jueves, 29 de julio de 2021

CUARENTENA, DE ARTHUR C. CLARKE

Eran otros tiempos más ingenuos. La inteligencia artificial estaba en pañales y aún no había alcanzado logros reseñables, al menos para el gran público. Y el ajedrez parecía una frontera que nunca iba a poder superar la máquina. Una computadora nunca podría llegar a superar a un Gran Maestro de Ajedrez. Sin embargo, estábamos solo a veinte años de que un superordenador derrotara al Campeón del Mundo de Ajedrez.

En 1977, Arthur C. Clarke (1917-2008), del que ya hablamos a propósito de 2001, una odisea espacial, publicaba en la revista Ciencia Ficción de Isaac Asimov un cortísimo cuento:

CUARENTENA, POR ATHUR C. CLARKE

Los restos llameantes de La Tierra aún ocupaban la mitad del firmamento cuando la pregunta se filtró hasta la Central desde el Generador de Curiosidad.

—¿Era realmente necesario? Aunque fueran orgánicos, habían alcanzado una Inteligencia de Tercer Orden.

—No quedaba otro remedio. Cinco unidades anteriores se infectaron sin remedio después de hacer contacto.

—¿Infectados? ¿Cómo?

Los microsegundos pasaron lentamente mientras la Central rastreaba los pocos recuerdos semidesvanecidos que habían sobrevivido a la Puerta del Censor cuando se ordenó la autodestrucción de los fuertemente amortiguados Circuitos de Reconocimiento.

—Encontraron un problema. Un problema que no podía ser plenamente analizado ni en el tiempo de vida entero del Universo. Aunque solo implicaba a seis operadores, se obsesionaron completamente con él.

—¿Cómo es posible?

—No lo sabemos, ni debemos saberlo. Si esos seis operadores reaparecieran algún día, toda la computación racional desaparecería.

—¿Cómo puede reconocérselos?

—Eso no lo sabemos. Solo sus nombres se filtraron antes de que se cerrara la Puerta del Censor. Pero, por supuesto, no significan nada.

—Sin embargo, debo saberlos.

El voltaje del Censor empezó a subir, pero no activó la Puerta.

Son estos: Rey, dama, alfil, caballo, torre y peón.


La idea de que el ajedrez pudiera desafiar la capacidad de una inteligencia alienígena altamente tecnificada, hoy, que llevamos un aparato capaz de derrotar al Campeón del Mundo en el bolsillo de nuestra chaqueta, solo puede hacernos sonreír.

ILUSTRACIÓN DE MARÍA JOSÉ ACOSTA 

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