Bajo este título, tomado de la revista que Javier Carpintero editó a mediados de la década de los 90, pretendo comentar las relaciones que el ajedrez ha mantenido y mantiene con la literatura y las artes plásticas.
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miércoles, 30 de noviembre de 2022
ESTUDIO PARA UNA CARICATURA DE MARCEL DUCHAMP POR RICARD BOIX
martes, 29 de noviembre de 2022
ENRIQUE VILA-MATAS vs ALEXEY MENSCHIKOV
Tanto él como quien andaba a su lado éramos como dos aleatorios caminantes que habían decidido pasear al azar por un laberinto urbano que se iba creando a medida que nos perdíamos en él. Aunque vistos desde lo alto del Edificio Flatiron, seguro que éramos otra cosa: dos piezas de ajedrez, por ejemplo, perdidas por el tablero de un gran problema matemático que llevaba a la pregunta de si sabríamos volver algún día al punto de partida, o conseguiríamos escapar.
lunes, 28 de noviembre de 2022
LA MUJER DE PAJA
Ajedrez en una escena de la película de 1964 Woman of Straw, dirigida por Basil Dearden.
Sean Connery y Ralph Richardson. |
Sean Connery como Tony Richmond |
domingo, 27 de noviembre de 2022
UN AMIGO DE KAFKA
Todos jugamos al ajedrez con el Destino. El Destino mueve una pieza, y nosotros movemos otra. El Destino intenta darnos jaque mate en tres jugadas, y nosotros intentamos impedírselo. Nos consta que no podemos ganar, pero sentimos la necesidad de oponer resistencia. Mi adversario en este juego de ajedrez es un ángel muy duro de pelar.
De todos modos, mi querido amigo, debe usted reconocer que, caso de jugar al ajedrez, más vale hacerlo con un adversario de nota que con un maleta.
La idea de comparar la vida con una partida de ajedrez es constante a lo largo de todo el cuento. Ante un acontecimiento sorprendente e inesperado, insiste en la misma línea de razonamiento.
¿Acaso mi adversario en la constante partida de ajedrez me tendía una nueva celada? Durante los últimos años, mi adversario había jugado sin gran encono. Sí, porque, como usted sabe muy bien, mi querido amigo, también hay lo que podríamos llamar ajedrez humorístico. Según me han dicho, Nimzowitsch a veces gastaba bromas a sus adversarios. Y en los viejos tiempos, Morphy tuvo fama de ser un humorista del ajedrez. In mente, dije a mi adversario: «Buena jugada, jugada de maestro...»
Bueno, más que vergüenza de presentarme ante Dios era vergüenza a presentarme ante mi burlón adversario en la partida de ajedrez
Sí, todo no es más que un inmenso juego de ajedrez. Siempre temí a la muerte, pero ahora que estoy con un pie en la tumba he dejado de temerla. No cabe duda de que mi adversario planea jugar lentamente. Seguirá con su táctica de quitarme todas mis piezas, una a una. Primero, me quitó mi arte de actor, luego me convirtió en pseudoescritor. Y tan pronto hizo esto último, me dio esa parálisis que afecta a algunos artistas de la pluma, incapaces de escribir media palabra. A continuación, me privó de mi vigor viril. Sí, ya sé que aún falta mucho para el jaque mate, y esto me da cierta fuerza. Que hace frío en mi dormitorio, pues bien, que siga haciendo frío. Que hoy no tengo ni para cenar, pues bien, nadie se muere por no cenar un día. Él me ataca y yo contraataco
En fin, si hay Dios, no tengo la menor duda de que le recompensará. Y si no hay Dios, ¿quién es ése que juega al ajedrez con Jacques Kohn?
sábado, 26 de noviembre de 2022
BEHEMOTH
domingo, 20 de noviembre de 2022
EL HOMBRE QUE MIRABA PASAR LOS TRENES, LA PELÍCULA
En 1952 se estrenó una adaptación cinematográfica homónima de la novela El hombre que miraba pasar los trenes, de Georges Simenon. La película fue dirigida por Harold French e interpretada por Claude Rains, Märta Torén, Marius Goring y Herbert Lom en sus principales papeles. La adaptación difiere del original literario en varias cosas, aunque paisajes y paisanajes son idénticos.
Aquí también Kees Popinga es un empleado ejemplar y también el dueño de la empresa en la que trabaja, Julius de Koster, va a quebrar de forma fraudulenta la compañía. El inspector Lucas sospecha que hay algo turbio en el entorno de De Koster y empieza a investigarlo.
Al igual que en la novela, la película muestra una escena en un club de ajedrez. Pero aquí no es Popinga el aficionado al ajedrez, sino el inspector Lucas. En el transcurso de la escena, el policía mide sus fuerzas con sus interlocutores no solo en el plano ajedrecístico, sino en el real, haciéndoles saber que está tras su pista y que domina el juego de los engaños mejor que ellos. Al derrotar a De Koster y a Popinga, que se turnan en defender una posición perdida, Lucas deja claro quién se va a imponer al final.
En lo que respecta a los aspectos técnicos del ajedrez, los asesores de la película no estuvieron muy afortunados. Dado que las posibilidades de colocar el tablero antes de comenzar el juego son solo dos, sorprende la terquedad en ponerlo mal en películas o series de televisión, hecho que parece desafiar todas las leyes de probabilidad estadística. Pero así pasa una vez más en esta película.
Además, la posición no tiene mucho sentido ajedrecístico, con piezas en lugares insólitos y poco probables en un juego normal, aunque fuera de aficionados, y parece haber sido compuesta solo para lograr un mate rápido que demuestre la superioridad estratégica en todos los sentidos del inspector Lucas. La posición del tablero y el desarrollo de la partida es como sigue:
Y unos cuantos fotogramas de la película.
Marius Goring como el inspector Lucas en un fotograma de El hombre que miraba pasar los trenes. Harold French, 1952 |
miércoles, 16 de noviembre de 2022
EL HOMBRE QUE MIRABA PASAR LOS TRENES
El hombre que miraba pasar los trenes es una de las llamadas novelas «duras» de Georges Simenon. Cuando la publicó —1938— ya había alcanzado primero la fortuna y luego fortuna y fama escribiendo. Primero, novelas populares escritas a un tanto la palabra (solo su asombrosa prolificidad le permitió ganar dinero con esa fórmula), luego su mundialmente reconocida serie de novelas policiacas protagonizadas por el comisario Maigret. Con todo, para Simenon, estas novelas duras fueron lo más importante de su producción.
El hombre que miraba pasar los trenes es una obra compleja. La mayoría de los comentaristas se refiere a ella como una «novela sicológica». Y si por ello se refieren a la profunda introspección que su protagonista realiza, estaríamos en lo cierto.
Pero nos parece que es algo más. El análisis de los medios de comunicación, con su necesidad de atraer al público a costa de la verdad; el París nocturno, con sus brasseries, bistrós y guinguettes; las fiestas populares; incluso el mundo de la prostitución y el hampa tienen cabida en libro.
Sin embargo, es la personalidad de su protagonista, Kees Popinga, la que llena completamente la acción. Popinga es un perfecto burgués. Encargado de una empresa de suministros navales, lleva una vida intachable: honrado, hogareño, buen padre, buen empleado. Apenas una noche a la semana, se acerca al club de ajedrez a jugar unas partidas. Una actividad tan respetable como el propio protagonista.
Solo pasar ante algunos de esos establecimientos contrarios a las buenas costumbres y ver partir a los trenes que marchan hacia destinos ignotos y lejanos turban su ánimo y plantean una duda sobre su intachable fachada.
La ordenada vida de Kees Popinga salta por los aires cuando el dueño de su empresa le revela que abandona trabajo y familia. Que ha desfalcado los fondos de la empresa y huye con amante y dinero a otro país, dejándolo todo atrás.
La huida del dueño significa la ruina de Popinga. Sin trabajo, sin poder hacer frente a la hipoteca que pesa sobre us hogar, con un alto nivel de vida: buena casa, buena ropa, buen colegio para sus hijos, Popinga entra en crisis. Huye a París e intenta ocupar simbólicamente el lugar de su jefe, seduciendo a su amante. Y cuando esta se ríe de su pretensión, él la mata. Popinga es ahora un prófugo.
Todo lo que antecede es apenas el prólogo de la novela. El resto es el desesperado intento de Popinga por definirse a sí mismo, por medirse con la imagen que los medios de comunicación dan de él. Por saber quién es realmente. Si el anterior honrado comerciante, o el desalmado criminal de ahora.
La huida de Popinga por París se estructura como un duelo entre el jefe de la policía (un antiguo ayudante del comisario Maigret, el ahora inspector Lucas) y él mismo y en varios momentos lo define como una partida de ajedrez. Pese a todos los intentos de no dejar pistas que lleven a su detención, Kees no se ha logrado desprender del todo de las costumbres burguesas. Y siempre que puede busca algún café donde se juegue al ajedrez.
Con relación al juego hay una anécdota jugosa en el libro que da idea de cómo es Popinga. Un día, en su club de ajedrez, en un ataque de fanfarronería se jactó de poder derrotar a un contrincante ofreciéndole ventaja de material, pero perdió. Como su adversario jugaba con su propio tablero y sus propias piezas, fabricados en materiales nobles y de magnífica factura, Popinga descargó su frustración distrayendo una pieza del tablero y metiéndola en una jarra de cerveza negra que había sobre la mesa. Cuando rememora la escena, se regocija de que la pieza nunca fuera encontrada por su propietario.
Como ya sabemos la historia se repite, la primera vez como tragedia y la segunda como farsa. Años después, frente al sicólogo forense que intentaba comprender la personalidad de Popinga. Al recordar la anécdota, quiere repetirla. Pero la taza de café donde intenta esconder la pieza no es lo suficientemente alta como para ocultarla del todo y queda burdamente al descubierto. Casi podríamos decir, que ello sella su derrota final.
De todas las ediciones que hemos visto de la novela, solo una —la de la colección Folio de Gallimard, editada en 1980— tiene un motivo ajedrecístico en su cubierta. ¡Y muy bien traído, por cierto! Una dama blanca estilo Régence cerca de una taza de café y una copa de cerveza. Como en la anécdota que protagoniza Kees Popinga en la novela.
EL HOMBRE QUE MIRABA PASAR LOS TRENES
TUSQUETS. BARCELONA, 1997
TRADUCCION DE EMMA CALATAYUD
domingo, 13 de noviembre de 2022
COCKTAIL PARTY
domingo, 6 de noviembre de 2022
BAJO EL SOL DE MEDIANOCHE
viernes, 4 de noviembre de 2022
ENROQUE SICILIANO
Todas las piezas del tablero habían cobrado vida en su cabeza persiguiéndole en una carrera desesperada. Y cuando la carrera finalizó, volviéndose, vio a los caballos sodomizar a los alfiles y a las torres derrumbarse sobre sí mismas. Vio a las damas abofetear a los reyes, mientras sus coronas caían al suelo. Pero lo que más le inquietó fue la multitud de peones incitando a gritos a los demás a cometer las peores vilezas. Y cuando Antonio, con el coraje que solo proporcionan los sueños, se había acercado a ver sus rostros, no pudo evitar estremecerse.
La autora cita en la novela el libro de Pietro Carrera de 1617, cuyo título, de acuerdo a las convenciones de la época sobre la materia, era Il gioco de gli scacchi di D. Pietro Carrera diviso in otto libri ne´quali s'insegnano i precetti, le uscite, e i tratti posticci del gioco, e si discorre della vera origine di esso. Federico tenía un ejemplar del libro de Carrera en su biblioteca. Y en el epílogo de la novela se siente obligada a decir que el «Enroque siciliano» no existe como jugada de ajedrez ni como modo de hablar.
Toda esta tierra es un continuo enroque, también este pueblo está enrocado, como la gente que vive aquí se enroca en sus propias ideas y rehúsa abandonar sus posiciones. El miedo está enrocado y también las mentiras. Está todo allí, en la torre más alta del castillo. Están los sueños y las esperanzas, pero también los resentimientos y las venganzas. Todos ansiosos de proteger al propio rey sin entender que quizá el rey está ya muerto.
El enroque sería para la autora de esta novela el inmovilismo, el mantener posturas intransigentes y caducas, sin dejar que un hálito de novedad purifique el aire viciado por los siglos.
El tratamiento del ajedrez en el libro no es especialmente bueno, pese a haber sido asesorada la autora por miembros de su familia, según dice en la página de agradecimientos, y no parece comprender muy bien la mecánica del juego. La importancia del ajedrez en el libro radica en su sentido simbólico. En la contraposición entre el azar y la fatalidad por una lado y la ciencia y el control de la propia suerte por otro.