Helen Keller y Anne Sullivan. (Fundación estadounidense para ciegos, ca. 1900). F. W. Burchall. |
Helen Keller (1880-1968) fue una escritora, activista y defensora de los derechos de las personas discapacitadas norteamericana. Una enfermedad (probablemente meningitis) le causó ceguera y sordera cuando apenas tenía diecinueve meses, lo que motivó que no pudiera recibir una educación convencional. Por medio de Alexander Graham Bell, una profesora especializada de veinte años de edad, Anne Sullivan (1866-1936), se ocupó de ella. Después de muchas tentativas, Anne consiguió enseñarle a hablar y escribir. Helen, en un ejemplo de superación extraordinario, cursó estudios superiores, siendo la primera persona en obtener una licenciatura en letras siendo ciega y sorda. Si lo de Helen es asombroso y merece toda nuestra admiración, el logro de Anne Sullivan, quien también padecía una gran discapacidad visual, no lo es menos.
Terminados sus estudios, Helen Keller libró una incansable batalla en favor de multitud de causas: por los derechos de los discapacitados, por el sufragio femenino, por los derechos de los trabajadores, por la paz... Fue miembro del Partido Socialista de América y autora de catorce libros y una innumerable cantidad de artículos y ponencias. Su personalidad atrajo a un buen número de políticos, intelectuales y artistas. El ya citado Alexander Graham Bell, Mark Twain, Charles Chaplin, Henry Ford, Thomas Edison, Eleanor Roosevelt fueron amigos suyos o mantuvieron correspondencia con ella.
La fotografía muestra a Helen Keller y Anne Sullivan delante de un tablero de ajedrez. Aunque, de acuerdo a sus propias palabras, parece que su relación con el juego no pasaba de ser un mero pasatiempo. Por cierto, la posición del tablero resulta bastante extraña, ya que parece que las negras no han movido ninguna de sus piezas, mientras que las blancas han realizado varios movimientos. También parece raro que las blancas parezca que quieren capturar al rey contrario con la dama. Además, reyes y damas están colocados mal (descartamos que esto sea debido a que el negativo se haya positivado invertido, como pasa muchas veces, porque Helen Keller era zurda). Todo ello nos lleva a pensar que no se estaba jugando una partida de verdad si no que se improvisó una pose para el fotógrafo.
En su autobiografía (The Story of my Life; Doubleday, Page and Co., New York, 1903), Helen menciona que durante su estancia en la Universidad de Radcliffe, cuando el mal tiempo la mantenía en el interior, se distraía haciendo punto o ganchillo, leyendo o jugando a las damas o al ajedrez. Añade que tenía un tablero especial, con las casillas troqueladas, para que las piezas encajaran y se mantuvieran firmes en él. También que las piezas blancas eran más grandes que las negras, para que pudieran ser reconocidas fácilmente al tacto.
Una clarificadora mención al ajedrez y Helen Keller viene de la pluma de Ezequiel Martínez Estrada (1895-1964), quien se sintió muy atraído por la obra y personalidad de la norteamericana, llegando a entrevistarse con ella en Nueva York, el 20 de junio de 1942. En su obra En torno a Kafka y otros ensayos (Seix Barral. Barcelona, 1967), publicada postumamente, el escritor argentino le dedica parte de uno de los capítulos, el titulado De las mujeres admirables. Allí cuenta que, cuando se encontró con ella, llevó la conversación al terreno del ajedrez. Helen le dijo que no lo practicaba, aunque había aprendido a jugar, y le confiesa que le disgustaba por su parecido con la guerra. Tampoco mostró ningún interés por los jugadores que protagonizaron exhibiciones de juego a la ciega. Martínez Estrada le había hablado de Morphy y Pillsbury, ambos expertos en estos lances, por lo que concluyó que jugar a la ciega «no era un problema de ciegos sino de ojos cerrados».
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