La casa. Para la mujer de McCall era un palacio. Lo de casa se quedaba corto. Y los dos hijos, el chaval y la niña, habían sido educados para andar de puntillas por el interior, sin dejar migas ni huellas, sin provocar líos ni destrozos. McCall, que había vivido una infancia violenta junto a su hermano Tommy, lo encontraba antinatural. Sus hijos se había criado en una burbuja de miedo y amor, una mala combinación. Ahora Craig tenía catorce años e Isabel once. Adiós al sueño de que su hijo fuera jugador de fútbol profesional y su hija actriz. Craig jugaba mucho al ajedrez, pero no practicaba ningún deporte. (Había ganado una pequeña placa en el instituto después de un torneo. Después de eso McCall había intentado aprender a jugar, pero fracasó.) A Isabel le gustaba hacer punto. Se sentaban en el salón superperfecto diseñado por su madre, y se quedaban casi en silencio. Solo se oía el ruido seco de las agujas y el suave movimiento de las piezas de ajedrez.
FICHA TÉCNICA
IAN RANKINEL ESCONDITE
R.B.A. BARCELONA, 2011
TRADUCCIÓN DE PABLO MANZANO MIGLIOZZI
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