Bajo este título, tomado de la revista que Javier Carpintero editó a mediados de la década de los 90, pretendo comentar las relaciones que el ajedrez ha mantenido y mantiene con la literatura y las artes plásticas.
Páginas
miércoles, 27 de enero de 2021
TOVE JANSSON
lunes, 25 de enero de 2021
JAQUE AL DESTINO
sábado, 23 de enero de 2021
STANLEY KUBRICK, FOTÓGRAFO
jueves, 21 de enero de 2021
AMOR INTEMPESTIVO
Dos o tres veces por semana Andrew y yo jugábamos al ajedrez y durante una temporada nos dio por hacer una dieta de «frigorías». Con el sentido común que cabe esperar de un filósofo y un filólogo, dedujimos que el frío adelgazaba, porque tenía a la fuerza que consumir todas las calorías sobrantes, así que una de cada dos partidas la echábamos en calzoncillos en el jardín nevado con vistas a la bahía de Long Island, en la que alguna vez se helaba el agua más cercana a la orilla.
AMOR INTEMPESTIVO
TUSQUETS. BARCELONA, 2020
ILUSTRACIÓN MARÍA JOSÉ ACOSTA
lunes, 18 de enero de 2021
LA EXTREMAUNCIÓN
sábado, 16 de enero de 2021
KAREN WALKER
Me encanta el ajedrez y este trío son jugadoras con talento. También poseen un gran estilo. Su amor y su genio para este juego las une a través de pocas y procedencias tan variadas. Establece un estándar de disciplina y compromiso. Lo admiro mucho.
Calcetines |
Pendientes |
Paraguas |
Aunque no la cita en la entrevista, me juego la colección completa de mis peores partidas a que para la impresión del jersey se inspiró en Nana Alexandría.
jueves, 14 de enero de 2021
JONAS KUNICKAS
lunes, 11 de enero de 2021
1984
En 1984, la célebre distopía de George Orwell, el ajedrez tiene una presencia pequeña pero sustancial en la trama. La novela es muy conocida por lo que no vamos a entretenernos mucho en su argumento. 1984 narra la vida en un estado totalitario en el que las libertades personales se han restringido al máximo y un rígido ordenamiento social determina lo que esta permitido hacer (casi nada) a los tres estamentos que componen la sociedad: el Partido Interior, el Partido Exterior y los Proles. En el vértice, el Gran Hermano que todo lo ve, que todo lo sabe, que todo lo puede. Un adoctrinamiento constante, una vigilancia exhaustiva y una represión brutal e inclemente están en la base de la su ideología.
Winston Smith, un cuadro menor del Partido, hastiado de la grisura existencial de la vida en Oceanía, sueña con la posibilidad de rebelarse, aunque no sabe muy buen cómo ni con quién.
La novela tuvo un enorme éxito y cada generación descubre que refleja cosas que están pasando en su época, que se está haciendo verdad la denuncia que expone.
Sabemos que en la sociedad de 1984, en la que casi todo está prohibido, están permitidos los juegos y los deportes. Sabemos que el intenso adoctrinamiento al que son sometidos los niños, que son educados como si todo fuera un juego, un juego destinado a arrancar cualquier sentimiento natural a los alumnos, permite la tenencia de «patines de hockey, guantes de boxeo y un balón de reglamento».
Los proles, la inmensa mayoría de la sociedad —se nos dice en la novela que un 85% del total— y que llevan una existencia totalmente alienada, reparten su tiempo entre el fútbol y los juegos de apuestas, entre los dardos y la lotería (ven como hay muchas similitudes con la vida actual).
Los miembros del Partido, obligados a participar en el ocio comunal, suelen involucrarse en actividades físicas —Winston juega al tenis de mesa en un determinado momento de la novela— pero también juegan al ajedrez. Es más, el Partido se muestra interesado en el ajedrez. En el centro de ocio al que acude nuestro protagonista después del trabajo asiste un día a una conferencia titulada «los principios del Ingsoc (así se llama el Partido. A veces se traduce por SocIng) en el juego del ajedrez». Por otra parte, hay comités que se ocupan del juego.
Viñeta anónima para la edición de Herder. Ilustra el mismo pasaje que la anterior. |
Ilustración de Jonathan Burton para la edición de The Folio Society. Ilustra el mismo pasaje que los dibujos anteriores. |
jueves, 7 de enero de 2021
FRANK MOSS BENNETT
martes, 5 de enero de 2021
GEORGE STEINER POR JOH HEDGECOE
Para un verdadero jugador de ajedrez, el acto de mover treinta y dos piezas en un espacio de 8 x 8 casillas es un fin en sí mismo, un mundo muy completo al lado del cual la vida biológica, política o social resulta desordenada, aburrida y contingente. Hasta el novato, el pobre aficionado que sale corriendo con su peón de caballo cuando el alfil de su contrincante se retira a h4, siente esa fascinación diabólica. Hay momentos mágicos en los que criaturas completamente normales dedicadas a otra cosa, hombres como Lenin o yo mismo, sienten la tentación de renunciar a todo –matrimonio, hipoteca, carrera o Revolución Rusa– para pasar días y noches moviendo pequeños objetos tallados arriba y abajo sobre un tablero cuadrado.
domingo, 3 de enero de 2021
ONÍRICO REMATE
Como hoy es mi cumpleaños, aprovecho la efeméride para introducir una anécdota personal en el blog. Es totalmente verídica y pasó en la madrugada del 30 de diciembre del ya pasado año de 2020.
No suelo soñar con el ajedrez o, mejor dicho, no suelo recordar mis sueños. Algunos sí, claro. Pero la mayoría no. Si acaso los retengo unos segundos al despertar, pero en seguida se desvanecen al entrar en el estado de vigilia y al cabo de unos segundos no queda huella de ellos en mi memoria. Por eso el que les voy a contar resultó tan sorprendente.
Dentro sueño:
Estamos en un paquebote que surca el mar. A bordo viaja un Gran Maestro de ajedrez. De alguna forma trabo contacto con él y al momento estamos jugando. Se trataba del ucraniano Oleg Romanishin. Bueno, realmente era Adrian Mihalchishin, también ucraniano, pero con la apariencia de Romanishin (No me pregunten. Era Mihalchisin, lo sé. ¿Qué quieren que les diga? Así son los sueños).
Inesperadamente, la cosa empieza a irme muy bien y obtengo ventaja. La partida se va prolongando y mi rival se defiende con la pericia esperable en un jugador profesional. Aún así, la ventaja es clara y siento que voy a ganar. Experimento todos los anhelos y los miedos de una partida real.
Cuando por fin pienso que ya está hecho, que voy a ganar el material suficiente para que el triunfo no se me pueda escapar, el maestro hace una jugada inesperada para mí y, después de una breve reflexión, tengo que abandonar, con la lógica decepción, porque o recibo mate o pierdo una cantidad de material incompatible con la vida ajedrecística.
Después de agradecerle efusivamente que hubiera aceptado jugar contra mí, un humilde aficionado, nos fuimos, como si fuéramos amigos de toda la vida, a tomar unas copas en el bar del transatlántico.
Fin del sueño.
Nada de particular, un sueño que incluso podemos llamar «realista». Nada que ver con las fantasías delirantes de otro tipo de sueños. Sin embargo, una vez despierto, seguía teniéndolo muy presente. Y, lo que es más sorprendente, recordaba perfectamente la combinación que se había dado en la partida.
Medio dormido aún cogí un tablerito magnético que tengo en la mesilla de noche para apuntarla antes de que se me olvidara, pero creyendo que al verla en el tablero me daría cuenta de que era una posición absurda, imposible o ilegal. Para mi sorpresa, la posición tenía pleno sentido ajedrecístico y las razones de mi abandono estaban totalmente justificadas según las líneas que había analizado en el sueño.
La posición es la siguiente (puede que alguna pieza esté bailada, no estoy seguro de los peones negros del flanco de dama ni de las piezas blancas del flanco de rey) pero lo esencial de la combinación es lo que «vi» en el sueño):