Dylan Dog es un cómic de terror que lleva publicándose en Italia desde 1986. Fue creado por Tiziano Sclavi (1953) para la editorial Sergio Bonelli y el diseño de los personajes corrió a cargo de Claudio Villa (1959). La serie ha tenido unos de los mayores éxitos editoriales del cómic italiano, con millones de ejemplares vendidos y constantes reimpresiones y traducciones a otros idiomas; y ha trascendido los límites del papel, inspirando varios videojuegos, otros tantos programas radiofónicos, una película en 2010 y una anunciada serie para televisión.
Dylan Dog, cuyo héroe epónimo está dibujado a imagen y semejanza del actor británico Rupert Everett, se ha convertido en una serie de culto. En parte por la boutade que soltó Umberto Eco afirmando «puedo leer la Biblia, a Homero y Dylan Dog durante días y días sin aburrirme», en parte por sus constantes guiños al arte contemporáneo, a todo tipo de música, al cine (de terror, claro, pero también las comedias de Woody Allen tienen su peso), etc. etc.
Las veces que viajo a Italia (muchas menos de las que me gustaría) siempre compro un número de Dylan Dog, aunque el género no me gusta especialmente, es una especie de rito. En este mes de octubre compré el álbum especial La Strage silenziosa (La masacre silenciosa) correspondiente al verano de 2022. En la primera página me encontré con una referencia ajedrecística. Es una viñeta puramente casual, sin ninguna relación con la trama.
El texto corre a cargo de Rita Porretto y Silvia Mericone, que han introducido una mayor perspectiva de género en los guiones, y el dibujo es de Luca Casalaguinda.
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