De vez en cuando, y para descansar de pláticas y polémicas, me entregaba al noble juego del ajedrez, teniendo la honra de contender con el campeón valenciano Sr. Roselló. Fue éste mi único vicio (yo no he bebido ni fumado). Más adelante contaré cómo me desprendí de un juego que absorbía con exceso mis modestas fuerzas mentales. En él no se apuesta dinero, como dicen sus panegiristas, pero se apuesta algo más: el propio cerebro, el más grande de nuestros capitales.
FICHA TÉCNICA
SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL
RECUERDOS DE MI VIDA
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