Sólo mi eterna enemiga,
La abominable dama negra
Tuvo el mismo vigor que yo
Al socorrer a su rey inepto.
Inepto y débil también el mío:
Desde el principio permaneció oculto
Detrás de la fila de sus valientes peones,
Y luego abandonó el tablero,
Torpe, ridículo, a pasitos oblicuos:
Las batallas no son asunto de rey.
¡Pero yo!
¡Si yo no hubiera estado!
¡Torres y caballos sí, pero yo!
Potenten y presta, derecha y diagonal,
De lejano alcance como una ballesta,
Burlé sus defensas;
Los negros y los arrogantes
Agacharon la cabeza.
La victoria embriaga como el vino.
Ahora todo terminó,
Se apagaron el ingenio y el odio.
Una gran mano nos arrasó,
Débiles y fuertes, sabios y locos, cautos,
Blancos y negros sin orden, exánimes.
Luego nos lanzó con un crujido de cascajo
Dentro de la oscura caja de madera
Y la cerró.
¿Cuándo jugaremos la siguiente partida?
9 de Mayo de 1984
FICHA TÉCNICA
A UNA HORA INCIERTA
LA POESÍA, SEÑOR HIDALGO. BARCELONA, 2005
TRADUCCIÓN DE JEANETTE L. CLARIOND
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