viernes, 5 de junio de 2015

EN LAS CALLES DE... EL CAMPO DE REFUGIADOS DE AL AZRAQ


Uno da por sentado que tener luz artificial es lo más común del mundo. Pero para muchos millones de refugiados no lo es. Sin luz, la noche se vuelve peligrosa, sobre todo para las mujeres. Después de la puesta de sol los enfermos no pueden ser atendidos adecuadamente. Los niños no pueden hacer sus deberes. Las familias no pueden hablar viéndose la cara.

La ACNUR (Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) y la Fundación Ikea intentan combatir la oscuridad proporcionando lámparas solares a los campos de refugiados.

Kareen, un refugiado sirio de 65 años que se aloja con su familia en el campo de al Azraq en Jordania aprovecha la luz que proporcionan esas lámparas para enseñar a jugar al ajedrez a sus nietos.

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Fotografía de S. Rich publicada en El País el 27 de enero de 2015 

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