Bajo este título, tomado de la revista que Javier Carpintero editó a mediados de la década de los 90, pretendo comentar las relaciones que el ajedrez ha mantenido y mantiene con la literatura y las artes plásticas.
The Thomas Crown Affair (El caso Thomas Crown en España)es una película policial de 1968 dirigida por Norman Jewison (1926-2024). Se encuadra dentro del subgénero de películas de robos y fue protagonizada por Steve McQueen y Faye Dunaway en sus principales papeles. El filme explota sin ambages el atractivo sensual de la pareja protagonista.
Un excéntrico millonario llamado Thomas Crown (Steve McQueen; Manuel Cano en el doblaje español), amante del lujo y de los deportes exclusivos, y aburrido por eso mismo de la vida (o poseído por el ennui, si preferimos decirlo a lo fino), planifica un robo con pretensiones de perfecto. Crown no se mancha las manos: los perpetradores no se conocen entre ellos ni han visto ni oído al instigador; por lo tanto, aunque fueran localizados, serían incapaces de ofrecer una pista ni siquiera una sospecha sobre su identidad.
Sin embargo, Crown encuentra en la investigadora de la compañía de seguros encargada del caso una rival a su altura. Vicky Anderson (Faye Dunaway; Elsa Fábregas en la versión doblada) infiere quién puede ser el culpable al revisar una lista de clientes del banco atracado. Y se dispone a desenmascararlo.
Empieza un juego que es a medias el juego del gato y el ratón —sin que quede claro quién es el felino y quién el roedor— y a medias un juego de seducción. Investigadora e investigado se gustan, se respetan, intentan atraer al otro a su bando y, entre juego y juego, la película empieza a derrochar glamur y sensualidad por los cuatro costados.
Faye luce hasta treinta y un conjuntos diferentes (las jóvenes los llaman outfits) a cual más sofisticado y seductor, conduce un Ferrari 250 GT —un personaje de la película se refiere al coche como «una de esas cosas italianas rojas»— y se deja llevar por el ritmo de vida desenfrenado de Steve, quien a su vez, conduce un Rolls Royce —o un buggy 4X4 cuando va a la playa—, o exhibe en su muñeca un Cartier Tank Cintrée (29.000 €) o saca del bolsillo un Patek Philippe de oro (46.660 €) cada vez que quiere saber la hora. Por supuesto, vive en una mansión con mayordomo y, la primera vez que la cámara se acerca a su biblioteca, vemos un juego de ajedrez británico de inspiración india, probablemente de marfil o hueso, bellamente tallado, con un tablero antiguo que muestra el paso del tiempo en las irregularidades de su superficie. Toda una antigüedad.
Cuando Vicky repara en el tablero, Thomas le pregunta que si juega. La respuesta de ella es toda una invitación: «pruébeme».
Steve —¿Juega?
Vicky —Pruébeme
En ese juego de ajedrez se va a disputar la escena ajedrecística más tórrida —y quizá con mejor tempo— que se haya filmado jamás.
A los acordes de una apertura española, variante Jänish-Schliemann, Vicky Anderson despliega todo su poder de seducción. El cruce de miradas, los gestos insinuantes, el deseo contenido puntean la partida de ajedrez que dura nada más y nada menos que siete minutos. ¡Siete minutos de ajedrez en pantalla! ¡Sin duda un récord!
El duelo intelectual que el ajedrez plantea se resuelve en una escena de sexo. Pero esto no disminuye la tensión entre ellos. Se convierten en amantes, pero cada uno seguirá intentando atrapar al otro.
A continuación, para su deleite, lector, la secuencia completa:
Consciente de la importancia de la escena ajedrecística como punto central de la trama que, como el resto de la película mantiene la ambigüedad sobre quién es el cazador y quién la presa, Jewison preparó concienzudamente la escena. En una entrevista recordó que el guion de Alan R. Trustman, un antiguo empleado de banca que fantaseaba con desvalijar el banco en el que trabajaba, describía la escena como «ajedrez con sexo», así que rodó «ajedrez con sexo» durante un total de ocho horas repartidas en tres días. El director de fotografía utilizó una cámara de mano y se montó en una tabla de skate que empujaban sus ayudantes. El montaje acentuó el ritmo lento de la grabación, que fue realizada con planos muy cortos. El resultado ya lo han visto ustedes.
En el material promocional anejo al DVD publicado por Metro-Goldwyn-Mayer en España, se cuenta que se contrató a un experto en ajedrez como consejero técnico. En el folleto se menciona a Alfred Sheinwold, aunque este fue un experto en bridge sin relación alguna, por lo que he podido averiguar, con el ajedrez.
Sea como fuere, se buscó una partida para que Faye Dunaway y Steve McQueen la siguieran durante la escena; una partida en la que la dama negra, trasunto del personaje de Vicky Anderson, ejerciese un papel decisivo, tal y como se insinuaba en ese momento de la acción. La elección recayó en una partida disputada en Viena el 25 de marzo de 1899 entre dos jugadores aficionados: el coronel Hippolyt Walter von Walthoffen (1830-1912) y el doctor Gustav Zeissl.
Y, efectivamente, será la dama negra la que dé el jaque definitivo en una combinación que pudo ser defendida mejor por las blancas. Cuando Vicky da el jaque que precede al mate, Thomas se levanta y propone otro juego. El cambio de actividad viene sellado por un prolongado beso.
The Thomas Crown Affair fue una película de alto presupuesto que aprovechó las últimas novedades de la industria. Aunque la técnica de ofrecer varias imágenes simultáneas en la pantalla es casi tan antigua como el cine, a mediados de los sesenta la técnica se desarrolló enormemente. Jewison hizo un uso frecuente de ella para ofrecer distintas acciones a la vez.
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