal y arte del juego del Axedrez. Alcalá de Henares, Andrés Angulo, 1561. Folio 6, página 2.

[ix] Huarte de San Juan, Juan. Examen de ingenios para las sciencias. Donde se muestra la differencia de habilidades que ay en los hombres, y el genero de letras que a cada uno responde en particular. Baeza, Juan Baptista de Montoya, 1575.

[x] Soyez, Michel Les Echecs sous la Révolution Française http://www.mjae.com/reyes/revolution.html.19/10/02

[xi] Stendhal. Napoleón. Aguilar. Madrid, 1989.

[xii] Nimzowitch, Aarón. Mi sistema. Ricardo Aguilera. Madrid, 1972.

[xiii] Fine, Reuben. Psicología del jugador de ajedrez. Ediciones Martínez Roca. Barcelona, 1974.

[xiv] Borges, Jorge Luis. El Hacedor.Alianza Editorial. Madrid, 1997.

[xv] Kenneth Frey indica que la anécdota fue relatada en 1970 durante una conferencia por el presidente del Instituto Norteamericano de Ajedrez, Roser Reeves, pero sin ofrecer más datos. Kenneth Frey Las siete enseñanzas. http://aacevedo.galeon.com/KennethF/kf-07.html

ILUSTRACIONES
(arriba) "Schach! Schach!" Tarjeta postal que caricaturizza los prolegómenos de la I Guerra Mundial. Austria y Alemania hacen una arriesgada jugada contra Rusia, Francia, Inglaterra y Japón.

(centro) "El alumno victorioso" Otra tarjeta postal, en esta el espíritu de Napoleón le sopla la estrategia militar que debe seguir contra el káiser Guillermo II a Clemenceau.

Ambas tarjetas proceden de la página web del coleccionista austriaco Gerhard Radosztics.

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