Shatranj ke khiladi (Los jugadores de Ajedrez, 1924) es un relato de Munshi Premchand uno de los principales representantes de una literatura tan poco conocida por estos pagos como es la hindi. Hasta hace bien poco, una versión en castellano de este relato era accesible en la página web "Indica, ediciones electrónicas". Lamentablemente, en los últimos tiempos esta página parece estar en un prolongado estado de mantenimiento técnico.
En las notas bio-bibliográficas que pueden encontrarse en la red se insiste en el hecho de que Premchand llevó el realismo a la literatura en hindi, y en urdu ya que también escribía en este idioma, y que su preocupación fue la de mostrar los problemas de la gente común con un ánimo reformador de la sociedad.
Los jugadores de ajedrez cuenta el interminable enfrentamiento al ajedrez entre Mirzá Sajjad Alí y Mir Roshan Alí, dos nobles ociosos que viven con desahogo de las rentas que les proporcionan sus feudos, indiferentes a cualquier cosa que no sea su pasión por el ajedrez. Insensibles a las necesidades de sus familias, insensibles a las necesidades de su país, viven enteramente sumidos en su obsesión mientras su entorno se desmorona y la “Compañía Británica de las Indias Orientales” se hace con el control político y económico en nombre de su Graciosa Majestad.
El ajedrez es, pues, el elemento escogido por Premchand como símbolo para criticar a una clase social privilegiada pero indiferente ante la sociedad a la que pertenece y cuyo egoísmo a la hora de satisfacer sus necesidades personales les llevó al abandono de sus responsabilidades y a la connivencia con la potencia extranjera que debía colonizarles.
En 1977, Satyajit Ray llevó la obra de Premchand a la gran pantalla. La película de Ray, a mi modesto entender, mejora considerablemente la obra en la que se inspira. No solo porque al ampliar el número de personajes que intervienen en la trama se ofrece un panorama más amplio de la sociedad de la época, incluido el punto de vista de los colonizadores, sino porque la forma de tratar la obsesión por el ajedrez de los protagonistas ofrece una dimensión simbólica de mayor profundidad que el brevísimo relato de Premchand.
También aquí el ajedrez es utilizado como símbolo del inmovilismo, del solipsismo, del egoísmo de una clase social desinteresada de todo y de todos, salvo de sus privilegios. Pero introduce un arma que acentúa el carácter crítico de la obra: el humor. La línea argumental del guión sigue con fidelidad la obra en la que está inspirado. También aquí los dos amigos están empeñados en un enfrentamiento sin fin al ajedrez, pero son dos personajes ridículos, ignorantes hasta del hecho de que el ajedrez se había inventado en India, extraordinariamente pagados de sí mismos y de sus ancestros ilustres pero cobardes a la hora de defender a su país, arrogantes pero cornudos porque sus esposas terminan por desesperarse ante su falta de atenciones.
Extramuros de sus palacios, algo se está moviendo. El mundo está cambiando rápidamente. Incluso, como les informa un visitante, ahora hay otra forma de jugar al ajedrez traída por los británicos, más rápida, en la que los peones pueden mover dos casillas y coronar, en la que hay una nueva pieza de inmenso poder: la dama. "Así que encuentran nuestro juego muy lento" -comenta Mirzá- "como nuestro transporte" -remata Mir entre risotadas.
Extramuros de sus palacios, algo se está moviendo. El mundo está cambiando rápidamente. Incluso, como les informa un visitante, ahora hay otra forma de jugar al ajedrez traída por los británicos, más rápida, en la que los peones pueden mover dos casillas y coronar, en la que hay una nueva pieza de inmenso poder: la dama. "Así que encuentran nuestro juego muy lento" -comenta Mirzá- "como nuestro transporte" -remata Mir entre risotadas.
La peripecia vital de ambos correrá en paralelo con la de su país, su anhelo de jugar sin interrupciones les hará ir cediendo terreno hasta quedar arrinconados. Al comenzar la película, las partidas se celebran en la casa de Mirzá. Pero allí son interrumpidos constantemente, sobre todo por la mujer de Mirzá que se queja amargamente de la soledad y el abandono a que la tiene sometida su marido. En un desesperado intento de llamar su atención, la esposa roba los trebejos. Pero, como cualquier adicto, la pareja tiene sobrados recursos procurarse su vicio.
Primero se dirigen a la casa del viejo abogado de ambos para pedirle prestado su juego, pero encuentran al anciano agonizando y su plan se frustra. Por supuesto, ninguno de los dos amigos muestra la más mínima empatía por el moribundo o por sus familiares. Sólo tienen una obsesión, encontrar un modo de seguir con sus partidas. Están obsesionados con el juego que en la calle dibujan tableros con la contera de sus bastones.
Mientras esto ocurre, los británicos están maniobrando para que su control sobre el país se transforme definitivamente en una anexión. Descubrimos que el rey es un personaje similar a nuestros protagonistas, en su caso es la poesía y la música la que llenan su existencia, más que gobernar a sus súbditos lo que hace es entretenerlos con las canciones que compone en las tediosas sesiones de gobierno.
Mirzá y Mir, tan aburridos como su rey, deambulan por la ciudad pensando qué hacer hasta que tienen una gran idea: no necesitan los trebejos desaparecidos para jugar. Vuelven a la casa e improvisan unos con frutos e utensilios domésticos.
Pero el despecho de la mujer de Mirzá no ha remitido y el juego se torna imposible. Así que deciden reanudarlo en la casa de Mir. Pero allí es peor aún, la esposa de Mir tiene un amante y a base de mentiras, afirma que los soldados del rey están buscando hombres para empuñar las armas y defender el país, consigue intimidar lo suficiente a los amigos para que abandonen la casa.
Por fin deciden alejarse de la ciudad para jugar tranquilamente en el campo, sin interrupciones. Pero ambos amigos están nerviosos, empieza una disputa por una pieza tocada y no movida. Hay insultos y salen a relucir cuernos y antepasados de dudoso linaje. El enfrentamiento va a más y uno de los amigos termina hiriendo al otro de un disparo. Aún así el único lamento que se les oye es que ahora no tienen rival contra el que jugar. En estas están cuando ven entrar a los ingleses, sin disparar un solo tiro, en la ciudad.
Lo que se presenta como tragedia en el relato de Premchand, donde los contendientes terminan matándose entre sí, se repite como farsa en la película de Ray, donde el enfrentamiento entre ambos es tan ridículo como el resto de su comportamiento. Avergonzados, conscientes de su humillación, reanudan su partida para esperar que la noche esconda sus miserias. Una última metáfora entra en juego. Esta última partida se disputará bajo las normas del ajedrez europeo. La película termina en un plano fijo de la dama en la mano de Mirzá mientras este dice: "adiós, ministro. Bienvenida, reina Victoria". La derrota se ha consumado.
SATYAJIT RAY
DEVKI CHITRA PRODUCTIONS, 1977
Primero se dirigen a la casa del viejo abogado de ambos para pedirle prestado su juego, pero encuentran al anciano agonizando y su plan se frustra. Por supuesto, ninguno de los dos amigos muestra la más mínima empatía por el moribundo o por sus familiares. Sólo tienen una obsesión, encontrar un modo de seguir con sus partidas. Están obsesionados con el juego que en la calle dibujan tableros con la contera de sus bastones.
Mientras esto ocurre, los británicos están maniobrando para que su control sobre el país se transforme definitivamente en una anexión. Descubrimos que el rey es un personaje similar a nuestros protagonistas, en su caso es la poesía y la música la que llenan su existencia, más que gobernar a sus súbditos lo que hace es entretenerlos con las canciones que compone en las tediosas sesiones de gobierno.
Mirzá y Mir, tan aburridos como su rey, deambulan por la ciudad pensando qué hacer hasta que tienen una gran idea: no necesitan los trebejos desaparecidos para jugar. Vuelven a la casa e improvisan unos con frutos e utensilios domésticos.
Pero el despecho de la mujer de Mirzá no ha remitido y el juego se torna imposible. Así que deciden reanudarlo en la casa de Mir. Pero allí es peor aún, la esposa de Mir tiene un amante y a base de mentiras, afirma que los soldados del rey están buscando hombres para empuñar las armas y defender el país, consigue intimidar lo suficiente a los amigos para que abandonen la casa.
Por fin deciden alejarse de la ciudad para jugar tranquilamente en el campo, sin interrupciones. Pero ambos amigos están nerviosos, empieza una disputa por una pieza tocada y no movida. Hay insultos y salen a relucir cuernos y antepasados de dudoso linaje. El enfrentamiento va a más y uno de los amigos termina hiriendo al otro de un disparo. Aún así el único lamento que se les oye es que ahora no tienen rival contra el que jugar. En estas están cuando ven entrar a los ingleses, sin disparar un solo tiro, en la ciudad.
Lo que se presenta como tragedia en el relato de Premchand, donde los contendientes terminan matándose entre sí, se repite como farsa en la película de Ray, donde el enfrentamiento entre ambos es tan ridículo como el resto de su comportamiento. Avergonzados, conscientes de su humillación, reanudan su partida para esperar que la noche esconda sus miserias. Una última metáfora entra en juego. Esta última partida se disputará bajo las normas del ajedrez europeo. La película termina en un plano fijo de la dama en la mano de Mirzá mientras este dice: "adiós, ministro. Bienvenida, reina Victoria". La derrota se ha consumado.
FICHA TÉCNICA
SHATRANJ KE KHILARI (LOS JUGADORES DE AJEDREZ)SATYAJIT RAY
DEVKI CHITRA PRODUCTIONS, 1977
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