No obstante, Rojas pensó que un tablero de ajedrez podría ayudarle a concertar mejor sus pensamientos y a aclarar sus ideas. De modo que cogió uno de madera de nogal que guardaba en un arcón y lo puso sobre el escritorio. Después, sacó la bolsa que contenía las piezas. No es que Rojas fuera un experto jugador de ajedrez; lo poco que sabía lo había aprendido en un libro escrito por un condiscípulo suyo, Luis Ramírez de Lucena, que había sido publicado en Salamanca el año anterior, junto con una especie de novela sentimental, bajo el título común de Repetición de amores y arte de ajedrez. Allí había aprendido el valor de las figuras y las reglas fundamentales. Pero ahora no se trataba de jugar una partida, sino de hacer visible, de alguna manera, la compleja trama del caso.
FICHA TÉCNICA
LUIS GARCÍA JAMBRINA
EL MANUSCRITO DE NIEVE
ALFAGUARA. MADRID, 2010
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