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martes, 20 de agosto de 2024

ASESINATO A DISTANCIA, POR RODOLFO WALSH

Asesinato a distancia es el tercer y último cuento que Rodolfo Walsh (1927-1977) incluyó en su volumen Variaciones en rojo, su primer libro publicado. Como en La aventura de las pruebas de imprenta, que comentamos aquí hace unos días, el protagonista es Daniel Hernández, corrector de pruebas de la Editorial Corsario y colaborador del comisario Jiménez en los casos que a este se le resisten. Miope y poca cosa a simple vista, Daniel posee una inteligencia, unas dotes de observación y una capacidad deductiva asombrosas, por lo que suele resolver fácilmente los casos en los que participa, por más enrevesados que se presenten. En este cuento, como en el anterior, también se menciona el ajedrez.

En una villa cercana al mar, un hombre adinerado vive corroído por la duda de si la muerte de su hijo fue accidental, tal y como concluyó la investigación policial, o un asesinato. Está rodeado por una serie de personajes —su secretario, la prometida de su hijo muerto, un hijo que tuvo con su primera esposa, su doctor— que viven enfrentados entre sí, ambiciosos, hipócritas, esperando la herencia del anciano.

Lázaro, el otro hijo, se nos presenta analizando una partida de ajedrez:

Seguramente los había oído entrar, pero seguía con los ojos clavados en el tablero donde reproducía una partida de ajedrez. Daniel pensó que deliberadamente no parpadeaba. Disimulaba el ritmo de su respiración y tenía una mano suspendida en el aire, en ademán de capturar una pieza.
(...)
Alzó bruscamente la cabeza y los miró con expresión indefinible. De pronto sonrió.

—Tengo aquí la partida de Marshall y Halper —dijo.

Se dirigía a Daniel. A su padre no le interesaba el ajedrez.

—¿El gambito escocés?

—Sí. ¿lo conoce? En realidad es un gambito danés modificado. —Una luz de repentina ansiedad se encendió en sus ojos—. ¿Lo vemos después de la cena. 

Y después de la cena:

Lázaro comentaba la partida, que sabía de memoria.

—...ha entregado la dama a cambio de dos piezas menores... Es un error..., el análisis posterior lo demuestra. Pero el adversario, deslumbrado por la certeza del triunfo, no ve la única refutación. Técnicamente, la partida es imperfecta. Psicológicamente, es única. Marshall se ha introducido en el pensamiento del adversario, ha previsto su reacción...

Hablando de su tema favorito, Lázaro se transformaba. Las alternativas del juego se reflejaban en su fisonomía, en los sutiles planos de luz y sombra que componían su rostro. Se operaba en él una misteriosa catarsis El tablero era un escenario donde las piezas representaban un drama sólido y cargado de pasiones. Observándolo, Daniel recordó las mágicas palabras de Lasker: «Este alfil sonríe». Cada movida era la definición de u hombre, de todos los momentos anteriores de un hombre. Lázaro pensaba que una partida podía dividirse en actos y escenas. Algunas escenas eran como un insidioso juego diplomático, en otras se oía el chocar de las espadas, algunas tenían la gracias de un lánguido ballet o el grotesco aparato de una farsa. Y un gran maestro era siempre un clásico o un romántico.

La partida Marshall vs Halper se disputó realmente en Nueva York en 1942 en uno de los campeonatos del Marshall Chess Club. Como se dice en el texto, Halper obtuvo una posición ganadora, pero un grave error permitió que Marshall retomara la iniciativa del juego y se hiciera finalmente con la victoria. 

Veamos la partida en un tablero interactivo:

Lázaro viene descrito en el cuento como una persona débil, deforme, oscura, maleducada, y tremendamente inteligente.  Sin embargo, no hacía un buen uso de esta última circunstancia. Mal ganador, además, como demuestra la siguiente escena:

Osvaldo estaba sentado ante una mesita, con los ojos clavados en el tablero de ajedrez. Lázaro giraba a su alrededor con veloces movimientos simiescos y se frotaba las manos al tiempo que chillaba:

¡Mate! ¡Jaque mate! ¿Adónde va ese rey? ¡La apertura Orangután es invencible! ¡Ja, ja, ja! ¡En dieciséis movidas! ¡Jaque mate! ¿Vamos otra? ¡Le juego a ciegas! ¡Ja, ja, ja! ¡Le doy la dama de ventaja!

Osvaldo estaba escarlata. Con un brusco manotazo aventó las piezas por los cuatro costados de la biblioteca y se puso de pie, alto y amenazante. Sus puños estaban crispados.

La sangre no llega al río por la aparición de Daniel Hernández. Lázaro le explica maliciosamente que lleva seis años jugándole a Osvaldo la apertura Orangután y que este no ha encontrado aún la refutación. Curiosamente, Walsh introduce aquí una nota a pie de página en la que aclara lo siguiente:

No es una apertura imaginaria. La popularizo Anthony Santasiere, y fue demolida por L. Levy. He aquí las jugadas iniciales de aquella partida. 1. C3AR P4D 2. P4CD!!?..., movida que carece de valor intrínseco y cuyo único propósito es desconcertar al adversario. Levy contestó: 2. ... P3AR! (Nueva York, 1942)  

Walsh emplea la notación descriptiva, común en los países de habla hispana en la época de publicación del cuento. En la moderna notación descriptiva sería: 1. ♘f3 d5 2. b4 f6. Realmente se conoce como Orangután la apertura que comienza con 1. b4, aunque lo que se cita en el libro puede ser una trasposición. La valoración de 2. ... f6 quizá sea un tanto optimista por parte de Walsh: no parece que sea una refutación total del sistema blanco.

La partida es la siguiente: 

Acto seguido Lázaro reta a Daniel. Este acepta, intentando profundizar en la personalidad de su rival durante el juego. Plantea una defensa siciliana, pero el ataque blanco por el flanco de rey fue decisivo. Daniel ni siquiera se planteó pedir la revancha.

Juega Walsh aquí con la idea de que se puede conocer a una persona por la forma en que juega al ajedrez, que sus estrategias de juego son un trasunto de su personalidad, que se pueden entender sus procesos mentales viéndolo mover las piezas. En casos similares, cuando se da un enfrentamiento entre un sospechoso y un detective, la partida suele terminar con la victoria de este. Como si la excelencia en el ajedrez fuera una cualidad moral, y los buenos siempre ganaran a los malos. Por supuesto, Walsh sabe demasiado de ajedrez para caer en esta simplificación. El colofón con el que cerrará  Daniel Hernández su narración será que Lázaro era mucho mejor en el juego del ajedrez que en juego de la vida.

Pero si recordamos la nota que abre este cuento, la traducción de Fitzgerald del célebre cuarteto de Omar Jayyam: 

Tis all a Chequer-board of nights and days
Where Destiny with men for Pieces plays:
Hither and thither moves, and mates,and slays,
And one by one back in the closet lays*.

podemos sospechar que Walsh entiende que los personajes de su relato son como piezas manejadas por las circunstancias, incapaces de escapar a su propio destino, condenadas a actuar según sus condicionantes de clase, su carácter y sus circunstancias.  

Para terminar, comentar que hace ya tiempo que se puso en duda que el original de Jayyan hablara no ya de ajedrez sino ni siquiera de algún juego de tablero. Al parecer lo que hace el poeta persa es comparar a los seres humanos con marionetas manejadas por un titiritero que las retira del escenario cuando acaba la función. La idea es la misma, pero sin relación con el ajedrez. Tratamos este tema un poco más en profundidad aquí.

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* Como la cuarteta se ha traducido de diferentes formas, algunas muy diferentes entre sí, optamos por una traducción literal. 
Todo es un tablero de noches y días
Donde el destino juega con los hombres como piezas:
De aquí para allá los mueve, los empareja, o mata,
hasta que uno a uno vuelven a la caja.
FICHA TÉCNICA
RODOLFO WALSH
ASESINATO A DISTANCIA (1953)
VARIACIONES EN ROJO
CUENTOS COMPLETOS
VEINTISIETE LETRAS. MADRID, 2010

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