Arroco siciliano (Enroque siciliano) es una novela de la escritora italiana Constanza DiQuattro (1986), publicada este mismo año y no traducida todavía, que yo sepa, al castellano.
Ambientada en la siciliana ciudad de Ibla a principios del siglo XX, la novela cuenta la historia de Antonio Fusco, hombre de oscuro pasado, que llega a la localidad para hacerse cargo de la farmacia local por expreso deseo del anterior propietario, recientemente fallecido.
Ibla es una localidad encerrada en sí misma, desconfiada y un punto hipócrita, que recibe con suspicacia, cuando no abierta hostilidad, al nuevo farmacéutico. Mientras Fusco intenta ganarse la confianza de los vecinos, aunque sus avances más significativos los logra con las vecinas, descubrimos que su vida está gobernada por una pasión irrefrenable: el juego.
Como pasa con algunas personas que ha sufrido mucho, a Antonio Fusco le aburre la normalidad, la cotidianeidad le produce atonía. Necesita tensión, necesita que sus sentidos estén a flor de piel, necesita el vértigo del riesgo, del jugarse todo a una carta, para sentirse vivo. Y así vive, poniendo todas las noches su fortuna y su vida en juego en las mesas del casino local.
El encuentro casual con un niño afectado por el síndrome de Hutchinson-Gilford, también llamado progeria infantil, sacude su vida de arriba abajo. El niño, Federico, considerado un engendro satánico por la ignorancia generalizada, parece haber desarrollado un discernimiento parejo al envejecimiento prematuro al que su enfermedad le aboca. Se burla de que Antonio se deje gobernar por el azar y no ponga sus empeños en un juego más alto, en el que la inteligencia prima y que es el que él practica: el ajedrez.
Pero Antonio no entiende bien sus consejos. No es la inteligencia lo que emplea para enderezar su vida, sino los impulsos. Lo único que se le ocurre es retar al cavaliere Romeo, con el que está alcanzando un nivel de apuestas incompatible con su hacienda e ingresos, a jugárselo todo a una partida de ajedrez. Aunque cuesta creer que dos personas que apenas saben jugar al ajedrez acuerden jugarse una enorme suma de dinero a este juego, literariamente da mucho juego, pues provoca la disputa de una partida delirante, en la que ambos contendientes apenas conocen las reglas del juego y juegan estremecidos, temiendo incumplir alguna norma inintencionadamente que suponga su ruina. Ambos contendiente intentan aprender en un par de días los fundamentos del juego, lo que provoca en Fusco una pesadilla que contiene unas imágenes inquietantes y descarnadas del juego:
Todas las piezas del tablero habían cobrado vida en su cabeza persiguiéndole en una carrera desesperada. Y cuando la carrera finalizó, volviéndose, vio a los caballos sodomizar a los alfiles y a las torres derrumbarse sobre sí mismas. Vio a las damas abofetear a los reyes, mientras sus coronas caían al suelo. Pero lo que más le inquietó fue la multitud de peones incitando a gritos a los demás a cometer las peores vilezas. Y cuando Antonio, con el coraje que solo proporcionan los sueños, se había acercado a ver sus rostros, no pudo evitar estremecerse.
La autora cita en la novela el libro de Pietro Carrera de 1617, cuyo título, de acuerdo a las convenciones de la época sobre la materia, era Il gioco de gli scacchi di D. Pietro Carrera diviso in otto libri ne´quali s'insegnano i precetti, le uscite, e i tratti posticci del gioco, e si discorre della vera origine di esso. Federico tenía un ejemplar del libro de Carrera en su biblioteca. Y en el epílogo de la novela se siente obligada a decir que el «Enroque siciliano» no existe como jugada de ajedrez ni como modo de hablar.
Sin embargo, en español, la palabra enroque ha aparecido con muchísima frecuencia en los medios de comunicación en los últimos tiempos para significar que alguien se ha reafirmado en su posición, casi siempre con un matiz levemente negativo, indicando que se es poco dialogante, rígido en sus posturas o incapaz de ponerse en el lugar del otro. No es extraño leer (o escuchar en radios y televisiones) que el gobierno se ha enrocado en... (aquí puede ponerse cualquier cosa) o, ítem más, que la patronal se enroca en... o, ídem de lienzo, que los sindicatos se enrocan en..., solo por citar a los principales agentes sociales de las sociedades actuales. ¡Pobre enroque! ¡Verse en tales compañías!
En italiano parece que ocurre lo mismo. Antonio Fusco dice en un momento de la novela:
Toda esta tierra es un continuo enroque, también este pueblo está enrocado, como la gente que vive aquí se enroca en sus propias ideas y rehúsa abandonar sus posiciones. El miedo está enrocado y también las mentiras. Está todo allí, en la torre más alta del castillo. Están los sueños y las esperanzas, pero también los resentimientos y las venganzas. Todos ansiosos de proteger al propio rey sin entender que quizá el rey está ya muerto.
El enroque sería para la autora de esta novela el inmovilismo, el mantener posturas intransigentes y caducas, sin dejar que un hálito de novedad purifique el aire viciado por los siglos.
El tratamiento del ajedrez en el libro no es especialmente bueno, pese a haber sido asesorada la autora por miembros de su familia, según dice en la página de agradecimientos, y no parece comprender muy bien la mecánica del juego. La importancia del ajedrez en el libro radica en su sentido simbólico. En la contraposición entre el azar y la fatalidad por una lado y la ciencia y el control de la propia suerte por otro.
La sobrecubierta del libro muestra un fragmento del cuadro Marte jugando al ajedrez contra Venus, del pintor barroco Alessandro Leone Varotari, dicho Il Padovanino. Hablaremos de él a su debido tiempo.
FICHA TÉCNICA
COSTANZA DiQUATTRO
ARROCO SICILIANO
BALDINI+CASTOLDI. MILANO, 2022
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