Geoffrey Chaucer es un autor de lo que el historiador Huizinga bautizó como «el otoño de la Edad Media», los últimos años medievales, en los que las nuevas tendencias que desembocarán en el Renacimiento conviven con la herencia medieval.
Chaucer —funcionario real, diplomático, acaso espía, viajó frecuentemente por Francia, los estados italianos y los reinos peninsulares, lo que le granjeó un buen conocimiento de otras literaturas— está considerado como el escritor que dio rango literario al idioma inglés.
Desenfadado y con un punto de ironía y humor es conocido fundamentalmente por Los cuentos de Canterbury, de los que Pier Paolo Pasolini realizó una versión cinematográfica en 1972.
El libro de la duquesa es el primer poema de importancia escrito por Chaucer. Es un poema elegiaco dedicado a conmemorar la muerte de Blanca de Lancaster (1345-1369), encargado probablemente por su viudo, Juan de Gante (1349-1399). Su redacción se fecha entre 1369, fecha del fallecimiento de la duquesa, y 1371, cuando Juan contrae nuevas nupcias.
En la introducción a la edición publicada por Siruela, Jesús Serrano Reyes lo incluye en el género de las visiones del sueño, que se caracterizaría por las experiencias oníricas del narrador, quien durante el sueño experimenta ciertas situaciones que le proporcionan algún tipo de aprendizaje.
El libro de la duquesa comienza con un insomne narrador...
Hace poco, la otra noche, cuando me di cuenta de que no podía dormir, me senté sobre mi cama y mandé a alguien que me trajera un libro, la Metamorfosis de Ovidio; y me lo trajo para leer y pasar la noche. Me pareció que era mejor que jugar al ajedrez o al backgamon.
En dicho libro lee la historia de Ceix y Alcione en la que los dioses del sueño tiene un papel importante e invoca a Morfeo pidiéndole que le haga dormir, lo que le es concedido.
En el sueño aparece en un bosque maravilloso donde un caballero vestido de negro se lamenta de la pérdida de su dama. La forma en que explica su pesar es comparando lo acontecido con una partida de ajedrez.
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La fortuna y el caballero juegan al ajedrez, por María José Acosta |
¡Maldito el día que la falsa Fortuna jugó al ajedrez conmigo! La falsa traicionera y astuta que lo promete todo y no cumple nada.
(...)
«¿Qué ha hecho?», os preguntaréis. Por nuestro Señor, os lo contaré. Empezó a jugar conmigo al ajedrez. Con sus movimientos falsos y hostiles me robó y se llevó a mi reina [1]. Cuando vi a mi reina ausente, ¡ay!, no pude jugar durante más tiempo y dije: «¡Adiós cariño!; y, seguramente, ¡adiós para siempre». Con un peón adelantado en medio del tablero [2] la Fortuna gritó entonces: «¡Jaque a la reina y mate!». Ella era una jugadora más habilidosa que Átalo [3] (ése era su nombre), que fue el inventor de este juego. ¡Dios hubiera querido que yo hubiera sabido lo mismo o el doble de lo que sabía Pitágoras [4]. Habría jugado mejor y habría protegido mejor a mi reina. Aunque ¿para qué? Creo, de verdad, que no hubiera merecido la pena. No me hubiera ido mejor, pues la Fortuna sabe todos los trucos que hay y pocos conocen sus engaños.
El caballero sigue lamentándose y expresa su deseo de morir. A lo que el narrador, que ha tomado literalmente las palabras del caballero, responde:
—Recordad a Sócrates, a quien le importaba tres pimientos lo que la Fortuna pudiera hacer.
—No —replicó él, no puedo hacer eso.
—¿Por qué?, buen señor —le pregunté—. Sí, ¡por Dios! De verdad, no digáis eso. Aunque hubierais perdido la doce piezas [5] y de dolor os suicidarais, seríais condenado en este caso.
El caballero sigue contando su historia, glosando cómo conoció a la dama, las gracias y virtudes que la adornaban, lo felices que fueron juntos y la desolación en que vivía después de su pérdida.
Al final el narrador descubre que el juego de ajedrez era una metáfora de lo ocurrido a los protagonistas y que la amada dama estaba reamente muerta.
Vamos a hacer unos breves comentarios sobre los aspectos ajedrecísticos mencionados en el texto. Muchos de estos aspectos fueron estudiados por Larry Dean Benson en su monumental The Riverside Chaucer (Houghton Mifflin Company. Boston, 1867)
1 - El término empleado por Chaucer es fers, lo que en castellano se conocía como alferza. Durante la Edad Media y a lo largo de toda Europa es una pieza femenina que terminará convirtiéndose en la dama moderna.
2 - Murray nos recuerda que en los primeros siglos del ajedrez medieval dar mate en el centro del tablero era muy estimado. El peón adelantado es en original poun errant (peón viajero). Era común que los repertorios de problemas medievales llamaran así al peón que da mate.
3 - Átalo es Átalo III Philometor Euergetes (170-173 a. C.), último rey de Pérgamo, reino que legó, a su muerte, al Imperio Romano. La atribución de la invención del ajedrez a este personaje se halla en el poema medieval Roman de la Rose, compuesto por Guillaume de Lorris y Jean de Meun entre 1225 y 1240. Es probable que dicha atribución se deba a que Átalo no estuvo muy interesado en las labores de gobierno y prefirió dedicarse al estudio. Según Murray, Juan de Salisbury en su Policratus, citando a antiguos historiadores paganos, considera que Átalo investigó sobre juegos matemáticos.
4 - También según Juan de Salisbury, Pitágoras intentó facilitar el acceso a los problemas filosóficos mediante juegos de carácter matemático.
5 - En el original dice «aunque hayas perdido las 12 ferses (damas)». Naturalmente, no hay doce damas en un juego de ajedrez para un solo bando, ni aún coronando todos los peones. Por lo tanto se han aventurado las siguientes soluciones:
a) Se ha sugerido que están jugando a las damas, que efectivamente tienen doce piezas (en el caso de jugarse en un tablero de 8x8). Pero las piezas de las damas se llaman peones. También puede ser un error del narrador, que confundiera los juegos en medio de la narración.
b) También se ha especulado que se refiriese, por metonimia, a que fueran doce las partidas perdidas por el caballero.
c) Y por último, se ha pensado que la partida se desarrollaba en un tablero de 12x8, como en el conocido como Courier Chess, que estuvo muy de moda en Alemania en la época medieval.
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