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martes, 3 de mayo de 2011

NAPOLEÓN BONAPARTE II

De entre todos ellos, es de Napoleón Bonaparte de quien nos han quedado vestigios más claros de su afición al ajedrez. Casi todos los biógrafos mencionan su afición al juego así como su poca habilidad para el mismo. Albert Manfred dice que “a Napoleón le gustaba mucho jugar al ajedrez, pero contra lo que se podía esperar, este hombre con notable disposición hacia las matemáticas, no conseguía penetrar en sus secretos” [i]; y Louis Chardigny dice que “era muy malo al ajedrez al que Hortense [ii] le ganaba siempre”. [iii] Su secretario, Bourrienne, dejó constancia de ello en sus memorias: “Bonaparte también jugaba al ajedrez, aunque no muy a menudo ya que era un jugador de tercera fila y no le gustaba perder a un juego que, no sé porqué, pasa por ser una imitación del gran juego de la guerra, donde Napoleón no temía a nadie. Le gustaba jugar conmigo porque, aunque era mejor que él, no siempre era capaz de vencerle. En cuanto tenía una partida ganada, se negaba a seguir, prefiriendo dormirse en los laureles”. [iv] Testimonios contemporáneos dicen que era un jugador no demasiado fuerte, dado que nunca dedicó tiempo al estudio del juego, por lo que jugaba las aperturas bastante mal, que se impacientaba si sus rivales empleaban mucho tiempo de reflexión antes de hacer su jugada, que si llegaba igualado al medio juego podía encontrar alguna combinación brillante, y que se mostraba irritable y malhumorado cuando perdía. [v]


En su juventud frecuentó, como la mayoría de los revolucionarios franceses, el café de la Régence, gran templo del ajedrez europeo de los siglos XVIII y XIX, donde los grandes del ajedrez galo: Légal, Philidor, Deschapelles, La Bourdonnais, Saint Amant alternaban con lo más granado de la intelectualidad de la época: Diderot, Voltaire, Rousseau y de la política: Robespierre, Talleyrand. Allí se conservó durante mucho tiempo una mesa con la siguiente inscripción: table où Napoleón, premier consul, joua aux Èchecs. Café de la Régence. [vi] También se sabe que jugaba en los momentos de descanso de sus campañas militares. Durante la campaña de Italia expresó su intención de ir Mantua porque le habían dicho que el comandante de aquella plaza, el general Beauvoir, era un gran jugador y deseaba jugar con él. A propósito de esta partida, Bourrienne cuenta una anécdota de dudosa credibilidad: “Beauvoir le pidió que señalara cualquier peón, con el cual él le daría mate, añadiendo que, si el peón fuera capturado, Bonaparte sería el vencedor. Bonaparte señaló el peón de torre dama. Se hizo una marca al peón y fue este peón precisamente el que dio jaque mate. Bonaparte no quedó muy complacido”. [vii] ¡No es para menos! Durante la campaña de Egipto jugaba con Poussielgue y Amédé Jaubert. Durante la campaña de Polonia, con Berthier. Durante la de Rusia, con Murat, Bourrienne, Berthier y el duque de Bassano. [viii] En las Tullerías jugaba frecuentemente con sus mariscales, llegando a recibir al embajador de Persia durante una partida con Berthier. Lejos de interrumpir el juego para atender al embajador, llamó a Jaubert para que oficiara de intérprete y celebró la audiencia sin dejar de jugar la partida. [ix] Se sabe que en el Northumberland, el barco que le conducía al exilio, se quejaba de que no hubiera a bordo algún buen jugador. [x] Y, al final de su vida, en el exilio de Santa Elena, son muchos los testimonios de su afición a jugar con los miembros de su séquito o con sus invitados ingleses; y de sus malas artes: Madame de Montholon cuenta en sus memorias que defendía el principio de “pieza tocada, pieza jugada, pero sólo para sus adversarios, para él era distinto y siempre encontraba una buena razón para que eso no le afectara y si se le reprochaba, se reía”. [xi] 

Como curiosidad he aquí el retrato que de Napoleón trazara la baronesa de Staël [xii] en el que usa una metáfora ajedrecística para describirlo: “la fuerza de su voluntad consiste en el imperturbable cálculo de su egoísmo; es un hábil jugador de ajedrez, cuyo adversario es el género humano, al que se propone dar jaque y mate”. [xiii] El propio Napoleón utilizó metáforas de corte ajedrecístico para explicar sus maniobras militares como cuando, durante la campaña de España, al referirse a sus intenciones frente a una posible insurrección en Alemania, dijo: “cuando España esté sometida, tendré que volver a Alemania y desplazar al Gran Ejército, que es la reina de mi tablero”. [xiv]

Durante la vida de Napoleón (1769-1821), Francia es la potencia hegemónica en el mundo del ajedrez, atrás había quedado el dominio que los jugadores españoles e italianos habían ejercido durante el Renacimiento y el Barroco. En general, y aunque las dificultades en las comunicaciones hacían difíciles los encuentros entre ajedrecistas de países lejanos y por lo tanto es arriesgado emitir un juicio definitivo sobre este tema, se considera que las dos naciones con mayor potencial eran Francia y Gran Bretaña. Los ajedrecistas franceses se impusieron casi siempre a sus homólogos ingleses. Deschapelles (oficial del ejército napoleónico y acérrimo bonapartista) a Cochrane en 1821; La Bourdonnais también a Cochrane en 1821, a Lewis en 1823 y a McDonnell en 1834. Esta tendencia no se invertiría hasta 1.843 año en que, pese a perder un encuentro previo, Staunton logró derrotar a Saint-Amant. Pero, antes que ellos, y por encima de todos, destaca la figura de Philidor. 


Philidor, músico de profesión, reinó de forma ininterrumpida en el ajedrez europeo desde que derrotó a M. de Kermur, señor de Légal, en 1.750 hasta su muerte en 1.795. Su dominio fue tan absoluto que, en la mayoría de las partidas que se conservan de él, sus rivales cuentan con algún tipo de ventaja, bien en material bien en movimientos. Esta superioridad de Philidor se debía a una profunda concepción estratégica, muy superior a la de sus contemporáneos, que tomaría cuerpo en su libro Analyse du jeu des Echecs, publicado en París en 1.749. En este libro, que en opinión de Golombek [xv], se adelantó 200 años a su tiempo, Philidor prestó especial atención a las estructuras de peones y al estudio de la fase final de las partidas. El éxito del libro fue inmediato y duradero, sólo en vida de su autor se publicaron 22 ediciones.
                                                                              
Se ha hecho célebre la sentencia de Philidor: “los peones son el alma del ajedrez”, en ella no sólo se sintetiza uno de los principio fundamentales de su sistema sino que también se ha pretendido simbolizar con ella los profundos cambios que estaba experimentando la sociedad de su época y que desembocarían en la Revolución Francesa. Sin pretender insinuar la existencia de alguna intención simbólica premeditada en la frase de Philidor, a quien por cierto la revolución sorprende en Londres y a quien las nuevas autoridades impiden su regreso a Francia,  lo cierto es que el juego, que nació en un ámbito palaciego y que había sido hasta entonces juego de reyes y nobles, empieza a extenderse en esta época a las clases medias y pronto se convierte en una actividad muy del gusto de la burguesía.

El éxito del ajedrez fue tal que hasta se organizaron bailes de máscaras que tenían como tema el ajedrez. En uno de ellos, por lo menos, tomó parte el propio Napoleón, según cuenta Fernando Arrabal. [xvi] Fue, en el organizado el 25 de Febrero de 1810 por la reina Carolina de Nápoles, hermana de Napoleón, en París. El suelo del salón de baile fue cubierto por una tela en la que se dibujaron los 64 escaques y los trebejos fueron políticos, militares y damas de la buena sociedad del Imperio. Al parecer fue una mezcla de ajedrez viviente y danza, ya que antes del baile propiamente dicho, los participantes representaron una partida.

A lo largo del tiempo fueron apareciendo algunas partidas que supuestamente había disputado Napoleón en diversos momentos de su vida. Estas partidas, cuya autenticidad se ha puesto repetidamente en duda, han sido publicadas varias veces por la prensa especializada: Antonio Medina Napoleón y el Ajedrez. Revista Jaque nº 90; Juan María Solare Napoleón ajedrecista. Revista Jaque nº 464 son dos ejemplos de ello.

Las partidas atribuidas a Napoleón son tres: una, de la que hay tres versiones distintas, con Madame de Rémusat, otra con el célebre autómata conocido como “El Turco” y la última con el mariscal Bertrand en el exilio de Santa Elena. Vamos a verlas siguiendo un orden cronológico para terminar con una pequeña miscelánea de temas relacionados con Napoleón y el ajedrez. 


[i] Manfred, Albert. Napoleón Bonaparte. Akal. Madrid, 1980.

[ii] Hortense de Beauharnais (1783-1837). Hijastra de Napoleón, éste la casó con su hermano Luis y los elevó al trono de Holanda.

[iii] Chardigny, Louis. Napoleón, el hombre. Edaf. Madrid, 1989.

[iv] Fauvelet de Bourrienne, Louis Antoine. Mémoires sur Napoleón, le directoire, le consulat, l’empire et la restauration. Ladvocat. París, 1829. Capítulo XXI. Citamos por la edición electrónica de David Widger para http://ibiblio.org/gutenberg/etext02/nb17v11.txt/06/11/02.

[v] Recogido en The Café de la Régence, by a Chess-player. Fraser’s Magazine. Vol. XXII, July to December,1840. Citamos según la edición electrónica http:/mark-weeks.tripod.com/chw01/gwf-2202.htm.24/02/2003.

[vi] Golmayo, Manuel. Temas de ajedrez. Dossat. Madrid, s/f.

[vii]Fauvelet de Bourrienne, Louis Antoine. Op. Cit. Capítulo XXI.

[viii] Lucas, Bernard. Napoleón, joueur d’echecs. http://www.mjae.com/reyes/napoleon.html.27/09/02

[ix] The Café de la Régence, by a Chess-player. Fraser’s Magazine. Vol. XXII, July to December,1840. Citamos según la edición electrónica http:/mark-weeks.tripod.com/chw01/gwf-2202.htm.24/02/2003.

[x] Fauvelet de Bourrienne, Louis Antoine. Op. Cit. Capítulo XVI.

[xi] Candé-Montholon, François de. Le journal secret d’Albine de Montholon, mâitresse de Napoleón. Albin Michel. París, 2002.

[xii] Germaine Necker, baronesa de Staël-Holstein (1766-1817). Escritora francesa de notable influencia en el desarrollo del romanticismo francés. Sus salones eran frecuentados por los políticos e intelectuales de la época.

[xiii] Ludwig, Emil. Napoleón. Juventud, Barcelona, 1929.

[xiv] Gallo, Max. Napoleón. Planeta. Barcelona, 1997.

[xv] Golombek, Harry. Enciclopedia del ajedrez. Parramón. Barcelona, 1979.

[xvi] Arrabal, Fernando. Crónicas de Ajedrez. Alta Fulla. Barcelona, 1985.

ILUSTRACIONES 

(Arriba) Napoleón como rey de un juego de ajedrez chino tallado en marfil. Publicada por Gareth Williams en su libro Jaque Mate. Grijalbo-Mondadori. Barcelona, 2001

(Centro) Caricatura de Napoleón jugando al ajedrez con Lord Cornwallis (1802). Gareth Williams, Op. cit., sin indicar la fuente.

Se refiere a la Paz de Amiens que significó el primer gran triunfo de la política de Napoleón.

El texto dice (según traducción de Carlos del Valle en la edición citada): 

-   Napoleón: “Jaque al rey. Recuerde que no es la primera vez; creo que unas cuantas maniobras más le convencerán de que estoy más preparado de lo que usted piensa”.
     -   Cornwallis: “Maldición, voy a perder esta partida; usted es demasiado para mi”.

(Abajo) Napoleón como rey de un juego de ajedrez berlinés fechado en 1825. El rey del otro bando era Federico el Grande de Prusia. Publicado por Roswin Finkenzeller, Wilhelm Ziehr y Emil M. Bührer en Ajedrez, 2000 años de historia. Anaya Madrid, 1989.

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