viernes, 30 de mayo de 2025

LA PASIÓN POR EL AJEDREZ ES UNA DE LAS MÁS IRRESPONSABLES DEL MUNDO, POR H. G. WELLS

Sobre el ajedrez. 

La pasión por el ajedrez es una de las más inexplicables del mundo. Es una bofetada en la cara de la Teoría de la Selección Natural. Es la más absorbente de las ocupaciones y la menos capaz de satisfacer los deseos, una excrecencia sin nombre de la vida. Puede aniquilar a un hombre. Pongamos por caso que Ud. quiere destruir a un político prometedor o a un artista emergente. La daga o la bomba son métodos arcaicos, torpes y poco fiables, pero enséñele, inocúlele el ajedrez. Quizá porque la forma correcta de enseñar ajedrez es tan poco conocida sea por lo que en la mayoría de los casos este plan fracasa, la daga se aparta. Si todos fuéramos jugadores de ajedrez, no habría nadie que se ocupase de los negocios del mundo. Nuestros estadistas se sentarían con sus tableros de bolsillo mientras el país se va al carajo, nuestros ejércitos se enterrarían en una contemplación escaqueada, nuestros procuradores de sustento se olvidarían de sus esposas en busca de mates imposibles. El mundo entero se desorganizaría. Puedo imaginarme este abominable hipnotismo que se forja en la constitución de los hombres que hasta los cocheros conducirían sus carruajes con movimientos de caballo calle arriba y calle abajo por la carretera de Charing Cross. Aquí y allá un suicida aparecería con está patética inscripción clavada en el pecho: «di jaque con la dama demasiado pronto. No puedo soportarlo». No hay peor remordimiento que el remordimiento por el ajedrez.  
Solo que, afortunadamente, como decíamos, el ajedrez se enseña al revés. La gente dispone el tablero delante del aprendiz con los trebejos dispuestos en orden de batalla, dieciséis por bando, con seis clases distintas de movimientos, y el pobre infeliz sencillamente es aplastado y apabullado. Pasan un montón de cosas, la mayoría desagradables, y al final un mate se cierne por entre la bruma de piezas. Así que se va, atemorizado pero ileso, con la intima convicción de que  todos los jugadores de ajedrez son unos farsantes y de que el ajedrez inteligente, que no es ni arriesgado ni aprendido de memoria, está más allá de la inteligencia humana. Pero, evidentemente, este es un método de instrucción muy poco razonable. Antes de que el principiante pueda entender los principios del juego ya tiene que conocer el final; ¿cómo puede comenzar a jugar antes de saber a qué está jugando? Es como dar la salida a los atletas de una carrera y dejarlos a ellos que adivinen dónde está escondida la línea de llegada.

El verdadero maestro de ajedrez, el sutil envenenador, el astuto Como₁ que convierte a los hombres en ajedrecistas opera de otro modo. El nos dará un rey, la dama y un peón y los dispondrá en cualquier posición, así Ud. dominará las posibilidades de la dama y el peón sin complicaciones desconcertantes. Luego, un rey, una dama y, quizá, un alfil; un rey, una dama y un caballo; y así sucesivamente. Se asegura de que usted, en esos felices días de la infancia ajedrecística, siempre tenga una posición ganadora y pruebe el dulce placer del ajedrez, el deleite de ganar a un rival superior. A continuación, posiciones más complicadas y al final regresará al comienzo normal. Usted empezará a comprender la razón de la disposición de las piezas y comprenderá porque un gambito difiere tanto de otro en gloria y virtud. Y la manía ajedrecística de su maestro se le contagiará desde ese momento para siempre.

Es una maldición para el hombre. No hay felicidad en el ajedrez. (El señor St. George Mivart, que es capaz de encontrar la felicidad en los sitios más inverosímiles, se quedaría sin palabras delante de un tablero.) El delicado placer de un bonito mate es la fase menos desdichada de ello. Pero, generalmente, advertimos que deberíamos haberlo dado dos movimientos antes o que un movimiento inadvertido habría capturado nuestra dama.

Ningún jugador de ajedrez duerme bien. Después de la dolorosa estrategia del día, uno vuelve a disputarla otra vez. Se ve con mayor claridad que durante el día que era la torre y no el caballo lo que se debería haber movido. ¡No! ¡Es imposible! Ningún pecador, inocente de ajedrez, conoce esos abismos de remordimiento. Vastos tableros desiertos yacen para el jugador más allá de la puerta de los sueños. Una robusta torre se precipita sobre uno, los caballo vigilan de reojo, los peones propios están todos atados y un mate se cierne amenazador sin llegar nunca a descender. Una vez que se ha comenzado en el ajedrez de manera adecuada, es carne de tu carne, sangre de tu sangre. Te has vendido, el pacto está cerrado y el espíritu del mal ha penetrado. 

La válvula de escape apropiada para la ansiedad es la práctica de los juegos y hay una clase de hombres, sombríos, tristes, de aspecto irreal, que se reúnen en los cafés y juegan con un deseo que no muere y un fuego que no se extingue. Estos, se reúnen en clubes y juegan torneos, torneos tales que los de la Mesa Redonda no podrían haber imaginado jamás. Pero hay otros que tienen el vicio pero viven en el campo, en lugares remotos —curas, maestros, recaudadores de impuestos— que se consumen día a día sin encontrar la compañía adecuada y que necesitan encontrar una ventilación artificial para su energía mental. Nadie ha calculado cuántos problemas correctos son posibles y no hay duda de que la gente de Investigación Psicológica estaría agradecida de que el profesor Karl Pierson₃ prestara atención al asunto. Todas las posibles disposiciones de las piezas alcanzan un número tan vasto, sin embargo, que de acuerdo a la teoría de las probabilidades, y permitiendo unos cuantos miles de posiciones cada día, el mismo problema no debería aparecer más de dos veces en un siglo. Precisamente —y ello debe ser causado por algún defecto en la teoría de las probabilidades— el mismo problema encuentra el modo de aparecer en diferentes publicaciones varias veces en un mes. Puede ser, por supuesto, que después de todo el número de problemas correctos sea limitado y que continuamos inventándolos y reinventándolos, y si se llevara un registro, todo el sistema, hasta cuatro o cinco movimientos, podría clasificarse y contabilizarse en el transcurso de unos pocos años. Realmente, si elimináramos aquellos movimientos evidentemente malos descubriríamos que el número de partidas razonables se habría limitado bastante y que incluso nuestro brillante Lasker no está sino repitiendo la inspiración de algún persa enterrado hace mucho tiempo, de algún indio sobre el que ha caído un ignominioso silencio, muertos y olvidados hace siglos. Puede que sobre cada partida de ajedrez penda la mirada de los precursores olvidados de los jugadores y que el ajedrez sea realmente un juego muerto, un juego embrujado, desarrollado hace siglos como, sin ninguna duda, es el juego de las damas.

El temperamento artístico, el elemento alegre e irresponsable de la mente, hace lo que puede para aligerar la gravedad de este juego tan intelectual. Para un mortal hay algo indescriptiblemente horrible en esos campeones con sus cuatro movimientos por hora —la simple idea de esas operaciones mentales durante quince minutos le da a uno un poco de dolor de cabeza—. El movimiento rápido y obligatorio es la clave de la alegría y por ello, aunque veneramos a Steinitz y a Lasker, es a Bird a quien amamos. Sus victorias resplandecen. Sus errores son magníficos. El verdadero placer del ajedrez, si es que esconde alguno, es ver arrebatada una victoria, por alguna feliz impertinencia, de la sombra de un aparente desastre. Y hablando de alegría recuerdo la histórica partida de ajedrez de Lowson. Lowson dijo que en ocasiones había sido alegre... !estando borracho! ¡Qué dios nos libre! Retado, él hubiera probado mediante alguna pequeña prueba de pronunciación, algunas contraseñas
 de los buenos templarios. Se ofreció a caminar por la acera, a resolver cualquier problema de matemáticas que pudiera concebir y finalmente a jugar al ajedrez con MacBryde. El otro caballero fue designado juez y después de ponerse el antimacassar en la cabeza se desplomó dormido en el sofá. El juego empezó con gran solemnidad, según me han dicho. MacBryde, según me contó después, balanceaba sus manos jugueteando con sus dedos de forma extraña, y dijo que la partida fue así. El juego fue fiero pero breve. Se descubrió que ambos reyes habían sido capturados. Lowson fue difícil de convencer, pero esto se le vino a la cabeza. «Tío», se dice que dijo a MacBryde, «estoy borracho. No hay la menor duda. Me avergüenzo de mi mismo». Se acordó declarar la partida tablas. La posición, tal y como la vi a la mañana siguiente, era muy interesante. La dama de Lowson estaba en seis caballo de rey y el alfil en tres alfil dama, tenía varios peones y su caballo ocupaba una posición dominante en la intersección de cuatro casillas. MacBryde tenía cuatro peones, dos torres, la dama, una dama de damas y un pequeño mantel ornamental dispuesto en semicírculo a través del tablero. No tengo ninguna duda de que los exquisitos del ajedrez se burlan de esta posición, pero en mi opinión es una de las más divertidas que he visto jamás. Recuerdo que la admire un largo rato, a pesar de un ligero dolor de cabeza y aún hoy es la única partida de ajedrez que recuerdo con genuino placer. Y he jugado muchas partidas.

La diatriba contra el ajedrez que acaban de leer es una obra de H. G. Wells (1866-1946), publicada en 1897 dentro de la colección de ensayos  Certain Personal Matters (Algunos asuntos personales).

Para clarificar algunos puntos del texto, hemos redactado las siguientes notas:

1. Como. Dios griego, compañero de Dioniso, es la personificación de la fiesta y el desenfreno. 

2. Charles Mivart fue un biólogo inglés que intento hacer compatible el evolucionismo con la religión, con el resultado de ser condenado por ambas creencias.

3. Karl Pierson. Matemático británico, que estableció la disciplina de la estadística matemática.

4. Macassar era un ungüento para el pelo. Antimacassar eran lo trozos de tela que se ponían en los sofás y sillones para protegerlos de las manchas.









miércoles, 28 de mayo de 2025

LA REVOLUCIÓN FRANCESA


Ilustración del británico Edmund J. Sullivan (1869-1933) para la edición de Chapman and Hall (Londres, 1910) de La revolución francesa de Thomas Carlyle.

Una mujer, armada con unas tijeras, se dispone a mover una pieza. Está vendada, como la justicia, y sus cabellos son serpientes, como la gorgona Medusa. Un angelote parece querer impedir su movimiento. ¿Va a cortar la cabeza de los reyes?

Su rival, vestido como el doctor de la commedia dell'arte, y con un laúd enorme a la espalda, está sentado sobre una pila de libros.

En diagrama contenido en la ilustración muestra los siguientes personajes:

Locura contra destino.

Rey blanco: Luis XVI
Dama blanca: María Antonieta
Alfil blanco: Cardenal de Rohan
Caballo blanco: Conde Fersen
Torre blanca: La Bastilla (tomada)

Rey negro: Terminus
Dama negra: la diosa de la Razón
peones negros: el pueblo

NEGRAS: DESTINO
BLANCAS: LOCURA

Las negras, el pueblo guillotinarán fácilmente a María Antonieta mediante 1 ... d5. Después de que la reina se sacrifique mediante 2. Dd5, la Razón y el pueblo aliados forzarían el mate mediante 2 ...ed5#

Sin embargo, si jugaran las blancas podrían imponerse mediante 1. Dd4 Rb5 2. Db6 Ra4 3. Cd4 y la nobleza y el clero doblegarán al pueblo.

El dramatis personae de la obra es el siguiente:

El cardenal de Rohan. Heredero de una de las grandes familias de Francia. Riquísimo y poseído por una enorme ambición, defectos que se veían atemperados por su gusto por la vida disoluta, fue engañado por un grupo de conspiradores para comprar un valiosísimo collar para la reina María Antonieta. Rohan pretendía por este medio granjearse el favor de la soberana y que esta le ayudara en su pretensión de ser primer ministro. María Antonieta no sabía nada del asunto y Rohan había sido por lo tanto estafado. El juicio público arruinó la reputación de la reina y facilitó en parte la revolución. Rohan no era precisamente muy listo. Toda el affaire se conoce como «El asunto del collar».

Conde Fersen. Hans Axel von Fersen, noble y diplomático sueco, muy cercano a María Antonieta, de quien, según se rumoreó con insistencia, fue amante.  Intentó desesperadamente evitar la ejecución de los reyes e intentó formar una coalición contrarrevolucionaria para intervenir en Francia. Fracasado su empeño, volvió a su Suecia natal donde siguió intrigando a favor de unos y de otros. Murió pisoteado por una muchedumbre ante sus propias tropas que se abstuvieron de intervenir.

La Bastilla. Fortaleza parisina utilizada desde tiempo inmemorial como prisión. Aunque en la época de la revolución apenas albergaba prisioneros, su valor simbólico como representación del Antiguo Regimen hizo de su toma el punto de arranque de la revolución francesa. El marqués de Sade fue uno de sus inquilinos más famosos.

Terminus. El dios romano de los límites, fronteras e hitos.

Diosa de la Razón. Los jacobinos franceses abolieron el catolicismo y lo sustituyeron por el culto de la Razón y del Ser Supremo.

El Pueblo. El tercer Estado, todo lo que no era nobleza o clero, el motor de la Revolución francesa.

 

lunes, 26 de mayo de 2025

sábado, 24 de mayo de 2025

EL CONEJO BLANCO DE JEFFERSON AIRPLANE

White rabbit (Conejo blanco) es una canción de Jefferson Airplane, compuesta por Grace Slick y editada en el álbum de 1967 Surrealistic Pillow (Almohada surrealista).

Inspirada en la Alicia de Lewis Carroll, es una de las primeras canciones en las que se aborda el tema de las drogas como experimentación mental y expansión de la percepción. La compositora insistió en que el último verso se anima tanto a encontrar nuevo caminos, leer nuevos libros o ser curioso tanto como a la psicodelia.

Algunas de las imágenes de la canción contienen elementos artedrecísticos.



La letra original:

One pill makes you larger
And one pill makes you small
And the ones that mother gives you
Don't do anything at all
Go ask Alice
When she's ten feet tall
And if you go chasing rabbits
And you know you're going to fall
Tell 'em a hookah-smoking caterpillar
Has given you the call
Call Alice
When she was just small
When the men on the chessboard
Get up and tell you where to go
And you've just had some kind of mushroom
And your mind is moving low
Go ask Alice
I think she'll know
When logic and proportion
Have fallen sloppy dead
And the White Knight is talking backwards
And the Red Queen's off with her head
Remember what the dormouse said
Feed your head
Feed your head

Y una traducción de andar por casa

Una pastilla te hace más grande
Y otra, pequeña
Las que te da mamá
No hacen nada
Pregúntale a Alicia
Cuando mida tres metros
Si vas persiguiendo conejos
Sabes que te vas a caer
Diles que una oruga que fuma en narguile
Te ha dado el aviso
Llama a Alicia
Cuando era pequeña
Cuando las piezas del tablero
Se levantan y te dicen adónde ir
Y acabas de comer alguna seta
Y tu mente se agita
Ve y pregúntale a Alicia
Creo que ella sabrá
Cuando la lógica y la proporción
Han caído descuidadamente muertas
Y el Caballero Blanco habla del revés
Y la Reina Roja pierde la cabeza
Recuerda lo que dijo el lirón
Alimenta tu cabeza
Alimenta tu cabeza

El video

viernes, 23 de mayo de 2025

DYLAN SE HACE ELÉCTRICO

Bob Dylan jugando al ajedrez en la piscina del hotel Parmelia Hilton en Perth, Australia, en 1986.
Foto de Steve Lloyd-Smith

Que Bob Dylan es aficionado al ajedrez es algo bien sabido.

Aquí hemos publicado algunas cosas sobre él.

El libro de Elijah Wald Dylan goes electric no hace más que confirmarlo

Dylan pasó innumerables noches con Van Ronk, durmiendo en su sofá, asimilando canciones y técnicas de guitarra, y desempeñando trabajos ocasionales a través de Terri, la mujer de Dave, que actuaba como mánager y agente de contratación a tiempo parcial. La relación no se limitaba a la música. Bebían mucho vino, jugaban mucho al ajedrez y fumaban una buena cantidad de droga, y Van Ronk hizo todo lo que pudo para instruir a Dylan en literatura y política de izquierdas: tras su ruda apariencia de bluesman, era un lector increíble y un trotskista convencido con una cierta inclinación hacia el anarcosindicalismo.

FICHA TÉCNICA
ELIJAH WALD
DYLAN GOES ELECTRIC! 
NEWPORT, SEEGER, DYLAN AND THE NIGHT THAT SPLIT THE SIXTIES
DEY STREET BOOKS. NUEVA YORK, 2016



miércoles, 21 de mayo de 2025

EL JUEGO DE LAS VÍCTIMAS


Xǔ Wěinìng (1984), también conocida por Tiffany Hsu, y Liu Junqian, Terrance Lau es su nombre de actor, posan para la revista taiwanesa de estilo, entretenimiento, tendencias e información Juksy. 

Ella es de Taiwán y él de Hong Kong y fueron entrevistados al alimón por la revista, con un juego de ajedrez de por medio, por trabajar juntos en la serie 誰是被害者 (El juego de las víctimas), estrenada en 2020. 

Las fotografías son del fotógrafo taiwanés Ajerry Sung.





lunes, 19 de mayo de 2025

ANASTASIA LIVUN


Parte de un proyecto de 2022 de la diseñadora gráfica de San Petersburgo Anastasia Livun para ilustrar la compleja situación que atravesaba el banco Goldman Sachs. Pero, en resumidas cuentas, ¿cuándo Goldman Sachs no atraviesa una compleja situación?

viernes, 16 de mayo de 2025

ISAAC ASIMOV SOBRE UNA CURIOSA OMISIÓN DE LEWIS CARROLL

Es bien sabido que la segunda de las novelas de Alicia escritas por Lewis Carroll (1832-1898), Through the Looking-Glass and What Alice Found There (A través del espejo y lo que Alicia encontró allí), gira en torno a una posición de ajedrez y que las piezas de este juego son personajes recurrentes en la trama.

Desde el principio de la novela, justo después de que atraviese el espejo, Alicia se encuentra con que:
¡Las piezas deambulaban de aquí para allá, por parejas!

—Ahí están el Rey Rojo y la Reina Roja —dijo Alicia en un susurro por temor a asustarlas—; y allá, el Rey Blanco y la Reina Blanca, sentados en el borde de la paleta; y ahí van las dos torres paseando del brazo...

A lo largo de la novela, diversas piezas, como las dos reinas, los dos reyes, dos de los caballos —caballeros en el libro— e incluso los peones —la propia Alicia es un peón blanco— comparten momentos de protagonismo. Las torres tienen menos presencia, pero aún así son citadas en el texto. Lo que no aparece por ninguna parte son los alfiles. Ni una sola referencia en toda la novela.

Se ha especulado con que, siendo Charles Dodgson (el verdadero nombre de Carroll) un diácono de la Iglesia Anglicana, y siendo los alfiles una clara alusión al clero —en inglés su nombre es bishops (obispos)—, no quisiera que la religión se mezclara con un asunto tan frívolo como, para la mentalidad de la época, podía serlo un libro de humor para niños.

Sea como fuere, lo cierto es que no hay alfiles en el texto de Carroll. Sí los hay en el libro, pese a todo, porque el ilustrador John Tenniel (1820-1914) los incluyó, como podemos ver en la siguiente imagen, donde un alfil blanco lee cómodamente un diario sentado en unas piedras. Detrás, los dos alfiles negros conversan. 

Pero Tenniel no es Carroll.


Aprovechando esta curiosa omisión de Lewis Carroll, el escritor norteamericano Isaac Asimov (1920-1992) publicó en 1974 un cuento titulado precisamente The Curious Omission, dentro del volumen Tales of the Black Widowers (hay edición en castellano: Cuentos de los viudos negros. Alianza Editorial, 1990).

Los Viudos Negros es un club de hombres que se reúnen mensualmente para debatir sobre distintos problemas, que a veces pueden llegar a ser delictivos, presentados por el invitado que cada uno de ellos lleva en su turno de anfitrión. Sin embargo, los problemas los resuelve indefectiblemente Harry, el camarero que los atiende.

El caso en que se plantea la «curiosa omisión» es el siguiente: dos amigos, Jeremy Atwood y Lyon Sanders, se reúnen semanalmente para jugar a todo tipo de juegos: backgammon, monopoly, ajedrez, damas, damas chinas, tres en raya y una larga lista más.

Sanders es un estudioso de los juegos y los práctica por interés científico; Atwood, más por placer y por amistad. Cuando Sanders enferma, anuncia a Atwood que le va a dejar un sustancioso legado en su herencia, pero le advierte: «no te lo voy a poner fácil, seguiremos jugando hasta el final». Al poco tiempo, muere.

Al abrir el testamento, el legado de Atwood, en verdad sustancioso, queda pendiente de la resolución por parte de este de un acertijo que reza: «la curiosa omisión de Alicia». Si no logra descifrarlo en un tiempo determinado, se dispondrá del dinero de otra manera.

A partir de ese momento, Atwood se enfrasca en una frenética búsqueda: registra pormenorizadamente su propia casa, donde jugaban; busca acrósticos en el mensaje; bucea en la biografía de su amigo en busca de alguna Alicia. Todo en vano.

Desesperado por el implacable paso del tiempo, por fin reparó en la Alicia de Lewis Carroll, que había sido una de las lecturas preferidas de su amigo. Recordó que un sobrino suyo era profesor de literatura y le pidió ayuda. Este tampoco atinó con la solución, pero le puso en contacto con los Viudos Negros.

Los viudos destriparon Alicia en el País de las Maravillas. No quedó sin escrutar ni el menor de los juegos de palabras, ni la más disparatada de las paradojas lingüísticas, ni el más ilógico de los silogismos lógicos, ni los poemas, ni las prosas, pasando por la criptozoología, los gatos y los juegos de cartas basados en la baraja francesa. 

Fracaso. 

Como último recurso, tuvieron que recurrir al camarero.

Fue Henry el que recordó que hubo una continuación de Alicia, A través del espejo, cuyo tema era el ajedrez. Recordando el libro, Henry rememora:
—Entonces tenemos el rey, la reina, la torre, el caballo y el peón. Pero hay una sexta pieza del ajedrez: el alfil. ¿Desempeña algún papel en el libro o se lo menciona alguna vez?

Avalon dijo:

—No.

Atwood dijo:

—En una de las ilustraciones del primer capítulo aparecen dos alfiles. [Con la ilustración delante sabemos que son tres, pero Asimov probablemente lo fio a la memoria].

—Eso es obra de Tenniel —dijo Henry—, no de Carroll. Ahora bien, la total ausencia del alfil ¿no es una curiosa omisión?

 Y la pregunta definitiva:

—¿Tiene usted un juego de ajedrez, sr. Atwood?

Y no necesitamos decir más, pues el sagaz lector ya habrá adivinado dónde se encondía la clave que permitirá a Atwood acceder al legado de Sanders. 



FICHA TÉCNICA
LEWIS CARROLL
ALICIA ANOTADA
AKAL. MADRID, 2017
EDICIÓN DE MARTIN GARDNER
TRADUCCIÓN DE FRANCISCO TORRES OLIVER

ISAAC ASIMOV
CUENTOS DE LOS VIUDOS NEGROS
ALIANZA EDITORIAL. MADRID, 1990
TRADUCCIÓN PILAR AGRAMUNT

miércoles, 14 de mayo de 2025

BARÓN PRÁŠIL

En Baron Prášil, la genial revisión de las aventuras del barón de Münchausen realizada en 1961 por Karel Zeman, encontramos dos divertidas escenas con el ajedrez como protagonista.

Karel Zeman (1910-1989) fue un director de cine checo, notable por sus largometrajes en los que mezclaba acción real y animación. Sus principales trabajos siguen un mismo patrón: un texto clásico, Jules Verne casi siempre, y un ilustrador clásico, Matthäus Merian, Paul-Dominique Philippoteaux, Gustave Doré... o contemporáneo, Zdeněk Burian.

Luego, acción real y mucha animación: tradicional dibujada a mano, fotograma a fotograma y todo tipo de efectos especiales.

Estamos en  el palacio del Sultán turco de Constantinopla, que por cierto está inspirado en los grabados que Gustave Doré hizo de la Alhambra después de su viaje por España. El barón de Münchausen y el supuesto selenita Tonik se disponen a rescatar a la princesa Bianca del Castello Nero, retenida en él.

Llegan a las dependencias del sultán, que se encuentra enfrascado en una partida de ajedrez. Sigilosamente, Münchausen llega a su lado. Pero queda absorbido por el juego, hasta el punto que no puede resistirse a indicar las jugadas al sultán. Este, al final, se pregunta de quién es esa mano que le esta soplando las jugadas. Descubiertos, empiezan a pelear, pero no por ello dejan de jugar al ajedrez. Al final, Münchausen da mate a su rival mientras de un disparo despacha a cuarenta bashi-bazouks. Quien desee saber quiénes eran estos últimos pueden echar una ojeada a esta entrada sobre Alexandre Bida.












El juego de ajedrez que vemos en la cinta es el conocido como «Club checo» y fue diseñado por el escultor Bohuslav Schnirch (1845-1901) en los años ochenta del siglo XIX. Schnirch fue un activo ajedrecista, llegando a presidir un club en Praga. Sus piezas fueron concebidas para crear un diseño auténticamente checo, ya que las piezas empleadas hasta el momento eran del modelo Viena, austriacas por consecuencia.

El diseño de Schnirch tuvo muchísimo éxito y pasó a ser el preferido de los clubes checos. Hasta el día de hoy, se han fabricado innumerables variantes de este modelo.

Liberada la princesa, Tonik, el barón y ella misma se embarcan. Después de batallas navales y tormentas, son tragados por una ballena. En el vientre de la ballena hay un barco con su tripulación y dentro del barco un camarote con un tablero de ajedrez. La ballena nada por debajo del polo norte, por lo que la princesa y el barón juegan al ajedrez bien abrigaditos. Posteriormente, una gran tempestad sacude el mar y la ballena se mueve al compás de los vientos. El barón y la princesa parecen bailar, las piezas de ajedrez los imitan.




En esta caso, los trebejos son de un antiguo modelo inglés, el llamada barleycorn.


lunes, 12 de mayo de 2025

EVA VÁZQUEZ


Ilustración de Eva Vázquez para el artículo de Lionel Fernández «El misterio de los precios del petróleo», publicado en el diario El País el 17 de marzo de 2016, sobre las oscilaciones de los precios del petróleo 

 

sábado, 10 de mayo de 2025

FOUNDUE DE CHOCOLATE

Entrada del 5 de mayo de 2021 de los calendarios miniatura de Tatsuya Tanaka (1981).

El alfil negro es una deliciosa fuente de chocolate para deleite de los que amamos las semillas de cacao.




 

jueves, 8 de mayo de 2025

NK

Anastasiia Oleksiivna Kamenskykh (1987), conocida en el siglo como NK, es una cantante, actriz, presentadora de televisión y empresaria ucraniana.


En 2023, lanzó el sencillo Tú y yo. La letra habla de una relación prohibida y de la lucha interna que experimenta la mujer por las dificultades de la relación.

En el videoclip promocional esto se ilustra mediante una partida de ajedrez. Partiendo de la imagen seminal de René Maltête, las imágenes exploran esta lucha interior, expresada fundamentalmente con muchas piezas volando por los aires.

A continuación, el video ¡en español!



martes, 6 de mayo de 2025

¡QUÉ AUDAZ JUGADA!


Fotografía de Mijaíl Grachev realizada en 1940/1 en el Parque Central de Cultura y Ocio Gorki de Moscú.

¡Qué audaz jugada! tituló Grachev a su instantánea.

Mijaíl Grachev (1916-2009) fue un fotógrafo soviético que documentó la vida cotidiana de la Unión Soviética entre los años 30 y 60 del siglo XX. Sus temas se movieron dentro de la ortodoxia socialista: el esfuerzo de guerra, los éxitos de la economía planificada, el deporte y la cultura soviéticos, los pioneros en acción, etc. etc. etc. 

Sin embargo, sus composiciones son muy dinámicas y los puntos de vista originales y, a veces, sorprendentes. Parece que la herencia del futurismo y el constructivismo no había desaparecido del todo de su obra.



 

domingo, 4 de mayo de 2025

JAQUE

ESCAC 

La memòria es va esfilagarsant

com les cordes trencades de les barques

que el temporal s'ha endut.

Comprendre cansa. Però mai no tant

perquè no pugui ser l'últim refugi.

Som el rei i la reina en un final

difícil a un tauler ja amb poques peces. 


JAQUE

La memoria se va deshilachando

como los cabos rotos de las barcas

que se ha llevado el temporal.

Comprender cansa. Pero esto nunca 

le impide ser el último refugio.

Un difícil final de rey y reina

en un tablero ya con pocas piezas.


Un poema de Joan Margarit (1928-2021) de su poemario Casa de misericòrdia, por el que ganó el premio Nacional de Poesía en 2008. 

La ilustración, realizada en un ejemplar del libro, es de María Carmen Pérez González.

FICHA TÉCNICA
JOAN MARGARIT
CASA DE MISERICORDIA
VISOR. MADRID, 2015




viernes, 2 de mayo de 2025

EVAN S. CONNELL, PUNTOS PARA UNA ROSA DE LOS VIENTOS

Retrato de Evan S. Connell por Eve Crane, aparecido
en la contraportada de la novela Mr. Bridge

Evan S. Connell (1924-2013) fue un escritor estadounidense, autor de un puñado de novelas —algunas de ellas adaptadas al cine—, varias recopilaciones de relatos breves, una serie de ensayos históricos —entre los cuales se cuenta una biografía sobre Goya— y dos libros de poesía. El segundo de ellos, Points for a Compass Rose (Puntos para una rosa de los vientos), es considerado por el propio autor —y por la mayoría de la crítica—  su obra cumbre.

Como dice Eduardo Moga en su prólogo a la edición bilingüe editada por Godall Edicions «esta obra constituye (...) un viaje por la historia y el conocimiento humanos; sobre todo por la crueldad y estupidez del hombre». Una auténtica historia universal de la infamia desde el origen de los tiempos a la guerra de Vietnam, en pleno apogeo en la época en que se publicó el libro (1974).

A mí, la obra me ha sorprendido y admirado. La enorme erudición, el conocimiento de culturas de diversos continentes y diversas épocas —entre ellas la española, pero también la precolombina, la clásica greco-romana, la europea—, las incursiones en la ciencia y la filosofía son deslumbrantes. Pero me ha fascinado sobre todo por el tono, por la profunda empatía que siente por el ser humano, por el desprecio de la violencia y la muerte, por su multiplicidad de voces. Un libro para volver a él una y otra vez. 

En la obra, un gran número de narradores se dirigen directamente al lector, para contarle historias, para interpelarlo, para aconsejarlo.

Uno de esos narradores recurre al ajedrez como metáfora:
Mira. Los colores del tablero de ajedrez representan
nuestra doble condición: la Vida y la Muerte.
Las piezas, por su parte, simbolizan los hombres de este mundo,
que nacen iguales, ocupan diferentes puestos,
ostentan títulos diversos, luchan entre sí y, por fin,
se enfrentan a un mismo destino, que los iguala a todos.

A continuación, describe brevemente los movimientos de las piezas y, a la manera de Jacobo de Cessolis y su ajedrez moralizado, ofrece una analogía de estas con las dignidades de la época —de las que de momento nos conviene recordar la que dice que «los peones son los pobres»— y brinda al lector un consejo:

Juega con precaución, amigo mío: tu oponente es sutil.
Piensa bien antes de mover, porque está en juego
tu alma inmortal.
Y justo en este punto, como dos versos, aparecen, en notación descriptiva inglesa, los dos primeros movimientos de una partida de ajedrez:
P-K4
P-K3
En notación descriptiva española sería P4R P3R, o e4 e6 en la moderna notación algebraica. Podría ser el comienzo de una defensa francesa, aunque terminó siendo un ataque indio de rey.

Inmediatamente después de los dos versos/jugadas, Connell cuenta dos historias relacionadas con el ajedrez:

En la primera habla de la importancia del ajedrez en la autorización regia para la primera expedición de Cristóbal Colón a América. 

Según una anécdota atribuida al cronista de los Reyes Católicos, Hernando de Pulgar, el rey Fernando estaba de  muy mal humor cuando Colón compareció ante él, porque estaba a punto de perder una partida de ajedrez contra un cortesano. El propio Hernando, por medio de la reina Isabel, le indicó solapadamente una jugada que le permitiría ganar la partida. El contento del rey fue tal que autorizó el viaje de Colón. El poeta concluye:
(...) Nunca debemos,
pues, despreciar los golpes del azar:
aunque parezcan insignificantes, a veces son transcendentales.
Lo que puede aplicarse perfectamente a los ajedrecistas.

La segunda narra la leyenda de la invención del ajedrez por Sissa y su posterior demanda de una recompensa por el trabajo realizado. Connell remata la anécdota con otro consejo que también podrían hacer suyo los ajedrecistas:
Quizá te den igual estas historias, pero a mí no;
siempre presto atención a lo que pueda instruirme.
A partir de este momento, cada cierto tiempo, aparecen dos nuevos versos/jugadas. La partida se puede ir reconstruyendo poco a poco sin dificultades (la transcribimos en algebraico moderno con figuritas y sin numeración de jugadas, como en el texto original):

e4 e6
d3 d5
♘d2 c5
g3 ♞c6
♗g2 ♞f6
gf3 e7

En este punto, el poeta ha omitido dos versos. Por supuesto, ambos bandos han tenido que enrocarse para poder mover las torres hacia el centro del tablero.

Los versos que faltan son O-O y O-O.

e1 c7
e5 ♞d7
e2 b5
h4 a5
f1 a6
f4 fc8
e3 d8
ac1 b4
c4 bc3

Una rápida investigación en las bases de datos nos revela que Connell ha seguido una partida disputada entre el polaco Jacek Bednarski (1939-2008) y el ruso Vladimir Doroshkevich (1937-2005), celebrada en la localidad polaca de Polanica-Zdrój en 1971. Los versos/jugadas se interrumpen después de la jugada 16 de las negras, que supone el primer cambio de piezas de la partida. Este hecho no carece de importancia, según intentaremos demostrar más adelante.

Antes, veamos el desarrollo de la partida:


Además, salpicadas a lo largo del poema, podemos encontrar otras referencias a tópicos artedrecísticos, como el enfrentamiento con la Muerte, en estos versos que se encuentran justo antes de ♘d2 c5:
No, espera. Escucha. Lo he pensado mucho
y he decidido contarte la verdad.
He desafiado a la Muerte a una partida de ajedrez,
porque se llevó a Elizabeth, mi mujer,
y soy el indestructible adversario de la Muerte.
La supero con estratagemas diversas,
pero, de vez en cuando, sus dedos, provocativos,
me rozan los labios. Trago saliva y toso, 
y me siento obligado a mover.
O esta misteriosa alusión a la cantidad de jugadas que dos adversarios son capaces de anticipar, que se halla antes de las jugadas e5 ♞d7:
El Grande es capaz de calcular diez movimientos
por adelantado, dijo. La visión de Próximo es menor.
¿Te apetece jugar? 
Evan S. Connell fue un hombre solitario. No se casó, no frecuentaba los cenáculos literarios y murió solo, en una residencia de ancianos, donde creían que era mudo.

Sí se sabe que frecuentaba el No Name Bar (el bar sin nombre) en Sausalito, donde vivió un tiempo, para jugar al ajedrez, como puede verse en la foto de Eve Crane que hemos reproducido al principio de esta nota. 

Steve Paul, que ha escrito una biografía de Connell, nos dice que el poeta norteamericano no habló en ninguna entrevista o escrito sobre el significado del ajedrez en su obra. Así que solo contamos con la obra en sí para intentar entender su sentido.

Las historias narradas en el poema y la partida elegida como referente nos indican claramente que el interés de Connell por el ajedrez iba más allá de matar el tiempo en un café. Lo primero no sorprende, el libro entero es una exhibición de erudición apabullante. No es de extrañar, por tanto, que, si al autor le justaba jugar al ajedrez, se haya interesado por sus orígenes y por su simbología tradicional.

El poder igualador de la muerte, por ejemplo, —que hemos tratado aquí o aquí—. O el enfrentamiento contra la Muerte —que hemos visto con distintos significados en el cine, en el cómic o en la pintura (aquí y aquí) o la fotografía— son algunos de los elementos que menciona.

Más clarificadora, pensamos, es la elección de la partida. El libro fue publicado en 1974, aunque presumimos que tuvo un largo tiempo de gestación. En esa fecha, Rober James «Bobby» Fischer ya se había coronado campeón del mundo y sus partidas habían sido ampliamente publicadas en toda la prensa internacional y, sobre todo, en la de los Estados Unidos. La elección de una partida disputada entre dos maestros semidesconocidos puede obedecer al deseo de que  esta no fuera fácilmente reconocible (aunque no parece fácil que los lectores de poesía pudieran descubrir una partida solo por la notación descriptiva) y, sobre todo, por la partida en sí. 

Veamos.

Una característica de esta partida es que el primer cambio de piezas ocurre con el juego muy avanzado. Sucede en la jugada dieciséis y es un cambio de peón. Si recordamos los versos en los que nos presentaba el ajedrez como símbolo de la vida y la muerte, el poeta afirmaba que, en el tablero del mundo, los peones eran los pobres. Y los pobres mueren primero. Y mueren más.

Las dos últimas jugadas transcritas de la partida son c4 bc3 —la primera captura de la partida— y los versos que las siguen dicen:
Mira, yo tenía dos hijos. A uno lo mataron en Asia;
el otro se ha vuelto loco. Los veo como piezas
de un juego inmisericorde y de increíble complejidad
que juegan, en su mayor parte, compañías de infantes
expulsados del tablero por caballeros, obispos
y otros poderosos adversarios, supervisados,
desde lejos por un amurallado y aterrorizado rey.
      Dime, ¿tenían alguna oportunidad?  

La intención parece clara. Después de dieciséis jugadas las blancas, que simbolizarían la vida, pierden la primera pieza: un peón, un pobre, el hijo de uno de los narradores. La partida refuerza la pregunta que ya se nos ha planteado en el libro: «¿Es la violencia la penumbra natural del Hombre?». 

La Vida pierde ante la Muerte. Los peones caen primero. 

Sin embargo, debemos anotar, las blancas terminan ganando la partida, aunque la resolución de la partida quede fuera del poema. Pero, como nos dice el verso final, «cetera desunt», el resto se ha perdido. La Historia no ha terminado.

FICHA TÉCNICA
EVAN S. CONNELL
PUNTOS PARA UNA ROSA DE LOS VIENTOS
GODALL EDICIONS. BARCELONA, 2020
TRADUCCIÓN Y PRÓLOGO DE EDUARDO MOGA