Ya hemos mencionado que la opinión mayoritaria considera que el ajedrez es un juego de guerra. Sin embargo, hay quien considera que es un juego de amor. Veámoslo:
En 1994, Salman Rushdie publicó East, West (Oriente, Occidente), un conjunto de relatos en los que se opone la sensibilidad oriental a la occidental y en los que se describen las tensiones que padecen quienes viven a caballo entre los dos mundos.
El "Cortero" es el último de los relatos del libro (el lector interesado puede leer la versión original aquí). En este relato se cuenta la vida en Londres de una familia india, de clase acomodada, narrada por el hijo mayor, un adolescente un tanto fatuo, y la platónica historia de amor que vive el aya de la familia con el portero del inmueble en el que se alojan.
De hecho, "cortero" no es sino la forma en la que el aya, anciana y semianalfabeta, pronuncia portero para regocijo de nuestro protagonista y sus hermanas. El portero es un antiguo emigrante de la Europa del Este que ha quedado muy mermado en sus facultades mentales por una enfermedad, lo que le hace ser errático en su discurso y le granjea las burlas de los jóvenes quienes le bautizan "Misceláneo".
Nuestro protagonista tiene que visitar a un militar amigo de la familia para que le apoye en su petición de obtener la ciudadanía británica. En casa de sir Charles Lutwidge Dogson -la alusión a Lewis Carroll se redondea cuando descubrimos que el ama de llaves se llama Mrs. Liddell- juega una partida de ajedrez que logra ganar, lo que eleva su autoestima lo suficiente como para jactarse de ella en público. El aya, al escuchar el relato, le invita a jugar con el "cortero". Pero, mejor leamos a Rushdie:
-Desde luego, no me importa. Después de todo, ¿cuánto necesitaría para zurrar la badana a aquel viejo inútil? Siguió una espléndida carnicería. Misceláneo no sólo me derrotó; se me merendó con la mayor facilidad. Yo no podía creérmelo –la inteligente apertura, la fluidez de sus combinaciones, la fuerza de sus ataques, mis propias posiciones imposiblemente limitadas, estranguladas- y le pedí otra partida. Esta vez me devoró con más ganas aún. Al final, me quedé destrozado en la silla, a punto de llorar. Big girls don’t cry, me recordé, pero la canción continuaba en mi cabeza: That’s just an alibi.
-¿Quién eres? –le pregunté, con mi humillación aplastando cada sílaba-. ¿El diablo disfrazado? Misceláneo me brindó su sonrisa ancha y tonta: -Gran maestro –dijo-. Hace mucho. Antes de la cabeza.
El protagonista descubre que el viejo portero es Miroslav Mecir, un antiguo Gran Maestro cuyas partidas podían encontrarse en todas las antologías del juego. Por ejemplo en esta:
De "Cien partidas de ajedrez muy instructivas", de Robert Reshevsky, 1961: M. Mecir – M. Najdorf Dallas, 1950. Defensa nimzo-india. El ataque de un táctico puede ser difícil de resistir; el de un estratega más aún. Mientras que las amenazas del táctico son inconfundibles, el estratega complica la cuestión al mantener las cosas en suspendo. ¡Amenaza amenazar! Veamos por ejemplo esta partida. Mecir sitúa un caballo en d6 para tener un apoyo en el centro. Luego coloca un peón doblado en un ala para ocupar a su adversario en el lado de la reina. Por último trastorna la posición del lado del rey. ¿Qué puede hacer su propio adversario perplejo? ¿Cómo defenderlo todo al mismo tiempo? ¿De dónde le vendrá el golpe? ¡Obsérvese cómo Mecir no da tregua a Najdorf, al cambiar el ataque de un lado a otro!
Y esta es la partida en cuestión:
En 1994, Salman Rushdie publicó East, West (Oriente, Occidente), un conjunto de relatos en los que se opone la sensibilidad oriental a la occidental y en los que se describen las tensiones que padecen quienes viven a caballo entre los dos mundos.
El "Cortero" es el último de los relatos del libro (el lector interesado puede leer la versión original aquí). En este relato se cuenta la vida en Londres de una familia india, de clase acomodada, narrada por el hijo mayor, un adolescente un tanto fatuo, y la platónica historia de amor que vive el aya de la familia con el portero del inmueble en el que se alojan.
De hecho, "cortero" no es sino la forma en la que el aya, anciana y semianalfabeta, pronuncia portero para regocijo de nuestro protagonista y sus hermanas. El portero es un antiguo emigrante de la Europa del Este que ha quedado muy mermado en sus facultades mentales por una enfermedad, lo que le hace ser errático en su discurso y le granjea las burlas de los jóvenes quienes le bautizan "Misceláneo".
Nuestro protagonista tiene que visitar a un militar amigo de la familia para que le apoye en su petición de obtener la ciudadanía británica. En casa de sir Charles Lutwidge Dogson -la alusión a Lewis Carroll se redondea cuando descubrimos que el ama de llaves se llama Mrs. Liddell- juega una partida de ajedrez que logra ganar, lo que eleva su autoestima lo suficiente como para jactarse de ella en público. El aya, al escuchar el relato, le invita a jugar con el "cortero". Pero, mejor leamos a Rushdie:
-Desde luego, no me importa. Después de todo, ¿cuánto necesitaría para zurrar la badana a aquel viejo inútil? Siguió una espléndida carnicería. Misceláneo no sólo me derrotó; se me merendó con la mayor facilidad. Yo no podía creérmelo –la inteligente apertura, la fluidez de sus combinaciones, la fuerza de sus ataques, mis propias posiciones imposiblemente limitadas, estranguladas- y le pedí otra partida. Esta vez me devoró con más ganas aún. Al final, me quedé destrozado en la silla, a punto de llorar. Big girls don’t cry, me recordé, pero la canción continuaba en mi cabeza: That’s just an alibi.
-¿Quién eres? –le pregunté, con mi humillación aplastando cada sílaba-. ¿El diablo disfrazado? Misceláneo me brindó su sonrisa ancha y tonta: -Gran maestro –dijo-. Hace mucho. Antes de la cabeza.
El protagonista descubre que el viejo portero es Miroslav Mecir, un antiguo Gran Maestro cuyas partidas podían encontrarse en todas las antologías del juego. Por ejemplo en esta:
De "Cien partidas de ajedrez muy instructivas", de Robert Reshevsky, 1961: M. Mecir – M. Najdorf Dallas, 1950. Defensa nimzo-india. El ataque de un táctico puede ser difícil de resistir; el de un estratega más aún. Mientras que las amenazas del táctico son inconfundibles, el estratega complica la cuestión al mantener las cosas en suspendo. ¡Amenaza amenazar! Veamos por ejemplo esta partida. Mecir sitúa un caballo en d6 para tener un apoyo en el centro. Luego coloca un peón doblado en un ala para ocupar a su adversario en el lado de la reina. Por último trastorna la posición del lado del rey. ¿Qué puede hacer su propio adversario perplejo? ¿Cómo defenderlo todo al mismo tiempo? ¿De dónde le vendrá el golpe? ¡Obsérvese cómo Mecir no da tregua a Najdorf, al cambiar el ataque de un lado a otro!
Y esta es la partida en cuestión:
Miroslav Mecir vs Miguel Najdorf
E42 Defensa Nimzoindia
Dallas, 1950
1. d4 Cf6 2. c4 e6 3. Cc3 Ab4 4. e3 c5 5. Cge2 cd4 6. ed4 d5 7. c5 Ce4 8. Ad2Cd2 9. Dd2 b6 10. a3 Ac3 11. Cc3 bc5 12. dc5 a5 13. Ab5 Ad7 14. O-O O-O 15. b4 Ab5 16. Cb5 Ca6 17. Cd6 Dd7 18. f4 Tab8 19. f5 exf5 20. Tab1 ab4 21. ab4 Rh8 22. Dc3 Cc7 23. Cf5 Ce6 24. Cd6
Pero habíamos dicho que había una historia de amor. Y la hay. Escuchemos a Rushdie:
El ajedrez se había convertido en su lenguaje privado. El viejo Misceláneo, perdido como estaba para las palabras, conservaba en el tablero una gran parte de la elocuencia y la sutileza que habían desaparecido de su discurso. A medida que Mary-claro adquiría habilidad –y aprendía con velocidad sorprendente, pensaba yo con amargura, en una persona que no sabía leer ni pronunciar la “pe”- ella podía comprender mejor el ingenio de aquel maestro disminuido con el que tan inesperadamente había establecido un vínculo, y responder a él. Le enseñaba con mucha paciencia, mostrándole, no diciéndole, repitiendo una y otra vez aperturas y combinaciones y técnica de finales, hasta que ella comenzó a comprender el sentido de las secuencias. Cuando jugaban, él se imponía un hándicap, al decirle las mejores jugadas y demostrarle sus consecuencias, llevándola, paso a paso, a las infinitas posibilidades del juego. Así era su cortejo. -Es como una aventura, baba –trató de explicarme una vez-. Como ir con él a su "faís", ¿sabes? ¡Qué lugar, baapré! Bello y "feligroso" y divertido y lleno de escondrijos. Para mí es un gran descubrimiento. ¿Qué te "codría" decir? Me gusta el juego. Es una maravilla. Entonces entendí dónde estaban las cosas entre ellos. Mary-claro no se había casado, y había dicho claramente al viejo Misceláneo que era demasiado tarde para empezar con esas historias. El "cortero" era viudo, y tenía en alguna parte hijos mayores, perdidos hacía tiempo tras los muros cada vez más altos de la Europa oriental. Sin embargo, en el ajedrez habían encontrado una forma de relación amorosa, una renovación sin fin que excluía la posibilidad del aburrimiento, un cortés país de las maravillas para corazones cansados. ¿Qué habría pensado Dodo de todo aquello? Sin duda lo hubiera escandalizado ver el ajedrez, nada menos que el ajedrez, la gran representación de la guerra, transformado en arte del amor.
24... f6 25. Dh3 Tfd8 26. Tfe1 Cd4 27. Te8 28. Ce8 Te8 29. b5 Cb5 30. Dd7 Cc3
31. Tb8 Tb8 32. c6 Ce4 33. h4 1-0
31. Tb8 Tb8 32. c6 Ce4 33. h4 1-0
Pero el lector se cansará en vano si busca este libro: es una invención de Rushdie. Más éxito tendrá si busca el de Irving Chernev The Most Instructive Games of Chess Ever Played, publicado por Faber and Faber en 1966. En él descubrirá que la partida la disputaron realmente Samuel Reshevsky y Miguel Najdorf,también en Dallas, pero en 1957.
Pero habíamos dicho que había una historia de amor. Y la hay. Escuchemos a Rushdie:
El ajedrez se había convertido en su lenguaje privado. El viejo Misceláneo, perdido como estaba para las palabras, conservaba en el tablero una gran parte de la elocuencia y la sutileza que habían desaparecido de su discurso. A medida que Mary-claro adquiría habilidad –y aprendía con velocidad sorprendente, pensaba yo con amargura, en una persona que no sabía leer ni pronunciar la “pe”- ella podía comprender mejor el ingenio de aquel maestro disminuido con el que tan inesperadamente había establecido un vínculo, y responder a él. Le enseñaba con mucha paciencia, mostrándole, no diciéndole, repitiendo una y otra vez aperturas y combinaciones y técnica de finales, hasta que ella comenzó a comprender el sentido de las secuencias. Cuando jugaban, él se imponía un hándicap, al decirle las mejores jugadas y demostrarle sus consecuencias, llevándola, paso a paso, a las infinitas posibilidades del juego. Así era su cortejo. -Es como una aventura, baba –trató de explicarme una vez-. Como ir con él a su "faís", ¿sabes? ¡Qué lugar, baapré! Bello y "feligroso" y divertido y lleno de escondrijos. Para mí es un gran descubrimiento. ¿Qué te "codría" decir? Me gusta el juego. Es una maravilla. Entonces entendí dónde estaban las cosas entre ellos. Mary-claro no se había casado, y había dicho claramente al viejo Misceláneo que era demasiado tarde para empezar con esas historias. El "cortero" era viudo, y tenía en alguna parte hijos mayores, perdidos hacía tiempo tras los muros cada vez más altos de la Europa oriental. Sin embargo, en el ajedrez habían encontrado una forma de relación amorosa, una renovación sin fin que excluía la posibilidad del aburrimiento, un cortés país de las maravillas para corazones cansados. ¿Qué habría pensado Dodo de todo aquello? Sin duda lo hubiera escandalizado ver el ajedrez, nada menos que el ajedrez, la gran representación de la guerra, transformado en arte del amor.
FICHA TÉCNICA
ORIENTE, OCCIDENTE
PLAZA Y JANÉS. BARCELONA, 1997
TRADUCCIÓN DE MIGUEL SÁENZ
PLAZA Y JANÉS. BARCELONA, 1997
TRADUCCIÓN DE MIGUEL SÁENZ
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