Los políticos de todos los tiempos siempre han gustado de hacerse retratar jugando al ajedrez. Algunos eran aficionados de verdad, otros lo hacían, lo hacen, por simple propaganda.
Supongo que piensan, pensaban, que la imagen que así proyectan es la de alguien intelectualmente dotado, alguien que se enfrenta a los problemas con el rigor con el que el ajedrecista profesional se enfrenta a su quehacer. Quizá por aquello del "dime de qué presumes y te diré de qué careces".
Empezamos, pues, nueva serie: políticos de todo pelaje y condición. Desde el más humilde de los cargos municipales al más poderso de los jefes de estado. Todos ellos sentados frente a un tablero de ajedrez.
Y comenzamos con un intelectual de verdad: el presidente de la II República Española, Manuel Azaña. La foto, anónima hasta donde sé, está tomada en su residencia de la Barata (Tarrasa) el año 1938.
Supongo que piensan, pensaban, que la imagen que así proyectan es la de alguien intelectualmente dotado, alguien que se enfrenta a los problemas con el rigor con el que el ajedrecista profesional se enfrenta a su quehacer. Quizá por aquello del "dime de qué presumes y te diré de qué careces".
Empezamos, pues, nueva serie: políticos de todo pelaje y condición. Desde el más humilde de los cargos municipales al más poderso de los jefes de estado. Todos ellos sentados frente a un tablero de ajedrez.
Y comenzamos con un intelectual de verdad: el presidente de la II República Española, Manuel Azaña. La foto, anónima hasta donde sé, está tomada en su residencia de la Barata (Tarrasa) el año 1938.
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